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México D.F. Jueves 6 de mayo de 2004
Soledad Loaeza
Cosecha de votantes
El hambre de votos de
los políticos nunca se acaba (parafraseando ese himno feminista por
excelencia: la 舠cosecha de mujeres舡). Para conseguir aunque sea
un voto los aspirantes al poder están dispuestos a cualquier cosa:
otorgan contratos de obra, regalan máquinas de coser o paletas
Mimí. Prometen el sol y las estrellas, le dan la espalda a su propio
pasado, le dan la vuelta a su presente; se envuelven en la bandera nacional
o la esconden detrás de causas universales. Encaran molinos de
viento en el Caribe o explotan la imaginación popular y construyen
conspiraciones de arena en el corazón del Distrito Federal. Aunque
para ellos las ventajas de un voto son obvias, para el elector la ventaja
de votar por ese candidato en particular lo son menos. Así, para
políticos y partidos en México el voto de los mexicanos en el
exterior puede traer la codiciada proporción de votos; sin embargo,
para esos electores potenciales el dicho voto tiene desventajas potenciales
para su vida en Estados Unidos 舑donde vive 95 por ciento de los
mexicanos en el exterior舑, que no podemos ignorar.
La ansiedad de la urna ha inspirado desde hace
más de 10 años las presiones por otorgar el voto a los
mexicanos residentes en el extranjero. La demanda de este derecho
surgió entre las comunidades mexicanas en Estados Unidos mucho antes
de que Cuauhtémoc Cárdenas buscara su apoyo en 1988.
Más todavía, en la campaña presidencial de 1946 tanto
Miguel Alemán, entonces candidato del partido oficial, como Ezequiel
Padilla, ex canciller convertido en disidente del mismo partido, buscaron
involucrar a las comunidades mexicanas en Texas en la elección. No
obstante, luego de calcular con seriedad los riesgos de ese tipo de
movilización, ambos candidatos renunciaron a una estrategia que
podía llevarlos a una colusión directa con el gobierno de
Washington. Por ejemplo, el Departamento de Estado llamó la
atención al entonces gobernador de Texas para recordarle que la ley
prohibía a políticos extranjeros hacer campaña en
territorio estadunidense; diversas organizaciones mexicano-estadunidenses
sintieron, a su vez, la necesidad de reiterar su falta de interés
por participar en esas campañas, así como su lealtad a las
instituciones de Estados Unidos.
En los noventa el voto de los mexicanos en el
exterior se convirtió en tema de debate nacional. En más de
un caso por las malas razones. Primero los partidos de oposición,
con base en el principio de que los emigrantes votan primero con los pies,
empezaron a soñar con la movilización de millones de
electores en el extranjero 舑veáse Estados Unidos舑 para
derrotar al PRI. Con el tiempo éste se sumó a estas
aspiraciones, acicateado por la competencia y confiado en que los
emigrantes mantienen una sensibilidad educada en la era priísta.
Ahora hasta los candidatos sin partido miran hacia las comunidades
mexicanas en el exterior en busca de caminos para dar el esquinazo a los
tres grandes partidos.
Es incontestable que los mexicanos residentes en el
extranjero no han perdido el derecho al voto, ni mucho menos renunciado a
él porque viven en otro país. Más todavía, las
dimensiones de las remesas que envían a México son un
poderoso argumento en favor de esta causa; así lo ha reconocido el
estado de Zacatecas, y probablemente querrán hacerlo otros
más, porque la posibilidad de votar y ser votados, esto es, de
influir en la vida de sus comunidades de origen es una justa
retribución a su apoyo material a esas mismas comunidades. Sin
embargo, cabe preguntarse cuáles son las implicaciones del voto en
el extranjero para la vida cotidiana de los mexicanos en Estados Unidos.
Esta es una discusión que rehúyen los organizadores del voto
en el exterior, ante la desesperación de muchos migrantes que no se
sienten de ninguna manera representados por estos grupos y que rechazan lo
que ven como manipulación egoísta de partidos y
políticos mexicanos.
No todas las organizaciones mexicano-estadunidenses
promueven el voto en el exterior. Los medios sólo reportan las
opiniones y las acciones de aquellas que tienen una filiación
partidista explícita 舑por ejemplo, las perredistas舑; o
de aquellas cuyo apoyo busca el ex canciller Castañeda. En cambio
otras organizaciones están concentradas en el mejoramiento de la
vida de los emigrantes en Estados Unidos cuyo objetivo es su
incorporación al sistema político del país de
residencia. Para estas organizaciones el doble voto 舑que se supone se
desprende directamente de la doble ciudadanía舑 puede ser un
obstáculo para alcanzar sus fines. Por una parte, si votan en
México la opinión antimexicana en Estados Unidos, capitaneada
por Samuel Huntington, puede acusarlos de quintacolumnistas; por otra
parte, al mantenerse integrados al sistema político mexicano
retrasarán su incorporación al sistema del país en el
que residen y con ello dejan de desarrollar capacidad de influencia en su
país de elección. Nada de esto quieren mirar los
políticos hambrientos, metidos como están en cálculos
de porcentajes.
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