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México D.F. Sábado 14 de agosto de 2004 |
Najaf: barbarie, desesperación, palos de ciego
Las
tropas de Estados Unidos y del gobierno títere por ellas instalado
se han lanzado a una ofensiva a fondo contra los chiítas, a quienes,
al invadir Irak, presentaban como amigos y aliados que recibirían
a los marines como liberadores.
En los bombardeos a la ciudad de Kut, en el sur del país,
y al barrio chiíta de Bagdad, ya han muerto cientos de civiles y
fueron destruidas decenas de casas y varios lugares públicos. Pero
la matanza mayor -y la peor de las provocaciones- tiene como escenario
la ciudad santa chiíta de Najaf, donde están la mezquita
y el mausoleo de Alí, sagrados para 160 millones de chiítas,
que están cercados por los invasores. Para comprender el horror
de los fieles, incluso de los moderados, ante los ataques a la mezquita
y ante la lucha en el gigantesco cementerio que contiene 2 millones de
muertos, habría que imaginarse el Vaticano y la Basílica
de San Pedro bombardeados y sitiados por tropas invasoras de un país
no católico que considerasen que el Papa es un terrorista y que
los lugares sagrados del cristianismo no significan nada para la cultura
de la humanidad.
Estados Unidos cedió formalmente el poder en Irak
al gobierno del ex baazista y agente de todos los servicios de inteligencia
occidentales Iyad Alaui. Pero los marines constituyen la fuerza
principal en el intento de aplastar a los chiítas, que en el sur
son una parte fundamental de la resistencia al invasor y cuentan con la
solidaridad de sus correligionarios iraníes. Con su brutalidad unen
a los chiítas moderados con los radicales de Moqtada al Sadr, ponen
en pie de alerta a Irán, creando un serio peligro de incidentes
armados. Además, provocan una serie de grandes manifestaciones populares
en Bagdad y en el sur de Irak, en las que participan incluso soldados y
policías del ejército gubernamental, y han llevado a la renuncia
a sus cargos a buena parte de las pocas marionetas que los estadunidenses
habían logrado reunir con gran esfuerzo. Entre ellos, el vicegobernador
de Najaf y 16 de los 30 miembros del consejo de gobierno de la ciudad santa
chiíta, que renunciaron a causa de las atrocidades cometidas por
los ocupantes, mientras los gobernadores de Basora, principal puerto petrolero,
y de Nasiriya y Maysan, provincias sureñas, decidieron romper con
el gobierno títere de Alawi y declarar la autonomía de sus
zonas respectivas.
La desesperación es mala consejera. Sus tremendos
fracasos políticos y morales en Irak -por el aumento de la resistencia
armada, la divulgación de las torturas que el ejército invasor
aplica en sus campos de concentración, la incapacidad para formar
un gobierno creíble- han lanzado a las tropas estadunidenses a gratuitos
actos de barbarie contra la población civil y a dar palos de ciego
contra el clero chiíta, que es poderosísimo en el sur de
Irak y en el vecino Irán. El repudio a las agresiones bélicas,
mezclado con el odio que causan las profanaciones religiosas, está
aumentando y radicalizando la resistencia de un pueblo decidido a todo.
Cada vez con menor apoyo local y empantanado en una espiral de violencia,
Estados Unidos está así recogiendo derrotas a pocos meses
de sus elecciones presidenciales.
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