México D.F. Miércoles 9 de junio de 2004
Enzo Traverso presenta en México Cosmópolis,
su nuevo libro
Pese al fundamentalismo oficial, persiste en EU una
''cultura de izquierda''
La complejidad del exilio judío incluye el radicalismo
de conservadores y progresistas
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Presentar a todos los judíos como defensores de
Ariel Sharon sería como afirmar que todos los musulmanes son terroristas
o defensores de Osama Bin Laden y tales reduccionismos no sirven para reflexionar
y solucionar el conflicto.
El
recordatorio lo hace en entrevista el académico italiano Enzo Traverso,
estudioso de la cuestión judía, autor del libro Cosmópolis,
que aborda lo que a su juicio es una de las experiencias culturales más
ricas e influyentes del siglo XX: el exilio intelectual judeo-alemán.
De acuerdo con la explicación de Traverso, la ascensión
de Hitler en Alemania, la consecuente nazificación de Europa, el
antisemitismo y el Holocausto dieron lugar a distintas respuestas.
Una fue, después de la Segunda Guerra Mundial,
la creación en Palestina del Estado israelí, donde germinó
el sionismo, expresión de la vertiente nacionalista del judaísmo.
Otra respuesta fue el exilio intelectual, ''matriz del
cosmopolitismo judío secularizado", la mayor parte del cual encontró
refugio en Estados Unidos.
Parias sin documentos, ni familia ni amigos
Según datos incluidos en Cosmópolis,
entre 1933 y 1938 ''más de 450 mil judíos de lengua alemana"
abandonaron la Europa Central nazificada. Parias sin papeles que perdieron
sus bienes, su trabajo, sus certezas, sus esperanzas, su familia y sus
amigos.
Traverso los compara con ''los emigrantes y exiliados
que hoy día llegan a Europa procedentes de Africa y Asia, también
escapando de guerras y genocidios".
De aquella masa de exiliados judeo-alemanes, los intelectuales
representaban sólo una pequeña parte, pero su impacto fue
de tal magnitud que -sostiene el especialista- los historiadores han hablado
''de un verdadero desplazamiento del eje del mundo occidental de un lado
al otro del Atlántico".
Filósofos, científicos, escritores, sociólogos
se asimilaron a la cultura estadunidense y la transformaron de modo radical:
''Antes de la Segunda Guerra Mundial, Europa miraba a Estados Unidos como
un país muy provinciano. Ya era una potencia en lo económico
y lo militar, pero en lo cultural era muy provinciano".
Con la diáspora, ''las universidades y los centros
de investigación más importantes de Estados Unidos y todas
las disciplinas fueron remoldeadas por los exiliados".
Un dato significativo es que hasta entonces ''todos los
premios Nobel eran europeos; creo que sin el exilio de los científicos
judíos, Estados Unidos no se hubiera podido construir la bomba atómica
que hizo explotar en 1945 y ganar la guerra".
Decepción con la Alemania estalinista
Enzo Traverso es doctor de la Ecole des Hautes Etudes
en Sciencies Sociales (EHESS) y profesor de ciencias políticas en
la Universidad Jules Verne de Amiens. Entre otras obras ha publicado Los
marxistas y la cuestión judía, Historia de un debate
(1997), La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz, Los
intelectuales (2001), El totalitarismo. Historia de un debate
(2001).
El título completo de su libro más reciente
publicado en México es Cosmópolis. Figuras del exilio
judeo-alemán, coeditado por el Instituto de Investigaciones
Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México
y la Fundación Cultural Eduardo Cohen. Escrito originalmente en
francés, la traducción al español es de Silvana Rabinovich.
De una ''inmensa constelación", Traverso se aproxima
en su libro sólo a algunos personajes del exilio judeo-alemán,
''ciertamente importantes", pero elegidos según ''mis gustos y afinidades":
Walter Benjamin, Joseph Roth, Teodor W. Adorno, Hannah Arendt y Siegfried
Kracauer.
Otro título del académico italiano editado
en México es La violencia nazi. Una genealogía europea,
publicado el año pasado por el Fondo de Cultura Económica.
Cuenta Traverso que después de la Segunda Guerra
Mundial, una pequeña parte del exilio intelectual judeo-alemán
quiso volver a Europa, sobre todo a la República Democrática
Alemana.
Fue por razones políticas: ''Con el advenimiento
del macartismo en Estados Unidos, veían con mucha esperanza a una
Alemania comunista que había luchado contra Hitler. Pero de inmediato
se decepcionaron porque pensaban regresar a la Alemania antifascista y
se encontraron con una Alemania estalinista".
Marcuse y la Escuela de Francfort
-Cuando se ve el actual papel de Estados Unidos en el
mundo, surge una pregunta: ¿qué fue de aquella vertiente
humanista sembrada por los intelectuales judeo-alemanes en la cultura estadunidense?
-Tampoco hay que tener una imagen en blanco y negro de
Estados Unidos. Es un país en el cual un gobierno hace la política
imperial, colonial que conocemos; que hace guerras para recolonizar partes
del mundo; que desarrolla el fundamentalismo occidental, tan negativo como
el islámico.
''Pero hay otro aspecto de Estados Unidos. En las universidades
de ese país persiste esa cultura humanística; hay quienes
luchan contra esa política neoliberal; hay una cultura de izquierda
que se alimenta y tiene sus raíces en la herencia del exilio judío".
Señala Traverso que la llamada ''nueva izquierda"
estadunidense que emergió en los años 60, tiene como principal
inspirador a Marcuse, uno de los filósofos del exilio judeo-alemán;
asimismo, la escuela de Francfort tiene una fuerte influencia en la cultura
estadunidense.
No obstante, el investigador aclara que no idealiza a
la diáspora intelectual: ''La cultura del exilio es muy plural,
tiene distintas tendencias: conservadoras e izquierdistas radicales; se
dice que una de las matrices de la administración Bush es la escuela
de ciencia política de Chicago, de Leo Strauss, un exiliado muy
conservador, casi reaccionario".
En resumen: ''No idealizo ese exilio judeo-alemán,
lo estudio en toda su complejidad, en toda su ambigüedad porque es
sin duda una herencia muy rica, muy importante".
(Cosmópolis. Figuras del exilio judeo-alemán
se presentará mañana a las 19 horas en la librería
Gandhi, ubicada en Miguel Angel de Quevedo 121, Chimalistac).
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