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México D.F. Lunes 21 de junio de 2004
Calificó de estoico a su público,
que aguantó la hora y media de su recital en el Zócalo
Pablo Milanés cantó sin pausa en un sábado
pasado por agua
Unas 30 mil voces siguieron al trovador en el tema añorado
Yo pisaré las calles nuevamente
Yolanda, El breve espacio, Para vivir
y El amor de mi vida no faltaron en este encuentro
ARTURO CRUZ BARCENAS
En el Zócalo capitalino, la noche del pasado sábado,
el cubano Pablo Milanés cantó para 30 mil personas amigas
de la lluvia, a quienes el autor de El tiempo pasa llamó
"público estoico", denominación más que justa puesto
que las personas permanecieron en su lugar la hora y media del concierto,
organizado por el gobierno del Distrito Federal mediante el programa Dfiesta.
Hilos líquidos caían desde la punta de sus narices.
Comprensivo y experimentado, el representante de la nueva
trova no lanzó parlamentos entre pieza y pieza. La lluvia duró
todo el concierto y quiso cantar sin interrupción. Una tras otra,
las esperadas composiciones no tuvieron pausa, desde Vengo naciendo
-parto con gerundio, alumbramiento perenne- y Dónde estás,
hasta Exodo, que siempre dedica a los cubanos que, "por una u otra
razón", no están en su país.
En las primeras filas, familias enteras, algunos con niños,
muchos ceceacheros o preparatorianos de antaño, amas de casa y comerciantes,
llegaron desde las seis de la tarde para reservar un sitio cercano. Previsores,
cientos llevaron paraguas o compraron una capa cuyo color azul creó
un panorama que despertó emociones y reafirmó la convicción
de que esa música está más allá en calidad
respecto de la oferta del dial.
Nacido el 24 de febrero de 1943, en la ciudad de Bayano,
el negro de alma profunda y cálida, no hace aspavientos ni parafernalias,
pero las melodías son un abrazo fraterno, un consejo para la reflexión.
Los asistentes son admiradores de la trova cubana, el
movimiento musical con propuestas poéticas, creaciones elaboradas
a fuerza de introspección, de observación de lo cotidiano,
de la impostergable crónica de la vida sociopolítica de los
países latinoamericanos. La trova y su diversidad, con las canciones
de Pablo, Silvio Rodríguez y Noel Nicola.
Deseo de reivindicar la libertad
Yo
pisaré las calles nuevamente, tema añorado, marcó
la carrera de Pablo, en un deseo de reivindicar la libertad democrática,
la justicia económica del gobierno de la Unidad Popular encabezado
por Salvador Allende, "el compañero presidente". Volver a caminar
por las alamedas, por las calles, sin tanques ni carabineros.
Un coro de miles se unió a Pablo en la parte de
la canción que dice: "y en una hermosa plaza liberada me detendré
a llorar por los ausentes". Una fuerza creció con esa interpretación.
Es la historia, el pasado, la añoranza de los años en los
que la bipolaridad política obligaba a definirse, a lo Bertolt Brecht,
del somos o no somos, del todo o nada.
No todo fue político. Pablo dejó sentir
ese filin que captó cuando en sus inicios profesionales cantaba
en centros nocturnos de La Habana. Su melodía está impregnada
del bolero, del romanticismo y el jazz, con sus improvisaciones geniales,
marcadas en líneas, contrapuntos, notas sueltas. Armonía
que lo sigue desde que en 1962 fundó el cuarteto Los Bucaneros.
Tres años más tarde lanzó el álbum Mis 22
años, un suceso en la composición.
No se quedó estancado. En 1967, fue impulsor del
Centro de la Canción de Protesta de La Casa de las Américas,
con Silvio y Noel, entre otros. Siguieron etapas de experimentación,
participación en bandas sonoras de largometrajes, en 30 documentales
y algunas series de televisión. A la fecha lleva más de 90
giras por el mundo, incluida la ex Unión Soviética. Su discografía
consta de más de 30 álbumes. Tal es el paso de quien cariñosamente
es llamado Querido Pablo, título de uno de sus discos más
famosos.
El amor, con De qué callada manera. Algunas
parejas se abrazaban cobijadas por el plástico de su capa de 10
pesos. Juntos, cuerpo con cuerpo, para darse calor. Los besos de soslayo
y otros francos.
Al centro, Pablo y la excelente orquesta que le acompaña,
bajo la dirección del pianista Miguel Núñez; Dagoberto
González en los teclados y violín; Osmani Sánchez,
batería; Eugenio Arango, congos; Germán Velasco, saxo y flautas,
y José Luis Hernández, bajo. El sonido se escuchó
diáfano, bien ecualizado.
Yolanda y El breve espacio, el tema del
amor humilde, de quien acepta al otro en su dimensión de ser humano,
sin egoísmos. Y una renuncia: "La prefiero compartida antes que
vaciar mi vida". Para vivir, una advertencia sobre la trascendencia
de las decisiones de pareja: "Muchas veces te dije que antes de hacerlo
había que pensarlo muy bien". El amor de mi vida, telenovelera,
de traiciones, de quien niega al supuesto ser querido tres veces, como
Judas.
Levanta Pablo el micrófono para dar voz a los mojados.
Un grito recorre el Zócalo: "¡Cuba, Cuba, Cuba!" Algunos corean
desde los portales, guarecidos de la pertinaz lluvia. El encore
con Yo no te pido. Banderas nacionales de la isla se levantan. Pablo
fue una isla; es decir, estuvo rodeado de agua. "Amo esta isla, soy del
Caribe."
En su propia voz
José Luis Vázquez, comerciante: "Escucho
a Pablo desde hace rato. El concierto estuvo formidable; aquí con
los paraguas nos tapamos. A mí la que más me gusta es El
breve espacio. Nos hizo llorar".
Angélica Hernández Tapia, de 32 años,
sicóloga: "El concierto estuvo muy bueno. El tipo canta muy bien.
Yo lo escucho desde siempre, desde que me acuerdo, desde el CCH, con mis
padres. Si la gente aguantó la lluvia es porque Pablo les gusta,
porque saben de música y no vienen nomás por escuchar. A
mí me gustan todas sus canciones. Esta música tiene mensaje,
toca los pueblos, las almas, las esencias".
Verónica (no quiso decir sus apellidos): "He venido
a los conciertos de Víctor Manuel, de Joan Manuel Serrat y a éste,
porque es la música que me gusta. Hoy se requirió algo de
heroísmo. Vine con mi hijo. Escucho a Pablo desde que tenía
15 años".
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