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México D.F. Sábado 4 de septiembre de 2004 |
La crisis de la civilización
Vivimos
en el horror cotidiano y las matanzas y genocidios casi nos acostumbran
a la "normalidad" de la muerte cruenta y masiva. Desde Auschwitz y Dachau
hasta los gulags soviéticos, la matanza organizada y planificada
científicamente de millones de personas ha deshumanizado a la propia
muerte, simplemente porque se trataba de enemigos políticos del
régimen. Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados
Unidos borró del mapa, con bombas atómicas, dos ciudades
japonesas que no eran blanco militar. Años más tarde bombardeó
y arrasó con napalm a Vietnam. Reinstauró así la noción
nazi de la responsabilidad colectiva de los pueblos por los actos de sus
gobernantes, lo que le permitió bombardear Panamá causando
miles de muertos civiles, o arrasar Serbia, Afganistán e Irak. En
diversas regiones de Africa, las disputas de las grandes potencias han
provocado o permitido que se perpetren grandes y olvidadas matanzas. No
cesa la guerra colonial de Israel contra los palestinos, con sus miles
de muertos y sus destrucciones, mientras Washington amenaza con invadir
a Irán, e Israel con agredir a Siria, y la tesis central de los
halcones en Washington es la "guerra preventiva".
La vida humana ha perdido todo valor y los fundamentalistas
de todo tipo, desde Bush hasta los integrantes de Hamas, desde los independentistas
chechenos hasta Ariel Sharon, consideran simples "daños colaterales"
la muerte de niños, mujeres, personas indefensas, cuando intentan
asestar un golpe sangriento a su enemigo. Como Millán de Astray
y los fascistas franquistas gritan "¡viva la muerte".
El caso terrible de la escuela en Osetia del Norte ilustra
una vez más que vivimos en un ocaso de la civilización que
podría llevarnos a la barbarie. Aslan Masjadov, el líder
checheno desconocido por Moscú, lo ha calificado de "respuesta inhumana
desesperada" provocada por los "innombrables crímenes contra la
humanidad perpetrados por Rusia". Es cierto, las muertes de 42 mil niños
chechenos en edad escolar perpetradas por el ejército ruso son una
acción inhumana, pero, como inquiere uno de nuestros lectores, ¿quién
puede, en su sano juicio, pensar que existe alguna "causa", por más
puros o ruines que sean sus fines, que justifique tomar en rehenes a niños,
y ejecutarlos? ¿Para aleccionar a quién? ¿De
qué? ¿Con qué lógica? ¿Quién,
en su sano juicio, decide arremeter contra un grupo armado, habiendo niños
de por medio? ¿En defensa del sacro principio de autoridad? ¿Qué
demostraron? ¿A quién?
No es secundario cómo se llegó a la masacre.
El petróleo del mar Caspio no es ajeno a este drama. Rusia necesita
del dominio de Chechenia para controlar el oleoducto que va desde Bakú
y termina en el puerto de Novorossiysk, en el mar Negro. El operativo
de los terroristas chechenos es injustificable, pero el hecho de no
dar plena independencia a Chechenia y de optar por la represión
masiva, o de colocar tropas de elite en torno a la escuela, pone al gobierno
de Vladimir Putin bajo sospecha: marca su desdén por la vida de
los rehenes. El gobierno ruso prefirió, en la confusión,
mantener una guerra colonial y recurrir a los mismos métodos de
los terroristas. La humanidad, horrorizada, dice no a estos enemigos de
la civilización. No existe otra posición éticamente
admisible.
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