FORO DE LA CINETECA

Carlos Bonfil

Los niños de Morelia

Una cinta bien realizada

SI ALGO DEMUESTRA hoy el documental de Juan Pablo Villaseñor, Los niños de Morelia, es la posibilidad real que tienen los cineastas en nuestro país de poder escapar, aún sin grandes canales de distribución, al deterioro evidente de la producción fílmica en el campo de la ficción. Consideremos la promoción que se hace en cartelera, y en las páginas de los diarios, al peor cine producido en México, a comedias románticas tributarias del chiste televisivo de media tarde, o a thrillers que combinan la pretensión artística y el humor de adolescente tardío.

EN LOS DOS años recientes, las películas más premiadas en nuestro país, y con mayor reconocimiento internacional, han sido documentales (Gabriel Orozco, de Juan Carlos Martín, o La pasión de María Elena, de Mercedes Moncada), o una experiencia singular, Japón, de Carlos Reygadas, y son justamente esas cintas las que apenas consiguen llegar a un público ajeno a los circuitos de exhibición alternativos. Se impone una constatación: la calidad de estos trabajos contrasta elocuentemente con el descrédito creciente del cine de ficción en México y sus propuestas carentes de originalidad. Sin un apoyo decidido al cine documental, al cine independiente de ficción, y a la exploración exitosa de la tecnología digital, los propósitos oficiales de renovar el cine mexicano serán tan insustanciales como las obras de mediana calidad que activamente promueven hoy en día.

LUEGO DE INFRUCTUOSOS esfuerzos por encontrar apoyo gubernamental, el realizador de Por si no te vuelvo a ver acometió de modo independiente la tarea de restituir parte de una biografía sentimental colectiva, la de seis ancianos, sobrevivientes todos del grupo de 456 hijos de republicanos españoles que encontraron refugio en la ciudad de Morelia en 1937. Más de seis décadas después de su llegada, y sin que algunos de ellos hayan podido aún obtener la nacionalidad mexicana, los entrevistados (seis hombres, una mujer), refieren la experiencia vivida, la dificultad de comprender tanto tiempo después lo que fuera la primera hospitalidad local, el maltrato de algunos, la generosidad de la mayoría, el desdén de la derecha en el sexenio de Avila Camacho, la inusitada solidaridad de españoles franquistas con los hijos de sus adversarios ateos y comunistas.

DE LA CINTA de Villaseñor destaca no sólo esa generalidad que el cineasta llama "el lado humano de la historia", sino, con mayor vigor, la Historia misma, con sus contradicciones y desengaños, sus injusticias y la inclemencia de la razón de Estado; destacan la vivencia infantil del drama de la Guerra Civil y sus bombardeos, la obediencia a la doctrina de los padres y la temprana conciencia del fracaso. Hay además la difícil aclimatación a una tierra a la vez abierta y recelosa, que asiste curiosa a la llegada de esos hijos de conquistadores, llamados a su vez a conocer la derrota. El desasosiego moral y la conciencia del desarraigo marcan por varias décadas la existencia de los niños de Morelia, y de ello dan un testimonio directo, con un gran desenfado, algún toque de amargura, y muchísima ironía.

DE CADA BIOGRAFIA se desprenden múltiples anécdotas y añoranzas que informan sobre la diversidad de las vivencias. Un buen material de archivo revive a la Morelia de los años 30, se evocan también los primeros días del arribo, como en el notable documental Un beso a esta tierra, de Daniel Goldberg, sobre la comunidad judía. Villaseñor elige un tono intimista para dar mayor fuerza al microcosmos de la memoria colectiva, a sus afectos y añoranzas, y a las vivencias propias que resumen y rescatan a su vez las de los ya desaparecidos. Una cinta bien realizada, pero sobre todo honesta -dos cualidades cada día más preciadas en nuestro cine.

LOS NIÑOS DE Morelia se presenta hoy y mañana en la sala Salvador Toscano, de la Cineteca Nacional, a las 12, 16:30, 18:45 y 21 horas.

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