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México D.F. Viernes 13 de agosto de 2004

Tierra de mis soledades, primera incursión de la autora en la novela

Yolanda Gudiño cobra a la Iglesia católica ''su desprecio por lo femenino''

Plantea una problemática social en el contexto histórico que rodea a la sierra Tarahumara

Personas ajenas a esa comunidad se apropian de las costumbres indígenas, denuncia

CARLOS PAUL

En su primera novela, Tierra de mis soledades, la escritora Yolanda Gudiño Cicero cobra a la Iglesia católica el desprecio a la femenino y su indiferencia ante los atropellos que muchos de sus sacerdotes cometen, como el hecho de embarazar a una mujer.

Esta novela, explicó Gudiño Cicero (DF, 1973) durante la presentación del volumen en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), aborda la vida de dos jóvenes de su generación que deciden irse a vivir dos años a la Sierra Tarahumara: Sofía, para encontrarse a sí misma y escapar del yugo y los valores maternos, e Isela para buscar en la lucha por los pobres el sentido de su existencia.

En esa región advierten una Iglesia dividida y corrupta, así como una sociedad que no tiene el mínimo respeto por el mundo indígena.

''Descubren por una parte la maravilla de la Teología de la Liberación, los contrastes profundos de su discurso, pero sobre todo, la incongruencia del actuar de la Iglesia católica hacia las mujeres."

Hastío de una generación

El libro, apuntó Gudiño Cicero, ''no es una denuncia contra la Iglesia, aunque sí le cobra el desprecio a lo femenino y su indiferencia ante el atropello que muchos de sus miembros cometen contra la paternidad y maternidad".

La autora, al igual que sus personajes, decidió irse a vivir a la Sierra Tarahumara como misionera durante un año, ''tiempo que se convirtió en ocho de intenso trabajo y aprendizaje".

En las historias de Sofía e Isela se condensan las vidas y anécdotas de muchas mujeres que pasaron por esa zona agreste, ''algunas de las cuales han regresado vencidas, ya sea por culpa propia o por engaño, cargando algunas al hijo o hija de un sacerdote, sin que éste se responsabilice".

Para mí, expresa la narradora, ''resulta indignante que se prefiera mandar a estudiar fuera a un hombre que ha quebrantado sus votos, antes que pedirle que se haga responsable del fruto de esa falta. Entre Dios y el ser humano, lo cristiano debería ser elegir a éste".

Dice la autora: ''También me rebelo en contra de la inercia a la que al parecer está condenada mi generación, al proceder sin rumbo, muertos los ideales no queda sino el hastío para seguir viviendo.

''La respuesta no está en la metafísica, sino dentro de cada una de nosotras. Muchas jóvenes, al igual que Sofía e Isela, crecimos añorando los tiempos en que se moría por un ideal, cuando salir a las calles a protestar era afirmar la propia identidad.

''Los años 60 para muchas de nosotras fueron referencia obligada para tratar de cambiar al mundo, para instaurar una mejor sociedad. Así, nos fuimos a pelear nuestras batallas a lugares como la Tarahumara, Chiapas o Oaxaca."

Este libro sólo refleja una ''pequeña parte de todo lo que es e implica la Sierra Tarahumara".

La idea, concluyó Gudiño Cicero, ''es hablar de la gente de fuera que va a la sierra Tarahumara y que toma la vida, las costumbres y la realidad indígenas como contexto para liberarse de sus fantasmas -actitud que hoy repruebo-, pero que por desgracia ha marcado desde hace más de 300 años la dinámica de los proyectos de una parte de la Iglesia dirigidos a los grupos autóctonos, siempre en función de necesidades que no son propias, sino en el mejor de los casos, una interpretación ajena de los problemas culturales, sociales y económicos de esas comunidades".

La novela Tierra de mis soledades, de Yolanda Gudiño Cicero, fue presentada el miércoles en la ENAH, por los investigadores Teresa Hernández, Luis Eduardo Gotés y Juan Francisco Escobedo.

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