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Crónica
sero
Por Joaquín Hurtado
Querida Gloria: Me excuso de no poder asistir a
tu boda. No estoy en condiciones para afrontar a la familia, aunque son
muy grandes mis deseos de acompañarte. Estás tan ilusionada,
niña mía. A pesar del rumor estúpido, ácido,
cruel.
Comenzó con la visita que hiciste a casa de la
abuela Gertrudis. Todos en la familia sabemos lo especial que es nuestra
mamá grande. Nada de enviarle la invitación por terceras
personas. Su orgullo es su perdición. Ella exigió que la
visitaras junto con tu prometido. Ya sé, sobrina, por qué
le sacabas la vuelta. Ya sabemos cómo es la prima Licha. El caso
es que apenas tú y Beto salieron, se desató una tormenta
de llamadas telefónicas.
El chisme nos llegó de trasmano, y por lo mismo
muy manoseado. Mi hermana Raquel me habló desde Boston para soltarme
el alacrán: "Andan diciendo que el prometido de Yoya es gay." "¿Y
de dónde sacaron semejante infundio?" No fue difícil rastrear
el hilito de ponzoña. Todo porque dijo Gloria que "parecía"
que Beto se depilaba las piernas. De inmediato le dije a mi esposa: "Pues
será porque el chavo anda en la moda metrosexual, lo que no necesariamente
nos dice algo de su sexualidad. Y si así fuera, ¡qué
diablos nos importa!"
Yo pensé que sería sólo un chisme
de fin de semana, una botana para calmar el hastío de la cotorrona
Licha. Pero no. Lo curioso es que hasta al tío Genaro metieron en
el cochino enjuague. Ya sé que debes estar abriendo tremendos ojos
al leer esto. Pues sí, el mismo Genaro, médico del IMSS,
que me agarró a golpes cuando salí la primera vez en la tele.
Tú eras muy pequeña, pero igual conoces la historia. En el
bautizo de Junior, tu hermano, me reclamó airado por qué
andaba poniendo en ridículo "nuestro apellido". Fue después
que aparecí en la tele hablando de mi seropositividad. Las mujeres
lo detuvieron. Todas me abrazaron, me apoyaron y se ejecutaron al viejo
loco. Hace quince años de aquello. Pues del mismo doctor Genaro
surgió una llamada para calificar y amenazar tu matrimonio.
Y no sólo eso. Ahora también traen un investigador
privado para seguirle la pista al pasado de tu Beto. Seguros de que su
sospecha es la verdad, afirman categóricos de que es homosexual,
y quieren saber dónde, cómo, cuándo, con cuántos,
si paga o cobra, si por delante o por atrás, si ya está sidoso
(sic), etcétera. Yo estoy más azorado que tú. Más
asustado. Viví en la creencia de que lo mío ya los había
vacunado de una vez y para siempre. Que mi infortunio los había
preparado para ayudar y ayudarse, y que el maldito prejuicio se había
exorcizado. Viví en una fantasía, me duele el desengaño.
Me dueles tú, pequeña.
Han pasado los años. Mi cuerpo y mi rostro ya reflejan
los estragos de la enfermedad. Gracias a médicos y tratamientos
he sobrevivido relativamente saludable. Espiritual, mental y físicamente
sano. Pero con todo esto que ha ido creciendo, carcomiendo tu ilusión
de novia joven y exquisita, me siento muy enfermo. Ay, sobrina, nomás
no se puede con tanta crueldad guardada por años, con tanto ánimo
de venganza. Haz caso omiso, sé feliz. Y cuenta conmigo. |