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México D.F. Jueves 6 de mayo de 2004

Olga Harmony

De la mañana a la medianoche

Georg Kaiser es tenido como el máximo exponente del expresionismo dramático alemán. Como muchos otros autores de 舖舖un arte decadente舡, sus obras fueron quemadas por las hordas hitlerianas, pero, ya muy conocido en el resto del mundo, su teatro perdura aunque poco lo conocemos en México. Es bien sabido que Kaiser llevó a los extremos esa rebelión contra el naturalismo, la 舖舖otra objetividad舡 que se mostró en el desprecio por el psicologismo, la exteriorización de los sentimientos y el manejo de símbolos. Se le ha considerado el más glacial de los autores expresionistas y Benjamín Cremieux (tomo la cita del prólogo aparecido en 1938 para la edición de tres de sus obras hecha en Argentina por Editorial Losada) hace hincapié en 舖舖el gusto por la acción gratuita y fortuita que traduce lo irracional, el caos de la vida y un color político...舡, etcétera, lo que resulta muy evidente en De la mañana a la medianoche.

Resulta muy difícil reproducir la manera expresionista de escenificar, sobre todo en el aspecto de las actuaciones, que podemos conocer por algunas películas silentes, aunque directores mexicanos lo han intentado, como Germán Castillo con su versión de Los signos del Zodiaco de Sergio Magaña o Luis de Tavira con el montaje de Guía de turistas de Botho Strauss, por citar algunos. Alejandro Velis no tiene esa intención en esta adaptación que hace con Verónica Musalem del texto de Kaiser, al que da una intención diferente a la del autor alemán, mostrando la futilidad de la vida al equipararla con una carrera de relevos, aunque no se pierda del todo la crítica al poder del dinero que el dramaturgo alemán hace en su obra y se mantenga la exteriorización de los sentimientos mediante otros recursos. Los adaptadores suprimen algunos pasajes y escenas enteras, como la que da principio a la segunda parte, la de la familia del protagonista, y la del final del cabaret en que los caballeros se apropian del dinero depositado por el cajero, estafando al pobre mesero. Reducen los personajes, dando algunos parlamentos a otros y añaden, en lugar de la figura que la nieve forma en el árbol del bosque 舑por otra parte no realista舑, a una muda mujer de máscara blanca y vestido de gala. Asimismo, en su símil de la vida con una carrera de relevos, dan varias escenas de la carrera y agregan parlamentos a los árbitros con un principio no contemplado en el original, que sitúa en el estadio Olímpico de Berlín en 1929.

Alejandro Velis procura los equivalentes al modo expresionista a base de proyecciones de video 舑debidas a Sergio Carreón舑 que lo mismo muestran exteriores realistas de la época que los sentimientos del protagonista, por ejemplo entre éste y la dama en el hotel de ella, en que se juega con el cuadro de Cranach, haciendo énfasis en la serpiente tentadora, para hacer evidente la caída de ese mísero Adán que es el cajero. La escenografía de Alejandro Nava consiste en un anillo giratorio alrededor del panel en donde se proyectan los videos y que ubica los diferentes escenarios de la acción, el escaso mobiliario es refinado y de época y la abstracción sólo se mostrará en el árbol dorado que avanza, cuando el panel se abre 舑se volverá a abrir para la escena del Ejército de Salvación舑 en la bruma y en la carrera en cámara lenta en algunos momentos.

Algunos actores doblan papeles muy diferentes entre sí y lo hacen con gran solvencia, pero el espacio me impide nombrarlos a todos, aunque me gustaría destacar a Julieta Ortiz y Clarissa Malheiros. El excelente Joaquín Cosío es el Cajero (los personajes no tienen nombre, lo que es muy común en el teatro expresionista) que dilapida su vida en la búsqueda de una respuesta que nunca obtiene.

El estupendo vestuario diseñado por Berta Romero, la escenofonía de Rodolfo Sánchez Alvarado, la letra y música original de Ignacio Torre, la iluminación de Tania Rodríguez y la coreografía de Evelia Kochen, apoyan en mucho este montaje que revive a un importante autor ya olvidado en nuestros escenarios sin atenerse a dogmas de puesta en escena, sino experimentando, con ayuda de las nuevas técnicas, las equivalencias del teatro expresionista. Es muy posible que algunos le reprochen esto a Alejandro Velis, pero lo que nos presenta es muy válido e interesante.

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