La receta de Lula es... AUSTERIDAD | 17 de mayo de 2004 | |
Jonathan Weathley, Sao Paulo - Quiero saber su opinión respecto de la situación en Brasil, en especial sobre la cuestión social planteó un periodista a James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial, el mes pasado en Washington. - A menudo parece, con mis opiniones, que
estuviera en la nómina del presidente Lula La inflación está bajo control, el Congreso ha aprobado las reformas más polémicas y hay signos de que la recuperación económica, que mostró tanta resistencia en 2003, está en marcha. Así, a Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente brasileño de izquierda, se le puede perdonar cierto grado de autocomplacencia cuando ha completado un tercio de su mandato de cuatro años. Pero no es probable que Lula se sienta muy cómodo. Los efectos del lento crecimiento de la economía han empezado a mostrarse en las encuestas de opinión. Un escándalo político a principios año ha dado indicios de una inadecuada administración política que ha llevado a la primera gran derrota del gobierno en el Congreso. Si la economía no viene al rescate, el Partido de los Trabajadores (PT) puede encaminarse a serios problemas en las elecciones municipales de octubre próximo. Todo empezó tan bien. La adhesión de Lula a la estricta disciplina fiscal del gobierno anterior de Fernando Henrique Cardoso evitó la inminencia del desastre en 2003. La moneda, que se había depreciado a casi cuatro reales por dólar en octubre de 2002, ha estado a casi 2.90 por dólar durante la mayor parte de los últimos seis meses. El premio que demandan los inversionistas en bonos brasileños por encima de los bonos del Tesoro estadunidense cayó de más de 2 mil 300 puntos base (23 puntos porcentuales) a casi 500 puntos base (cinco puntos porcentuales) en el mismo lapso. La inflación anual hasta abril respecto del mismo mes de 2003, medida por los precios al consumidor, fue de 5.26 por ciento, el nivel más bajo desde julio de 1999 y la primera vez desde 2000 en que esa tasa ha estado en el rango de las metas fijadas por el banco central. Lula tuvo éxito incluso donde el gobierno de Cardoso había fallado para asegurar la aprobación legislativa para la reforma al sistema de bienestar brasileño. No es de sorprenderse que Lula y su equipo hayan sido consistentemente alabados por los altos mandos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Pero el precio de la austeridad ha sido... austeridad. Lula hizo su campaña a la presidencia con la promesa del "espectáculo del crecimiento", algo que los brasileños estaban desesperados por ver luego de un promedio de expansión del producto apenas por encima de 2 por ciento durante los ocho años del gobierno de Cardoso. Pero en 2003 la economía se contrajo 0.2 por ciento. La promesa de Lula de crear trabajos ha empezado a sonar igualmente hueca mientras el desempleo continúa al alza. Tan sólo en el Gran Sao Paulo el número de personas sin empleo llegó a 2 millones en marzo, equivalente a 20.6 por ciento de la población económicamente activa. Otra de las promesas de campaña, duplicar el valor de salario mínimo mensual, tampoco se va a cumplir y el gobierno ha anunciado un incremento aplicable a fines de abril entre 240 y 260 reales, sólo 1.2 por ciento en términos reales. Entretanto, los programas sociales tan estimados por Lula han sido echados a un lado en una mezcla de incompetencia administrativa y de conflictos entre las entidades responsables. En febrero, uno de los principales ayudantes del jefe del gabinete de Lula fue denunciado por solicitar a líderes del juego ilegal cohecho y contribuciones de campaña para el PT en 2002, con lo que manchó la imagen limpia que había mantenido el partido. La reacción de Lula fue emitir un decreto para cerrar los salones de bingo (ilegales, pero que operaban gracias a un amparo judicial). El decreto debía ser ratificado por el Senado, pero a principios de mayo los senadores se negaron a hacerlo. Este hecho reveló la incompetencia de la gestión política del PT y la disposición de los supuestos aliados del gobierno en otros partidos para traicionarlo si, como ha sido el caso, tarda en formular los nombramientos políticos ofrecidos. Todo esto se ha empezado a mostrar en las encuestas de opinión. A fines de marzo el apoyo al gobierno había caído a 28 por ciento, luego de haber alcanzado 41 por ciento en diciembre pasado. La
ironía es que los electores parecen cansados cuando las cosas
empezarían a mejorar. Una serie de indicadores de las ventas
industriales, las de bienes de consumo duradero y comida sugieren que
la economía puede crecer hasta 3.5 por ciento este año.
Pero la
recuperación es aún débil y está jalada
más por las exportaciones que
por el mercado interno. Al tiempo que se inicia la campaña para
las
elecciones municipales de octubre, los electores quieren sentir los
efectos del crecimiento. En caso contrario podrían dar una
señal de
alarma al gobierno a la mitad de su mandato
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Foto: AFP
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