México D.F. Sábado 12 de junio de 2004
En Granada, un nogal milenario atestiguó
la velada de poesía, música y danza
Chavela Vargas y Sara Baras unieron sus fulgores para
recordar a Lorca
ARMANDO G. TEJEDA ENVIADO
Granada, 12 de junio. Poesía, música
y danza en incesto salvaje. O, lo que es lo mismo, Federico García
Lorca, Chavela Vargas y Sara Baras conjugando, imbricando su arte en un
mismo espacio y tiempo: Granada en una noche serena y cobijada bajo la
sombra implacable de un nogal milenario y paciente.
El canto desgarrado de Chavela se convirtió de
forma súbita en ''profunda" poesía que recordaba a la palabra
sabia y sensible, pero también a la impronta violenta que ha condenado
en nuestro trajín histórico a decenas de artistas y escritores
al olvido o al cadalso.
García Lorca es un símbolo contra la ignominia
y las matanzas en la Guerra Civil española (1936-1939), hasta el
punto de que a pesar de haber sido el máximo exponente de la generación
del 27 sus restos mortales todavía permanecen en el limbo doloroso
de las ''fosas comunes".
La
muerte, o asesinato, del poeta más venerado de España, conmocionó
en su día al mundo entero, pues el granadino señalado entonces
como el más virtuoso y genial murió en un fusilamiento colectivo,
en un páramo olvidado de su tierra, donde fue sepultado en cal viva
en una fosa común.
García Lorca expresó en aquellos años
convulsos su simpatía por la República española, una
proclama que significó al mismo tiempo su tumba. A su vuelta a Granada
en 1936, después de dos años de vivir en Madrid rodeado de
los grandes genios literarios y artísticos de la época, el
autor de Poeta en Nueva York fue detenido por las fuerzas fascistas
de Francisco Franco y fue ejecutado.
Pero su asesinato también marcó el comienzo
de un símbolo de resistencia y la perpetuación de una obra
literaria que sigue dejando su impronta en las generaciones actuales.
La relevancia de la poesía de García Lorca,
así como su asesinato, marcaron la historia del siglo pasado, por
lo que su figura logró reunir en torno a su palabra a dos artistas
actuales en pleno fulgor para rendirle merecido homenaje: la cantante mexicana
Chavela Vargas y la bailaora gaditana Sara Baras.
Elegido por los dioses
El escenario elegido fue el más idóneo:
la Casa Museo Federico García Lorca en la Huerta de Granada, al
aire libre y con un nogal milenario como único respaldo para el
espectáculo. El árbol, en una noche majestuosa y brillante,
se alumbró para recibir a Chavela, que a sus 85 años sigue
igual de firme en el escenario como igual de firmes y vehementes son sus
más fervorosos seguidores en este país.
Sus primeras palabras fueron para recordar a ''Federico,
a quien tanto amo y amaré". No había terminado su primera
canción, Macorina, cuando los asistentes aplaudían
y lloraban casi al unísono.
''Tocar en la que fue la casa de García Lorca es
acariciar un sueño, tener en la mano una esperanza. Ojalá
hubiese en cada casa del mundo un García Lorca y que en cada Federico
hubiese una casa como ésta. El mundo sería divino si en lugar
de cañones hubiese música, en vez de fusiles, poesía,
y en lugar de cosas feas, sueños hermosos'', dijo la cantante.
''Por eso quería tener una noche lorquiana para
mí sola, pues como dijo Neruda: 'a lo lejos alguien canta', expresó.
Chavela explicó: "A Federico lo he amado desde
que nací y siento que él y yo hubiésemos sido buenos
amigos, porque yo amo a la gente como él, alguien que ha sido elegido
por los dioses y por eso Federico está en todo lo hermoso del mundo,
en una flor que nace".
El clímax del homenaje ocurrió cuando Vargas
y Baras conjugaron de forma incestuosa su arte: una cantaba con desgarro
los poemas y las estrofas del recuerdo, mientras la otra zapateaba hasta
el estremecimiento. Y todo bajo la sombra de un único testigo: el
nogal milenario, cuyas hojas aleteaban con la fuerza del viento, quizá
con la intención de dotar de magia poética y lorquiana a
un homenaje tan sentido.
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