México D.F. Viernes 7 de mayo de 2004
José Cueli
Graciela Iturbide: vuelo de altura
En el número más reciente de la Revista de la Universidad de México aparece un fascinante reportaje fotográfico de Graciela Iturbide de la serie Pájaros. Más que fotogra-fías son imágenes cargadas de poesía, enigma, misterio y belleza, que nos conducen a evocar la trayectoria de la artista que semeja la historia de un vuelo sin precedentes.
Nacida en el seno de una familia conservadora, creció en un ambiente que Iturbide califica de cultural y moralmente restrictivo. Su padre, fotógrafo amateur, de alguna manera la acercó al mundo de la fotografía. La pequeña Graciela y su mirada inquieta la conducen a fascinarse con las imágenes de la revista Life. Su educación en colegios de religiosas la rodea de imágenes de ángeles, vírgenes y santos.
De acuerdo con las expectativas familiares y sociales, se casó y tiene tres hijos; ingresó al Centro de Estudios Cinematográficos en 1969. Esta carrera le abrió los ojos a un nuevo mundo cultural y político. Entonces empezó a desplegar sus alas. Más tarde se convirtió en alumna destacada de Manuel Alvarez Bravo, quien le hizo interesarse en la exploración de México. Incursionó en el mundo de los pintores y escritores y su horizonte se amplía todavía más.
Comenzaron los viajes en los que la mirada privilegiada de Iturbide logra captar lo esencial, lo íntimo, lo bello y lo grotesco no sólo de las ciudades, sino de los individuos. Convive con ellos más allá de un simple encuentro. En sus imágenes se puede percibir la complicidad y la comunión de espíritu.
Las alas de Iturbide siguen creciendo, alas en su alma y en su mirada interior, y es entonces que sus imágenes alcanzan un grado de perfección técnica que resulta sorprendente. Pero su vuelo la lleva más lejos, estas fotografías se cargan de poesía adquiriendo la capacidad de llegar a tocar las fibras más íntimas del alma del observador.
Aparecen múltiples libros y reconocimientos importantes. Graciela Iturbide, viajera incansable, no se arredra ante el peligro ni las incomodidades. Viaja por todo el mundo para brindarnos imágenes de belleza extrema y como ejemplo tenemos sus trabajos en la India y en Juchitán, por mencionar algunos. Lo mismo aborda la muerte que la vida, lo bello o lo siniestro, lo cotidiano que lo exótico. Su mirada ha aprendido a volar en cielos despejados o borrascosos; su vuelo no tiene límite. Eso le ha ganado, por tanto, ser una fotógrafa reconocida y admirada en el ámbito internacional.
La serie Pájaros, a la que corresponden las imágenes que comento resulta deslumbrante no sólo por la perfección y el dominio técnico, sino por la capacidad que poseen de establecer diálogo con lo más íntimo del observador.
Son imágenes poéticas, oníricas, sugerentes, íntimas, abiertas a la multiplicidad de sentidos y discursos que se deslizan sin dificultad de la retina al alma de quien las mira. La belleza de las mismas nos conduce a establecer un doble diálogo, un doble vínculo: uno con la imagen que se multiplica como imágenes caleidoscópicas en nuestro interior y otro con la fotógrafa, con la artista, con la mujer, con su búsqueda.
Ante una obra tan extensa y de tanta calidad es difícil determinar cual será el más fascinante de sus trabajos, pero en diálogo interior con esta serie, podría decir que estas imágenes me emocionan porque veo en ellas la trayectoria de una artista, de una mujer de ''altos vuelos" cuya obra confirma que la fotografía merece el título de arte en la más plena expresión de la palabra.
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