Enrique Florescano /III y última

Tres episodios de una historia personal

La presencia de Friedrich Katz y David Brading en este recinto universitario de Morelia es una coincidencia feliz, porque el territorio, los monumentos, la cultura y los sabores de Michoacán constituyen una experiencia de vida a la que soy adicto desde 1972. En ese año trabajé algunos meses en el Archivo Histórico de Morelos de esta ciudad, y los fines de semana recorría con Alejandra Moreno Toscano, mi esposa, los pueblos y paisajes de Michoacán. Un día de mayo, al regresar de Santa Clara del Cobre, una senda de terracería nos llevó a descubrir el lago idílico de Zirahuén. Contraje entonces mi primer préstamo y adquirimos un lote en la ribera del lago maravilloso, junto con unas trojes. En ese ámbito de agua, luz, bosque y bullir de pájaros, nuestras hijas conocieron una porción de la pródiga riqueza natural de Michoacán, y Alejandra y yo hemos disfrutado días inolvidables, acompañados por amigas y amigos procedentes de distintas regiones de México y del mundo.

En el refugio de Zirahuén he escrito buena parte de mis libros y mis visitas frecuentes a ese paraíso reforzaron los lazos con los profesores, investigadores y artesanos de Michoacán, y con la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. El Instituto de Investigaciones Históricas de esa Universidad ha sido para mí un centro de trabajo, un punto de intercambio con los profesores e investigadores y un inspirador de nuevos proyectos. Con el apoyo de los profesores de esa Universidad, y con la ineludible e invaluable colaboración de Gerardo Sánchez, remodelamos el Museo Regional de Michoacán en la década de 1980 y participamos en la edición de una Historia General de Michoacán en cuatro tomos. El año pasado, impulsado por el interés del gobernador Lázaro Cárdenas Batel y del rector Javier Hernández Díaz, y con el concurso de las principales instituciones académicas y culturales del Estado, se inició el ambicioso proyecto de componer una Biblioteca Michoacana, dedicada a llevar a las familias y el público amplio, el conocimiento acumulado en los últimos años sobre la historia, las identidades, la cultura, los ecosistemas y los desafíos que enfrentan los pobladores de esta región para conservar su patrimonio.

Puedo entonces decir que Michoacán ocupa un lugar íntimo en mi vida. Es el lugar donde se han acendrado mis afectos y he encontrado nuevos colegas, amistades y espacios para realizar empresas personales y colectivas. Por eso repito mi reconocimiento al Consejo de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, porque esta inmerecida distinción me ha deparado la gratísima ocasión de reunirme hoy con maestros admirados, con colegas, amigas y amigos queridos, y con las tradiciones y valores que han forjado mi ideal de vida.

Muchas gracias

Palabras de agradecimiento del historiador al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo