Antonio Gershenson

ƑParalización política final?

Hace unos años, especialmente desde que dejó de haber un partido con mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, era común un comentario en el sentido de que en el último periodo de sesiones de la legislatura, y en general en el semestre anterior al día de las elecciones federales, ya no se podría aprobar nada importante. Y lo comentado era, al mismo tiempo, un hecho. Los partidos sentían la necesidad de afirmar su identidad ante los electores, y por lo tanto no iban a ceder en sus posiciones en aras de algún acuerdo. Y sin éste, al no haber partido mayoritario, pues nada se podría aprobar. Y en los finales de sexenio, la parálisis política seguiría hasta el fin del año, porque el nuevo gobierno tomaría posesión hasta el primero de diciembre, ya con un presupuesto heredado y sin posibilidades de hacer gran cosa antes del año siguiente al de la elección. Un año en total, el último de cada sexenio.

Ahora, si en efecto no se puede sacar, como parece, ni la reforma política del Distrito Federal, ni una reforma política nacional en puntos en los que se supone que no hay una discrepancia medular, ni otros puntos en los que ha habido un cierto consenso, tal vez se esté anunciando la ampliación de ese periodo de parálisis política. La elección de 2006 ya está determinando puntapiés por abajo de la mesa, un clima de polarización y, tal vez, también la cancelación de reformas legales en las que aparentemente había acuerdos en lo general. Si esto sucede, tendremos una ampliación del periodo de parálisis política a más de dos años y medio, desde mediados de 2004 hasta finales de 2006, inclusive.

En varios casos, esta parálisis política se ha extendido a lo económico. Y si en este sexenio prácticamente no hemos tenido crecimiento, Ƒqué podemos esperar para los próximos meses, no digamos en 2005, en que a mediados de año se iniciarían las elecciones primarias, con sus campañas, en dos de los tres principales partidos? Ya no digamos en 2006.

Estos días pueden representar la última oportunidad. El que eso se pueda lograr implica, obviamente, el cese del hostigamiento al posible candidato con mayor aceptación en las encuestas. Implica el cese de agresiones en general en el plano de los partidos políticos y de todos los posibles relacionados con el proceso que formalmente no se ha iniciado, ni debería hacerlo, si nos atenemos a los plazos legales, pero en el que ya incluso el Presidente dio una señal de "arranquen".

Hay algunos indicios, todavía insuficientes, en el sentido de que pueda haber una atenuación en las tensiones. El secretario de Energía aceptó públicamente que no hay consenso en lo que ellos han llamado reforma eléctrica, cuando que había antes un continuo martilleo para presionar a los legisladores para que la aprueben. Se había anunciado que se repetirían los concursos para las dos extensiones de terreno para los que se quiso aplicar los llamados contratos de servicios múltiples, pero que las anteriores licitaciones se declararon desiertas; estamos a finales de mayo y no hay nada en ese sentido. No prejuzgo en este caso intenciones, sino simplemente señalo los hechos.

Es importante que se concrete una distensión política. De todos modos tenemos una situación recesiva. De todos modos el Banco de México retira sumas importantes de dinero de la circulación. De todos modos Hacienda frena el ejercicio de presupuestos de por sí, en varios casos, insuficientes, y esta situación se agudiza aún más cada vez que se producen las mencionadas agresiones u hostigamientos.

Tampoco los discursos optimistas han servido ante la recesión. Han podido más las mencionadas medidas recesivas. Es muy deseable, entonces, que algo que sí parece posible, como es un periodo de relativa estabilidad política, se pueda dar.