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México D.F. Martes 20 de julio de 2004
ƑLA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
De torero a declamador
ES INCREIBLE LA cantidad de buenos toreros que son desperdiciados en México, reflejo de mentalidades empresariales enanas empeñadas en acabar con la tradición taurina del país, hace décadas instalado en una práctica abominable: la mesa puesta para los de fuera y las migajas para los de aquí, se señala en la contraportada del doble disco compacto de poemas en la voz de Edgar Palacios: Del espíritu, la emoción y la piel.
TAMBIEN PODIA HABERSE titulado Edgar Palacios o el arte de rescatarse, pues al igual que tantos otros toreros con cualidades para convertirse en diestros interesantes a las multitudes y en negocio redondo para las empresas, Palacios vio impotente cómo pasaba el tiempo sin que su espectacular expresión torera fuese valorada y estimulada por los metidos a promotores de la Fiesta Brava.
LA FORMULA NO falla: basta que alguien demuestre como novillero valor sereno, afición desbordada, personalidad carismática, variedad de repertorio y conexión con el público, y el patológico voluntarismo empresarial que padecemos no sólo pasará por encima de las propias utilidades y de las preferencias del público, sino que mandará a su casa a ese iluso que, en otras circunstancias, habría podido llegar a ser un torero de arrastre. Eso exactamente le pasó a Edgar el 25 de agosto de 1996 en la Plaza México, en su prometedora aunque perjudicial presentación, cuando cubrió espectacularmente los tres tercios en sus dos novillos. "Pero le faltó administración", suelen decir los alcahuetes del intolerable sistema taurino que los tiene comprados.
SIN EMBARGO, COMO todo artista que se respete, la sensibilidad de Edgar Palacios, lejos de darse a las lamentaciones, buscó nuevos derroteros, trayectorias frescas que ya no tuvieran que ver con las cornadas, de bestias o de hombres, sino con el respiro necesario a todo espíritu creativo. Tomó una alternativa de trámite -"por la satisfacción de hacerme matador, pero sin mayores expectativas"- y descubrió que el bien decir con la palabra es otra rica variable del bien decir con capote o muleta.
ASI, EN EL intemporal arte de la declamación, en la aventura de darle voz a la letra poética, es que este torero de sí mismo logra volcar la suya, bien timbrada, emotiva y clara, para insuflar sonoridad a la inspiración de trovadores del alma como Sabines, Neruda o Nervo, quienes, desde el tendido de la gloria, tocan las palmas a Edgar Palacios por otra vuelta triunfal al ruedo de su vida.
SON DOS DISCOS con los arreglos y dirección de Oscar Rivera, un magnífico diseño de portada de Héctor Manuel Mota a partir de una gran foto de Virginia Rodríguez, impresa por Publideas, más 26 poemas, nueve de Manuel Benítez Carrasco, incluidos, desde luego, Tus cinco toritos negros. Mientras la ciencia de la distribución pone el disco más a la mano, se puede solicitar a los teléfonos 5552-9739 y 5579-5406. [email protected]
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