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México D.F. Sábado 19 de junio de 2004
Ofreció el jueves el primero de cuatro
conciertos
Miguel Bosé presentó el soundtrack
de su vida en el Auditorio Nacional
ARTURO CRUZ BARCENAS
Cada persona integra a lo largo de su vida un soundtrack
personal, una banda sonora que como una película es síntesis
de sentimientos, algunos intensos, de tiempos de reír y llorar,
de amor y tristeza, expuso el cantante español Miguel Bosé,
quien el pasado jueves ofreció el primero de sus conciertos en el
Auditorio Nacional, en una noche de música con un contexto narrativo
y visual cinematográficos.
Lleno, el foro de Reforma lo recibió con aplausos,
entre gritos de sus fans, a quienes ha cantando desde la década
de los 70, cuando, según él, tenía "otra idea del
amor" y cantaba temas como Linda y Amiga, que esa noche revivió
a lo sinfónico.
Con la sinfónica y coros de Las Américas,
Bosé dijo cumplir un sueño, que "lo más probable será
irrepetible", o muy difícil que pueda repetirse. La producción
creó una atmósfera marina, con acento en el color azul, distintivo
de su nuevo disco, titulado Por vos muero.
Una
a una, las canciones del nuevo cidí dieron lugar a un concierto
absolutamente diferente a los de la gira Sereno, nombre de su anterior
producción. En Por vos muero, "la música -ha señalado
Bosé- subraya las emociones de paisajes, diálogos, de las
secuencias en el cine; así, he querido proyectar una pantalla sonora
cinematográfica a cada uno de los diez segmentos o guiones que contiene
este disco".
Comienza con La mar, interpretada en francés.
Es el comienzo y el hilo visual será el diálogo de Bosé
con la pareja, sentada en la imaginaria en una silla de color blanco. A
veces, esa escenografía elemental remontará a una sala o
a un comedor, donde la pareja dialoga sus porqués.
Es tal la presencia escénica de Bosé que
ni la sinfónica, ni los coros, la opacan. Es el centro de atención.
Habla de la imposibilidad de los hombres de sentir en carne viva lo que
es la maternidad. Eso diferencia a los géneros, "pero ellas, ustedes
-dice a las presentes, que le lanzan gritos de 'papacito'-, no saben el
otro milagro de saber lo que es una erección".
Nadie se ruboriza. Lo dicho es mencionado por alguien
a quien se tiene como liberal, quien ha cambiado su idea del amor. A los
16 años "el amor puede ser de manita sudada; a los 24, la preocupación
por si ella está o no embarazada, y a los 40 podría significar
quién se queda con la casa", definió a este medio.
Habla con la autoridad de quien se sabe admirado al punto
de que lo inviten a sentarse a un lado de ellas o ellos, pues gran parte
del público bosiano es gay.
Su vestimenta, mezclilla negra, camisa blanca, saco largo
estilizado en la caída posterior, con dobleces a lo Principito.
No obstante, desaliñado como siempre, como les gusta a ellas.
Del mar a la sangre y arena
Todo es mar: la noche, las islas, los vientos, la brisa.
"La música en el cine lo resucita todo, hasta lo más íntimo.
La capacidad de la música de refrescar la memoria de hechos y de
sentimientos es asombrosa".
Reinventa Amiga, de la autoría de Ana Quintana,
que en el tratamiento sinfónico gana en atmósfera, sin perder
su emotividad, su nivel de comunicación. Todo gracias a que Bosé
regresó a la escuela, a las bibliotecas, para ver partituras y darse
una idea más cabal de la música sinfónica.
Tres años tardó el proceso. No fue fácil
ni sencillo, dijo Bosé, quien en Por voz muero tuvo el apoyo
de Chris Cameron, con el cual ha colaborado desde los 90. "Antes del cine,
la ópera era el teatro con banda sonora", comenta Bosé.
Baila al estilo de Salamandra, que lo hizo famoso
por danzar cadenciosamente. "Reivindico el espejismo de ser uno mismo",
canta a su manera, sobre dos mesas que lo elevan más en el escenario.
Interpreta La belleza, de la inspiración de Luis Eduardo
Aute.
Regala una canción de cumpleaños, un vals,
que ellas imaginan bailando con él, tan sólo unos minutos.
"El mar es cruel". "Ahora que te busco y tú no estás, recuerdo,
que sólo la tristeza quiere hablar, conmigo"...
El encore: Sevilla. Mueve Bosé las
nalgas ante el público. Le da la espalda y se golpea los glúteos.
Imita a un torero; le hace la faena al toro. Este arremete y él
le planta una chicuelina; lo remata con un capotazo. Lo mide, se prepara,
fija la mirada en el lomo. La espada entra hasta la empuñadura.
La mano de Bosé se tiñe de rojo. No puede apreciarse si la
sangre cae en la arena porque luego de la estocada mortal se apaga la luz.
Sangre y arena en el Auditorio Nacional.
Otro encore: Te amaré, en otra mirada
al pasado con el sonido sinfónico. La composición se une
a Si tú no vuelves, cantada con antelación.
La gente no se quiere ir, pero cae el telón. Fue
un concierto sin agitaciones, sin el Bosé de la onda disco, de los
ritmos caribeños, de lo exacerbado. Sale el público relajado.
El poder de las cuerdas, de los instrumentos de aliento. Serán cuatro
conciertos (los dos últimos hoy y mañana) de Bosé,
convertido hoy en una de las mejores propuestas de la balada, del rollo
sentimental, quien basa su éxito en el cambio, en el no anquilosamiento.
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