GARROTES Y
ZANAHORIAS |
10 de mayo de 2004 | |
El peso ha ido perdiendo valor frente al dólar de manera continua en las últimas semanas. El Banco de México (BdeM) no ha planteado una posición al respecto, pues dice no tener ningún objetivo respecto del tipo de cambio y la tasa de interés. Esto es bastante elocuente en cuanto a los criterios que determinan la política económica del gobierno. La autoridad responsable, por mandato constitucional, de salvaguardar el valor de la moneda nacional no se fija metas con respecto de dos variables clave que afectan la solvencia del peso. El artículo 28 de la Constitución dice: "El Estado tendrá un banco central que será autónomo en el ejercicio de sus funciones y en su administración. Su objetivo prioritario será procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional, fortaleciendo con ello la rectoría del desarrollo nacional que corresponde al Estado". Vale la pena preguntarse si el banco central entidad estatal que tiene esta obligación tan relevante para el desempeño de la economía y para el desarrollo cumple a cabalidad. Cuando el peso se deprecia frente al dólar se encarecen las importaciones, lo que repercute de modo adverso en el nivel de los precios internos, es decir, tiende a crecer la inflación por efecto de los costos. Por otra parte, cuando se va creando la expectativa de que el tipo de cambio seguirá depreciándose se demandan más dólares para protegerse de la pérdida de valor del peso. Para evitar que esa demanda presione adicionalmente al tipo de cambio, se tienen que elevar las tasas de interés para que los inversionistas se mantengan en pesos. El entorno económico que prevalece en México es cada vez más incierto. La inflación tiene registros bastante bajos, en la primera quincena de abril se reportó cero por ciento de aumento en el nivel de los precios. Así, la meta de la estabilización se consigue en los márgenes establecidos en el programa monetario. Pero el BdeM no tiene objetivos explícitos para mantener ciertos niveles de las tasas de interés, sino que usa mecanismos de control de la cantidad de dinero que circula en la economía, como las subastas semanales de Cetes a los bancos y también los recortes de los recursos que ellos pueden usar en sus transacciones, el corto. En esto difiere de manera muy clara de la Reserva Federal de Estados Unidos, que fija directamente la tasa de interés como instrumento esencial de control de la inflación y para promover la inversión productiva. Se supone que en la medida en que la inflación converja con la de Estados Unidos debe reducirse de modo significativo la presión sobre el tipo de cambio. Sin embargo, éste se deprecia a pesar de todo. Además, se han acumulado grandes reservas internacionales que deberían soportar el valor del peso frente al dólar, pues no hay problema de oferta de esa moneda. No hay vencimientos de deuda externa que ejerzan una presión sobre dicha oferta y se reciben muchos millones de dólares al año por concepto de remesas familiares. Aun con la devaluación del peso, las tasas de interés de los Cetes no se han elevado de modo brusco. La situación no parece corresponder al modo en que deberían funcionar los mercados. Lo que está deteniendo la inflación es la falta de crecimiento de la producción, el estancamiento crónico. Es decir, no hay correspondencia entre la condición de bajo crecimiento de los precios y la capacidad de aumentar la actividad productiva, el empleo y los ingresos de las familias. ¿De
qué sirve la
estabilidad? El BdeM ha señalado en informes recientes que no
sólo la
recuperación de la economía es muy débil, sino que
el país ha dejado de
ser atractivo para la inversión externa. ¿No
debería desprenderse de
esto una severa autocrítica de la política monetaria que
se aplica? §
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