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México D.F. Viernes 18 de junio de 2004

Horacio Labastida

Leopoldo Zea

Igual que sucede en los pueblos del mundo, cuyos grandes hombres son eternos, así ocurre entre nosotros, afortunadamente dueños de un pantheón espiritual admirado por propios y extraños. En él pasean y dialogan entre sí y con los demás, desde Cuauhtémoc y sor Juana Inés de la Cruz hasta caudillos como Hidalgo y Morelos, revolucionarios a la manera de Ricardo Flores Magón, Zapata, Serdán, Lázaro Cárdenas, y poetas al estilo de Mariano Azuela y López Velarde, junto con los filósofos Antonio Caso, José Vasconcelos, Vicente Lombardo Toledano, Samuel Ramos, Emilio Uranga y Jorge Portilla, pantheón al que recientemente entraron Gastón García Cantú y Leopoldo Zea, de quien publiqué en la colección de la UNAM Cultura Mexicana, su libro La conciencia del hombre en la filosofía, por considerarlo una aportación importante del ya maduro filósofo; en 1953 Leopoldo tenía 40 años y era maestro y secretario de la Facultad de Filosofía y Letras y animador, junto con Samuel Ramos y José Gaos, de las reflexiones sobre el ser del mexicano, en la que participaría con aguda inteligencia Agustín Yáñez y su dedicación a la figura del insigne Justo Sierra.

En aquel año del siglo XX, Zea había publicado ya Etapas del pensamiento en Hispanoamérica, que José Gaos comentó en carta abierta aparecida en el número 1 de Cuadernos Americanos (1950), epístola en la que considera que Leopoldo Zea tiene un reconocimiento internacional por "ser uno de los maestros de historia de las ideas de nuestros países", y lo anuncia a la vez como maestro de la filosofía en América Latina y entre los creadores de la cultura universal.

Con sus 92 años encima Leopoldo, y yo con mis 86, tuvimos grata conversación en casa de Diego Valadés y Patricia Galeana de Valadez, con motivo de la despedida que se ofreció a Jorge Carpizo, ex rector de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México y ahora enriqueciendo su saber con estudios en la Universidad Central de Madrid.

Con viveza y meditando sus palabras Leopoldo me dio su opinión sobre el México actual. Recordando sus textos Democracias y dictaduras en Latinoamérica (1960) y Latinoamérica, emancipación, neocolonialismo (1971), me dijo que se sentía muy consternado con lo que estaba pasando, e inmediatamente me recomendó la lectura de uno de los libros recientes de Michael Moore, el célebre cinematografista estadunidense, titulado en la impresión española de Ediciones BSA (Barcelona, 2004), ƑQué le hicieron a mi país, man?, traducción del título original Dude, Where is May Country?

En este libro, querido Horacio, añadió, están las pruebas de las sucias mentiras de que se está valiendo la alta burocracia de Washington, que preside Bush, no sólo para agredir de manera brutal e injustificada países árabes como Afganistán e Irak, a fin de apoderarse de sus riquezas petroleras y de establecer centros geopolíticos de dominio, sino muy principalmente para llevar adelante el llamado Proyecto para un nuevo siglo estadunidense (The Project for a New American Century). Se trata en el fondo, agregó, de la reconstrucción de un neonazismo de alcance universal que apoya la sobrexplotación del mundo, indispensable al supercapitalismo trasnacional que se cobija en la Casa Blanca. En realidad, aseveró, esta situación no es novedosa. Recuerda, Horacio, que desde 1901 el legislador estadunidense Orville H. Platt patrocinó y dio vigencia a la llamada enmienda Platt, una medida perversa que arrebató la soberanía a la naciente República cubana y la sometió al mando y capricho del Tío Sam. Esta visión del aplastamiento de los otros, que aplaudió con entusiasmo Teodoro Roosevelt, es la que ahora se trata de generalizar en el mundo con base en dos instrumentos aniquilantes: un ejército bárbaro, que maneja tecnologías de punta para matar al prójimo, y una ideología falaz, cínica, infame y depravada que intenta manipular el subconsciente de las masas para convencerlas de las bondades del asalto a la razón humana que se elabora en la oficina oval del gobierno estadunidense. Esto, Horacio, concluyó Zea, es el plan de opresión y explotación más nefasto que se ha imaginado desde el salvajismo de los hunos de Atila y las tribus mongólicas de Gengis Kan.

Leopoldo y yo convinimos al fin en que sólo los valores morales del hombre, unidos y conscientemente defendidos, podrán vencer el mal común que amenaza a la civilización. No hay duda de que Leopoldo Zea fue y es un gran filósofo.

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