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México D.F. Jueves 6 de mayo de 2004

Octavio Rodríguez Araujo

Fox ante Cuba y EU

El asunto es un problema de ideología; todo lo demás es la búsqueda de explicaciones, que en realidad no hay que buscar, pues están ahí, a la vista. Los gobiernos de derecha, de esa vieja derecha conservadora y anticomunista (que cualquiera diría que es obsoleta), son los que ven en Cuba un problema, incluso una amenaza. Y una amenaza no porque los derechos humanos no se respeten (con este parámetro Estados Unidos, México y decenas de países en el mundo serían una amenaza) o porque estén presos 75 disidentes acusados de ser mercenarios, con o sin razón.

No, la amenaza es porque el pueblo y el gobierno cubanos no se han doblegado a los gobiernos de Estados Unidos, a pesar del bloqueo de cuatro décadas. La amenaza es porque el pueblo y el gobierno cubanos han querido construir un sistema económico distinto al capitalista y porque, a pesar del bloqueo y de la suspensión de la nada despreciable ayuda soviética, Cuba ha salido adelante y tiene un lugar más alto que muchos países de América Latina, incluido México, en el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre desarrollo humano. Esta ha sido y es la amenaza para todos los gobiernos de Estados Unidos y ahora para el de México, coincidentes como nunca en ideología. Vale señalar que Salinas y Zedillo, antes de Fox, ya habían dado muestras de hostilidad hacia Cuba, como fue documentado en su momento, y que ambos ex presidentes fueron también neoliberales, sumisos al poder estadunidense y complacientes con la jerarquía católica y con el Vaticano (también anticomunistas furiosos).

México es de los pocos países, junto con Estados Unidos, Colombia y Perú (y hace unas semanas España y Austria) donde la derecha y la ultraderecha gobiernan con claro predominio de esta última corriente. El anticomunismo, supuestamente triunfante con la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, rechaza tajantemente, como fenómeno inadmisible, que a 90 millas de Estados Unidos un pueblo con pocos recursos económicos no suscriba las también supuestas bondades del capitalismo y de las formas de vida del país más poderoso de la Tierra.

Si Cuba fuera un país inmenso como China y tuviera armamentos nu-cleares, Estados Unidos y sus empleados de diversas nacionalidades repartidos en el mundo no le darían trato especial ni tratarían de borrarla del mapa. Nixon, quien fue tan anticomunista como sus antecesores y sucesores, no vio inconveniente alguno, al contrario, para establecer relaciones diplomáticas y comerciales con China. Y nadie lo criticó, ni los guanajuatenses de León, que en aquellos años acusaron a Echeverría de ser comunista por haber establecido relaciones con un país calificado también, como Cuba, de ser socialista, aunque no lo fuera. (Recuerdo muy bien que criticaban a Echeverría, pero no a Nixon: el primero era comunista, el segundo un hombre visionario que quería que la Coca-Cola pudiera ampliar su mercado. Así pensaban los coterráneos de Fox en aquellos años y sobre ellos escribí un artículo que recuerdo muy bien. Así siguen pensando ésos y otros guanajuatenses, pero el problema es que ahora uno de ellos gobierna el país.)

La ideología de derecha-ultraderecha del gobierno de Fox no sólo es notoria por la relación subordinada con el gobierno de Washington y la política de éste con Cuba, sino también porque nuestro gobierno (¿nuestro?) está llevando a cabo una política francamente reaccionaria, confesional, vulgarmente pro empresarial y muy poco apegada a la protesta que Fox hizo al tomar posesión de acuerdo con el artículo 87 constitucional, pues no ha sido patriota ni ha mirado 舠en todo por el bien y prosperidad de la Unión舡.

Y ya que me refiero a la Constitución Política de México, en el artículo 89 se señala que el titular del Poder Ejecutivo deberá observar, como principio normativo, la autodeterminación de los pueblos y la no intervención, principios que con relación a Cuba han sido desdeñados olímpicamente, y no me refiero sólo a la coyuntura actual y al voto en la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, sino desde antes, desde que Castañeda era secretario de Relaciones Exteriores.

No hay ningún artículo constitucional que expresamente prohíba al presidente de la República subordinarse ideológicamente al gobierno de Washington, pero se entiende que cualquier mexicano que colabore con una potencia extranjera, sin autorización del Congreso de la Unión, provocaría sospechas de poner en peligro la soberanía e integridad de la nación. Si Fox se hace cómplice de la escalada de Estados Unidos contra Cuba, que cada día es más evidente, no sólo estaría violando los principios normativos en asuntos de política exterior, sino que pondría en entredicho su patriotismo y el que debe a los mexicanos como gobernante. México no es, por historia y vocación, un país intervencionista, y esto lo debería entender Fox, a pesar de la carga ideológica que marca sus acciones.

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