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México D.F. Miércoles 9 de junio de 2004
Carlos Martínez García
Un hereje en el paraíso
La unidad religioso política que se estaba resquebrajando en Europa a finales de la segunda década del siglo XVI fue percibida desde el catolicismo como resultado de los estragos iniciados a partir de la disidencia de un monje agustino, quien puso en duda la autoridad del Papa en asuntos de fe y defendió su derecho a examinar por sí mismo la Biblia. Ese monje fue Martín Lutero y con su traducción de las lenguas originales al alemán del Nuevo Testamento, en 1522, y de toda la Biblia, en 1534, puso en manos del pueblo herramientas antes inaccesibles que desataron fuerzas que nunca imaginó el teólogo de Wittenberg.
Las máximas autoridades religiosas y políticas católicas, que veían romperse sus dominios europeos, consideraron un acto providencial el descubrimiento del Nuevo Mundo y vieron en él una nueva oportunidad de construir la cristiandad, libre de la contaminación luterana. En este aspecto sintetizó bien la expectativa religiosa de los colonizadores Juan de Torquemada cuando, al referirse a la evangelización de la Nueva España, realizada a partir de 1524 por los 12 apóstoles franciscanos, encabezados por Martín de Valencia, escribió: "la capa de Cristo, que un Martín hereje rasgaba, otro Martín, católico y santo, remendaba". Ya que el daño estaba hecho en Europa, el paraíso novohispano debía ser resguardado de los demonios liderados por el heresiarca germano.
En la Nueva España hubo presencia de protestantes, pero no protestantismo. Existen varios estudios que documentan esa presencia y los controles inquisitoriales para erradicarla. Ahora contamos con una investigación fascinante de la doctora Alicia Mayer, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, que cuenta los temores y estereotipos que existieron sobre Lutero durante los tres siglos de la Colonia.
El trabajo de la historiadora es exhaustivo. En más de 600 cuartillas, que titula Lutero en el paraíso. La Nueva España en el espejo del reformador alemán, detalla que hacia la mitad del siglo XVI la imagen de Lutero en estas tierras estuvo presente en los escritos de los historiadores más importantes y en las crónicas que justificaban la Conquista. Durante el siglo XVII fue creado un arquetipo excesivamente negativo del reformador alemán, que se reflejó tanto en pinturas como en el lenguaje eclesiástico y popular. En la centuria siguiente, la del XVIII, las referencias a Lutero son analizadas en los sermones, en los que la emergente identidad nacional se basa más y más en la Virgen de Guadalupe.
En cierto sentido los hallazgos de Alicia Mayer, por la meticulosidad de la pesquisa y la dimensión de lo que nos descubre, representan un parteaguas en el conocimiento que se tenía de la producción cultural novohispana dedicada a vilipendiar a Lutero y de todo lo que representaba el peligro de que algunos de sus seguidores pudieran implantarse en lo que ahora es México. Una manera de que la investigación trascienda del estrecho círculo al que llegará si el libro solamente es publicado por la UNAM -es bien sabida la limitada distribución que tienen las editoriales universitarias- es que la documentada obra cuente con la participación coeditora del Fondo de Cultura Económica. El volumen puede tener perfecta cabida en la colección de historia. Creo que sería el espacio apropiado para una investigación que arroja nuevas luces sobre un pasado de intolerancia religiosa, que nos permite reconstruir con más elementos la Contrarreforma en México.
Cuatro años después de que Lutero hizo públicas sus 95 tesis, dirigidas principalmente contra la venta de indulgencias, compareció en la Dieta de Worms ante el emperador Carlos V y las autoridades eclesiásticas, que buscaban una retractación del disidente, objetivo que no lograron. En ese mismo año, 1521, cayó en poder de los conquistadores México-Tenochtitlan. Estos acontecimientos fueron contemporáneos, y sus repercusiones religiosas y culturales tuvieron efectos diametralmente opuestos. Así pasó y es un ejercicio ocioso preguntarse qué habría sucedido si no hubiera tenido lugar la llegada de los españoles al llamado Nuevo Mundo, o si en su lugar nos hubieran colonizado otras potencias europeas. No somos partidarios de la historia-ficción, preferimos ahondar en el conocimiento de lo que sí pasó y sus efectos socioculturales.
Como herencia cultural de haber sido un país cincelado religiosamente por la Contrarreforma, queda en variados sectores de la sociedad mexicana una imagen de Lutero muy parecida a los estigmas explicados en la investigación de Alicia Mayer. No es casual, ni fruto de la generación espontánea, que líderes de opinión recurran constantemente al dicho "la Iglesia en manos de Lutero" para señalar el extremo peligro en que se encuentra una institución por tener al frente un personaje rapaz, que destroza en lugar de resguardar. Tenemos el caso de un director editorial de importante diario de circulación nacional que con frecuencia usa la frase estigmatizadora. Pero ese es tema de otra investigación.
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