México D.F. Viernes 6 de agosto de 2004
REPORTAJE /HOMENAJE
A UN TEATRISTA
El lunes festejarán a ese creador de hitos escénicos
en México
Definen a Margules como ''poeta de la complejidad''
Los mecanismos del poder y la complejidad humana son dos
referentes indisociables del quehacer escénico de un director que,
no obstante su generosidad, asume la palabra rigor casi con un sentido
místico
CARLOS PAUL
Por su labor y trayectoria en el ámbito teatral
mexicano, el próximo lunes se rendirá un homenaje al director
de teatro Ludwik Margules.
El
acto comenzará a las 19 horas y se desarrollará en el Centro
Nacional de las Artes (CNA).
Polaco de origen, mexicano por convicción, Margules,
Premio Nacional de Ciencias y Artes 2003, es sobreviviente y testigo de
la historia del siglo XX. Marcado por el Holocausto nazi y por el estalinismo
en Rusia, se exilió en México donde comenzó y todavía
desarrolla un singular trabajo creativo.
Margules (Varsovia, 1933) es un director de escena cuya
biografía no se puede separar de los acontecimientos históricos
de Europa, ni del ámbito teatral nacional.
Para comprender su pensamiento y obra es importante recordar
que este creador tuvo que sufrir con su familia las vicisitudes de la Segunda
Guerra Mundial.
A raíz de la invasión alemana a Varsovia,
primero se vio obligado a salir rumbo a Rusia, donde vivió por casi
seis años, para luego regresar, ya adolescente, a su ciudad natal,
en cuya universidad estudió periodismo.
En esa época nació la fascinación
de Margules por la historia y la literatura.
Exilio en México
En 1957, a los 24 años, Margules llegó al
país, pues a su familia de nuevo le resultaba asfixiante vivir en
Polonia por las huellas del régimen estalinista. Decidieron, otra
vez, salir exiliados rumbo a México, único lugar donde la
familia tenía algunos parientes.
Aquí fue donde descubrió su vocación,
explica el investigador Rodolfo Obregón, autor de Ludwik Margules.
Memorias, volumen que será presentado en el homenaje.
Aun cuando Margules en Polonia y en la Unión Soviética
había visto muchísimo teatro desde niño, ''es en México
donde descubre su vocación teatral, porque llega justo en las postrimerías
del movimiento Poesía en Voz Alta".
Estudió con Seki Sano y se convirtió de
manera paradójica (siendo extranjero) ''en continuador de la escuela
mexicana teatral y actoral.
''En esa etapa fue asistente de Fernando Warner, trabajó
con Alvaro Custodio y Rafael López Miarnau, entre otros. Y al mismo
tiempo trabó amistad con creadores como Juan José Gurrola,
Alejandro Luna, Héctor Mendoza, Luis de Tavira, Juan y José
Luis Ibáñez."
Diferentes oficios para sobrevivir
Aunque su pensamiento y mundo interior está marcado
por los acontecimientos en la Europa del Este, comenta Obregón,
Margules ''es un director auténticamente mexicano, ya que es aquí
donde lo dirige, excepto por una experiencia, a principios de los años
80, cuando regresa a Varsovia a dirigir la obra Las adoraciones,
de Juan Tovar, con el título de Los vencidos, pues incorporaba
algunos fragmentos de La visión de los vencidos, de Miguel
León-Portilla.
''De
esa experiencia regresó a México frustrado, ya que le cerraron
el teatro unos días antes del estreno, debido a un golpe de Estado
en Polonia.
''Luego del shock, años después,
la presentó en México, en el teatro Casa de la Paz, donde
señalaron el montaje como una puesta en escena centroeuropea."
En los años 60 y 70, Margules ''se integró
a la ola del movimiento Poesía en Voz Alta y se convirtió
en uno de los grandes protagonistas del teatro universitario.
''Mientras Héctor Mendoza, por ejemplo, había
hecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, Don
Gil de las calzas verdes, luego Margules realizaría un montaje
memorable: La trágica historia del doctor Fausto, de Marlowe,
con escenografía de Alejandro Luna."
Una de las cosas que distinguen y que tienen que ver con
su labor creativa es cómo Ludwik Margules aprendió a hablar
el español, cuya peculiar pronunciación es inconfundible
y fascinante, destaca el también director del
Centro de Investigación y Documentación
Teatral Rodolfo Usigli.
