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México D.F. Jueves 27 de mayo de 2004

Angel Guerra Cabrera

Bush, en pánico

El primer acto de la nueva ofensiva mediática de Bush II sobre Irak resultó una reiteración del ya conocido stay the course (mantener el rumbo), el mismo que "conduce a las cataratas del Niágara", según la gráfica imagen que utilizó en el programa estelar 60 Minutos el general Anthony Zinni, ex jefe del comando central de Estados Unidos y experto en Medio Oriente

Si no hubo nada nuevo en las palabras del emperador, salvo el teatral anuncio de la demolición del centro de torturas de Abu Ghraib, sí lo hubo en el tono, descafeinada la arrogancia de sus anteriores arengas marciales. Sin ruborizarse apeló a la ONU -que antes había amenazado con relegar a un papel "irrelevante" si no le servía de comparsa en la aventura- y, por supuesto, a la "vieja" Europa, para que a toro pasado dé la bendición a la ocupación, el saqueo y los crímenes de guerra en Irak. Es la señal de que todo le ha salido mal en el país árabe y de que ni él ni sus sesudos ideólogos neoconservadores tienen idea de cómo salir del pantano. A lo más que atinan es a seguir hundiéndose. ƑQué tal esta sentencia de Bush, obviamente referida a la imposibilidad de capturar la heroica Fallujah, Najaf y otras ciudades en armas sin dejar piedra sobre piedra?: "Haremos todo lo que sea necesario, por la fuerza moderada o por la fuerza avasalladora, para lograr un Irak estable".

Cunde el pánico entre los actuales inquilinos de la Casa Blanca, horrorizados por la amenaza cierta de ver hundirse su quimera nazi casi al nacer, en las próximas elecciones de noviembre. Es evidente la guerra para sacarlos cuanto antes de la escena declarada por el sector realista de la plutocracia norteña, consciente del grave peligro de que su conducta fanática empuje al imperio al abismo. Ello explica el tropel de acontecimientos: la masiva difusión de videos y del informe del general Taguba sobre la tortura en Abu Ghraib, las revelaciones sobre la intención de atacar Irak desde la llegada de los bushistas y de las mentiras montadas aprovechando la tragedia del 11 de septiembre, las andanadas contra el mandatario de numerosos ex jefes militares y el reciente giro de importantes medios a una actitud crítica respecto de la conducción de la guerra. Es el caso de The New York Times, que dos días después de que Bush explicara lo ocurrido en el reclusorio de Bagdad como obra de "unos pocos soldados" destacaba en su primera plana un informe interno del ejército que muestra la tortura y el asesinato de prisioneros como un hecho generalizado en numerosas unidades militares desde el inicio de la campaña, tanto en Afganistán como en Irak.

El Bush que habló en el Colegio de Guerra de Carlisle, Pennsylvania, era una caricatura del triunfal comandante en jefe que declaró el fin de la guerra a bordo del portaviones Roosevelt, cuando ésta recién comenzaba. Pese a la complacencia de la audiencia elegida, a duras penas consiguió arrancarle algunos aplausos, acosado por una parte de la elite del poder estadunidense, desacreditado internacionalmente, disminuida su aceptación en casa por el desempleo, el recorte de los programas sociales y el inocultable fracaso en Irak.

Pero no nos engañemos, la pandilla neoconservadora no está dispuesta a entregar la Casa Blanca en noviembre a un "apaciguador" como Kerry, y si es necesario recurrirá, como en 2000, a otro golpe de Estado para impedirlo. No importa que el discurso de aquél sobre Irak y Palestina sea punto menos que una réplica del empleado por su contrincante. Allí está el sorpresivo anuncio, sospechosamente cuando se de-rrumba la popularidad de Bush, de que se espera una acción terrorista a gran escala en Estados Unidos.

Bush, debe reconocerse, superó su probada capacidad de cinismo al prometer una "completa" soberanía a Irak después que el nuevo gobierno designado por sus bayonetas asuma el 30 de junio. No es improbable que haya logrado engañar a muchos de sus conciudadanos, más cuando es casi segura la complicidad de Europa -que en Guadalajara se niega a condenar las torturas yanquis- en la mascarada. Con algunos afeites, se tragará la desvergonzada resolución en-viada por Washington al Consejo de Seguridad de la ONU otorgando impunidad a los ocupantes, que pasarán a ser "invitados" del régimen títere.

Pero quienes tienen más que ningún po-der en la Tierra, la última palabra sobre el futuro de Bush, y acaso del imperio, son los iraquíes, que no tardaron en rechazar el último dictado del emperador.

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