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México D.F. Jueves 15 de julio de 2004
Olga Harmony
Por qué Neruda
A un siglo de su nacimiento, son varias las acciones que se emprendieron en todo el mundo en homenaje a Pablo Neruda. Sin ánimo de banalizar al poderoso poeta de Canto general, al hombre que nunca cejó en sus ideales de izquierda, me gustaría referirme al entrañable autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada que acompañó la juventud de mi generación. Bastaba que alguna de nosotras, estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras entonces en el edificio de Mascarones, se sintiera -según la vanidad de cada quien- un poco Michelle Morgan al usar una boina, cuando, al pasar por las mesas de la cafetería levantáramos en cada una el suave rumor masculino: ''Te recuerdo como eras en el ultimo otoño/ Eras la boina gris y el corazón en calma...''
O bien que nos ensimismáramos un momento para que se nos asestara: ''Me gustas cuando callas porque estás como ausente...'' Todo más allá del cortejo o del usual coqueteo, como simple y obligada cita del poeta al que amábamos.
Hace ya varios años, Neruda se asomó a nuestros escenarios con Ardiente paciencia, una versión de El cartero de Neruda, la novela de Antonio Skármeta que utilizó el nombre original de lo que después sería un best-seller y una película de gran éxito. Ahora Carlos Bracho presenta ''Por qué Neruda'', escrita, dirigida y actuada por él en base a Confieso que he vivido, el libro de memorias del gran poeta chileno y toma prestado el título del de uno de los breves capítulos de dichas memorias, en donde explica la razón de cambiar su verdadero nombre, Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, por el seudónimo con que sería conocido y pasaría a la inmortalidad. Bracho toma como pretexto una conferencia ofrecida por Neruda para la Federación de Estudiantes de Santiago de Chile en 1973, en la que contará diversas anécdotas dramatizadas en el desordenado orden cronológico en que supuestamente están los papeles que leerá, tras un mal movimiento hecho por el automóvil en que sería llevado.
El autor del espectáculo omite muchas referencias políticas, excepto su antimperialismo y la pertenencia al partido comunista de su personaje. Hace bien, porque sería muy complejo transcribir para un público actual y en un escenario la ambivalente actitud del poeta hacia Stalin, que le valió la acusación de stalinismo, aunque en sus memorias dice textualmente: ''La íntima tragedia para nosotros los comunistas fue darnos cuenta de que, en diversos aspectos del problema Stalin, el enemigo tenía razón. A esta revelación que sacudió el alma, subsiguió un doloroso estado de conciencia''. Tampoco se hace hincapié en hechos de sobra conocidos, como el otorgamiento del premio Nobel, ni de personajes famosos.
Bracho prefiere relatar las anécdotas de personajes más oscuros, porque son muy dramatizables, amén de contener mucha gracia. Hace que desfilen por el escenario Rojas Jiménez el extraño derrochador, la mujer de largas trenzas de los Hernández, las lecturas juveniles, ''el cadáver Valdivia'', Chile Guevara, Kuzi y algunos otros. Mezcla las escenas con la recitación de algunos poemas de tal modo que la escenificación se antoja un acercamiento a la figura y poesía nerudiana, quizás un tanto elemental, como dirigida a estudiantes de segunda enseñanza. El problemas es que, teatralmente, presenta varias deficiencias.
La dirección subraya con efectos de sonido muchos parlamentos. Si se va a decir pájaros, se oyen trinos, si se habla de automóvil, se escuchará un brusco frenón y así por el estilo. También la presencia casi muda de Celine Rousseau, que atraviesa el escenario con diferentes caracterizaciones resulta un recurso manido y fácil -el peor es el de la muerte al final, con la luz afocando la calavera de utilería. Están además las malas actuaciones. Carlos Bracho es el único que se desenvuelve con soltura y eficacia, en ese Neruda quizás demasiado bonachón que dicta la conferencia, matizando todas las intenciones, recitando los versos con el tono un poco (un poco, porque si no resultaría paródico) plañidero que conocemos por grabaciones en que el poeta dice sus poemas. Se agradece que no intente acento chileno, lo que no ocurre con los otros tres jóvenes actores a los que dota de diferentes acentos según los papeles que interpretan y aun que digan algunas palabras en otro idioma mal pronunciado. Las caracterizaciones de esos personajes episódicos resultan lamentables y poco dignas del poeta homenajeado.
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