Hugo Hiriart dice que cada conversación con el
director de teatro es como un recorrido por 500 años de la lengua
española.
''Eso es así debido a que Margules en los primeros
años como exiliado para sobrevivir trabajó en diferentes
oficios (vendedor de papel carbón, capataz en una fabrica de ladrillos),
que él mismo define, un poco de manera burlona, como 'trabajos que
no dignifican al hombre'."
No obstante, ''Margules se precia de ser un hombre que
aprendió el español desde abajo y por tanto a México
de manera profunda y ésto lo complementa con sus lecturas del teatro
del Siglo de Oro español".
Por todo ello, ''es un creador que conoce, por decirlo
de alguna manera, un español culto y también cotidiano, popular".
Sabiduría de los actores
Para Obregón, las reflexiones de Margules sobre
el arte del actor y sobre la puesta en escena ''son de las más complejas
y profundas en el país".
Sobre los montajes, ''él distingue todo el tiempo
la estructura musical de la puesta en escena, que aprendió de Seki
Sano y de Meyerhold, en términos de la precisión, las cadencias
y los tiempos que tiene una partitura musical".
Respecto del trabajo actoral, él se interesa por
''un actor imaginativo y a la vez poseedor de una técnica muy sólida.
''No le interesa el actor que se oculta en su técnica
para no tocarse a sí mismo, sino aquel que mediante la imaginación
logra transgredir su técnica y descubrir lo que no sabe de sí
mismo.
''Margules busca la sabiduría del actor. Para él
los actores son sabios que conocen, de manera intuitiva, su propio comportamiento
y el de los otros. Y lo son además porque se involucran emotivamente
con esos otros. Dice que los actores sabios saben mucho más de las
personas que los médicos o los sicólogos, porque involucran
su corazón."
Uno de los mitos en el teatro mexicano sobre Ludwik Margules
es que es un director de escena severo, tirano. Quienes lo conocen lo confirman.
''Pero, si es severísimo con todo y con todos es porque ante todo
es severo consigo mismo. En él la palabra rigor tiene un sentido
casi místico. Jamás hace una concesión, ni en su vida,
ni en su obra", puntualiza Obregón.
''Todos sus actores en algún momento han llegado
a decir: 'pinche cabrón, pero cómo lo quiero'. Margules puede
llegar a ser un director en extremo destructivo y en ese sentido cuidado
porque es un tanque que avasalla pasando por encima de cualquiera y a la
vez es el ser más generoso, virtud que más aprecia en las
personas."
Búsqueda de la esencialidad
El quehacer escénico de Margules se ha desarrollado
por ciclos, pero siempre a partir de la misma reflexión y preocupación
temática: los mecanismos del poder y la complejidad de la naturaleza
humana.
El primero, según Obregón, ''es como una
expiación de su propio pasado", con obras como El gran camino,
de Chéjov, Había una vez una tonada, relatos montados
en yidish que tocan su origen judío.
Luego viene otro ciclo ''de madurez artística"
con por ejemplo, Ricardo III, de Shakespeare, Tiempo de fiesta
y luz de luna, de Harold Pinter, y Severa vigilancia, de Jean
Genet.
En otra etapa ''de plenitud artística" destacan
las obras El tío Vania, de Chéjov, y De la vida
de las marionetas, de Ingmar Bergman. Pieza esta última que
''marco un antes y un después en la vida teatral de México".
Otro ciclo, de transición y depuración de
su poética, con el que Margules se despoja de todo ornamento teatral
y comienza la búsqueda de la esencialidad en el teatro es con la
obra Jacques y su amo, de Milan Kundera.
Luego vendría su rencuentro con la dramaturgia
mexicana con Ante varias esfinges, de Jorge Ibargüengoitia;
Un hogar sólido, de Elena Garro, y Camino rojo a Sabaiba,
de Oscar Liera.
Y el más reciente ciclo, ''de la esencialidad teatral
conquistada" son las obras Cuarteto, de Heiner Müller, y Los
justos, de Albert Camus.
En la actualidad Margules ensaya Noche de Epifanía,
de William Shakespeare.
Tales obras son sólo una parte de su labor por
lo que ha sido considerado ''el poeta de la complejidad". Por ese motivo
se le rendirá un homenaje en el teatro de las artes, del CNA (Río
Churubusco y calzada de Tlalpan).
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