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LA DISYUNTIVA DEL PETROLEO MEXICANO
2 de agosto de 2004


Ronald Buchanan


Experiencias en países tan disímbolos entre sí como Brasil y Noruega muestran que las empresas estatales de la energía no sólo pueden ser altamente rentables, sino competitivas en el plano internacional

Petróleos Mexicanos (Pemex), ni duda cabe, se encuentra en una disyuntiva sumamente difícil. Las metas de producción que se han fijado para fines del sexenio se antojan cada vez más distantes, si no totalmente fuera de alcance, mientras crece la deuda hasta un nivel que amenaza con ser el equivalente a la totalidad de los activos de la empresa.

Sin grandes descubrimientos para reportar, las reservas ­aún respetables a escala internacional­ van en declive. La gran promesa sigue siendo las aguas profundas del Golfo de México, tan prolíficas del lado estadunidense de la frontera marítima. Pemex, sin embargo, no tiene ni la tecnología ni el músculo financiero para explotarlas y cualquier intento de asociarse con algunas de las pocas empresas que sí lo tienen parece destinado a naufragar en las rocas de la prohibición constitucional de las concesiones y los contratos de riesgo.

estatalesEPSSi bien el aviso de un posible "colapso" de la empresa, emitido por el director general Raúl Muñoz Leos a principios de su administración, tal vez haya sido algo exagerado ­aunque con el loable intento de propiciar un debate que aún no comienza­ el futuro de la empresa petrolera más grande de América Latina y orgullo de los mexicanos desde 1938 parece ser de un penoso declive.

Sin embargo, como muchísimas veces han indicado Muñoz Leos y sus principales lugartenientes, no tiene que ser así. Pemex sí puede crecer, y en grande, con la ayuda de capital privado bajo el estricto control del Estado. Los partidos políticos parecen estar de acuerdo en eso, así como lo están en luchar contra la delicuencia y la pobreza, y en favor de una reforma fiscal y la creación de empleos. El problema, como siempre, no son los objetivos, sino cómo lograrlos. No se puede esperar respuesta de una clase política que concentra sus energías en la lucha por el poder ni de un Congreso que, como resultado, parece más atorado que el cruce de Reforma e Insurgentes durante una interminable manifestación.

Pero en el caso de Pemex sí existe salida. Una y otra vez, los dirigentes del gobierno y de la empresa han hecho hincapié en que Pemex pertenece a todos los mexicanos. Si esas declaraciones no son retórica hueca, el futuro de la empresa se debe resolver mediante una asamblea de accionistas, o sea, un referéndum nacional.

Dado el papel emblemático que ha jugado Pemex en la historia del país, su futuro es demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos. Ni es menos importante el que en otras latitudes un asunto, como la adhesión a la Unión Europea se sometió a la voluntad del pueblo de todos los países participantes. Así ocurrió recientemente con el referéndum en que los bolivianos votaron en favor de la apertura a las exportaciones de gas, aunque con controles estatales más estrictos sobre las actividades de las empresas participantes.

p-pemex-plataforma-camp3A pesar de las nubes ideológicas que se han creado en torno al tema, queda claro que las empresas estatales pueden operar con éxito, no sólo en su país ­como hace Pemex­, sino en el extranjero también. Tampoco parece importar mucho el sistema político ni la composición social del país de que provengan. Lo mismo Petróleos de Venezuela vende gasolina en Estados Unidos, que Saudi Basic Industries Corporation se perfila como inversionista en el Proyecto Fénix de petroquímica en México.

Petróleo Brasileño (Petrobras) y Statoil, de Noruega, provienen de países de perfiles socioeconómicos muy diferentes. Mientras que Brasil comparte con México problemas de aguda pobreza y falta de previsión social, Noruega tiene un ingreso per cápita de 42 mil dólares al año, uno de los más altos del mundo y casi siete veces el de México.

Sin embargo, el perfil de ambas empresas es muy similar. Están controladas por el Estado, pero con una fuerte participación de particulares mediante distintas bolsas de valores. Ambas operan en sus propios países, pero únicamente donde consideran que los prospectos son de mayor rentabilidad; los demás los concesionan a otras compañías.

Y cuando buscan rentabilidad, se fijan en el mundo entero, donde su avanzada tecnología en gas y aguas profundas generen mayores ganancias. Statoil tiene operaciones u oficinas en 28 países. Petrobras acaba de anunciar un nuevo descubrimiento en aguas profundas del Golfo de México ­del lado de Estados Unidos, por supuesto­ además de abrir oficinas en China y Tanzania, amén de un negocio de lubricantes en Cuba.

A diferencia de Pemex, las empresas estatales de Brasil y Noruega operan como cualquier firma comercial, fijando sus propios presupuestos. No son el sostén principal de las finanzas de sus gobiernos. Y los resultados están a la vista. En 2003, con ventas de más de 37 mil millones de dólares, Petrobras reportó ingresos netos por encima de 6 mil millones de dólares. Statoil, más modestamente, captó ventas por 9 mil 800 millones de dólares para una ganancia neta de 643 millones de dólares.

Pemex, cuyas reservas y producción son aproximadamente iguales a las de Petrobras y Statoil juntas, reportó ventas de 55 mil 700 millones de dólares y ­por enésima vez­ una pérdida neta, ahora de 3 mil 600 millones de dólares §

Foto: La Jornada

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