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México D.F. Martes 11 de mayo de 2004
Magdalena Gómez
Las izquierdas y las autonomías
El binomio que anuncio ha guardado escaso contacto entre sí a lo largo de la historia. La demanda autonómica indígena cuenta con una escasa acogida en los estudios teóricos de las diversas disciplinas: la antropología, su más cercana, prefirió durante décadas realizar estudios sobre la organización social, cosmovisión, entre otros, formas de gobierno incluso, pero sin dar cuenta del sujeto político, del sujeto excluido entre los excluidos; convirtió así en objeto de estudio lo que en las políticas públicas se tradujo en objeto de atención, de precaria y asistencialista atención.
En el campo de la ciencia política se ha bordado prolíficamente sobre el avance "civilizatorio" de la democracia representativa y con ella de los partidos políticos, descalificando de entrada las formas llamadas "atrasadas" de la democracia directa. Así podríamos abordar cada uno de los ámbitos teóricos y encontraremos evidencias de este virtual desconocimiento, de este etnocidio teórico, de esta ceguera. Hay excepciones notables en los trabajos destacados de Miguel León-Portilla, Luis Villoro, entre otros, que se han orientado hacia la postulación y defensa de la autonomía de los pueblos indígenas.
Tratándose del derecho, sobre todo la corriente positivista acogiéndose al paradigma liberal, ha establecido como verdad absoluta que sólo las personas pueden ser titulares de derechos, individuales por supuesto, ni hablar de derechos de pueblos, de derechos colectivos. Se ha negado históricamente la realidad de los pueblos que encierran pueblos.
Y si pasamos al terreno de los proyectos políticos de las izquierdas encontraremos un fenómeno históricamente similar: el análisis de clase colocó a los pueblos indígenas como parte del campesinado y así se les identificó, sobretodo en la zona andina, pero no sólo ahí. Guatemala, país mayoritariamente indígena, llevó a cabo un proceso revolucionario durante tres décadas omitiendo casi totalmente la reivindicación de la presencia indígena, presencia que no fue de mera observación: pueblos enteros se organizaron, fueron arrasados, masacrados con sus sistemas de autoridades, con sus culturas y de ellos sólo se dio cuenta como la estadística del número de víctimas, pero así han sido las llamadas "vanguardias", así se han comportado. Los partidos políticos no han mostrado posturas distintas.
Los procesos de resistencia de los pueblos indígenas y de defensa de una autonomía en los hechos son obviamente previos a la emergencia zapatista; sin embargo, es innegable que a partir de 1994 se potenciaron las condiciones de la lucha autonómica. A partir de ahí, el EZLN impulsó algunas iniciativas que dieran continuidad a la relación de la sociedad civil y el zapatismo, con un resultado dispar. Entre los encuentros fructíferos quisiera destacar la decisión de invitarles a participar en la mesa de derecho y cultura indígenas, en especial a los pueblos indígenas y sus organizaciones.
Esta experiencia queda entre los saldos inéditos y favorables; ahí se realizaron tres diálogos simultáneos, uno entre los pueblos indígenas, otro entre pueblos indígenas y sectores no indígenas, y el resultado de ambos se defendió ante el gobierno federal. Como sabemos, de ahí salieron los históricos acuerdos de San Andrés que se han convertido en programa de acción para los pueblos indígenas para continuar su resistencia y construcción autonómica por la vía de los hechos.
Las juntas de buen gobierno constituyen uno de los paradigmas de la autonomía indígena dentro y fuera del país; el anuncio de su creación ha provocado los más diversos análisis, algunos asumen que con su formación se ha dado la razón a la propuesta de regiones autónomas que se discutió en San Andrés. Sin embargo, hay una diferencia radical: para los zapatistas las regiones se construyen desde abajo, desde la comunidad y no como un decreto que divida al territorio y establezca regiones sin referente de tejido y de reconstitución. En contraste, hay quienes ubican a la autonomía como una estrategia de identidad, resistencia y diversidad. Y señalan: "mientras no se entienda esto, la discusión en torno a la autonomía parecerá un pleito en aras de un matiz en la teoría del Estado, no en la teoría del mundo. Los acuerdos de San Andrés fueron tan pertinentes justo porque pudieron hacer una formulación jurídica de la manera de llevar a la práctica la autonomía." (Ramón Vera en la revista Rebeldía, número12)
Los zapatistas han insistido en recordarnos que cada pueblo avanza en su reconstitución a su ritmo y con sus modos, que en Chiapas las juntas de buen gobierno, Los caracoles, no se anunciaron como "el modelo" autonómico. En ese camino habrán de encontrarse con los otros sectores no indígenas para demostrar que otro México es posible. Esa es la lección clave del primero de enero de 1994
(Síntesis de la ponencia presentada en el seminario Las izquierdas en México y América Latina)
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