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México D.F. Domingo 2 de mayo de 2004
CUBA: RECOMPONER LA RELACION
Ayer,
en la tradicional conmemoración del primero de mayo en La
Habana, el presidente Fidel Castro formuló severas críticas
contra el gobierno de nuestro país, al que acusó de convertir
en cenizas (
) tanto prestigio e influencia ganados (por México)
en América Latina y en el mundo por su intachable política
internacional, emanada de una revolución verdadera y profunda.
Señaló también la humillante intromisión
de la Casa Blanca en las decisiones del gobierno mexicano y dijo que Estados
Unidos está mucho más dentro de México, en alusión
a que fue en Washington donde primero se dio a conocer el sentido del voto
mexicano contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Estas declaraciones, pronunciadas ante cientos de miles de cubanos y en
una fecha por demás emblemática para el gobierno de La Habana,
constituyen un mensaje inequívoco sobre el punto de deterioro al
que la diplomacia foxista ha conducido la relación con la isla,
por más que el canciller Luis Ernesto Derbez se obstine en negar
lo evidente e insista, como lo ha hecho en recientes declaraciones, en
que hay normalidad en los vínculos bilaterales.
No debe soslayarse, por otra parte, que los señalamientos
de Castro tienen como telón de fondo la deportación del empresario
Carlos Ahumada requerido por las autoridades judiciales del Distrito
Federal e implicado en corruptelas que salpican a funcionarios de los ámbitos
local y federal, tras la cual se desató una disputa verbal
entre las cancillerías de ambos países.
Debe reconocerse que el deterioro de los vínculos
bilaterales comenzó mucho antes, con el gobierno de Ernesto Zedillo,
y que se agudizó desde el comienzo de la actual administración,
cuando el entonces canciller Jorge Castañeda decidió, sin
consultar al Poder Legislativo, hacer a un lado los principios de política
exterior, socavar una de las relaciones más sólidas, fluidas,
respetuosas y cordiales del Estado mexicano con otra nación, y plegarse
a la política de Washington contra La Habana.
Pero la actual coyuntura es incluso peor que la crisis
en la relación bilateral que se desató en marzo de 2002,
cuando el gobernante cubano reveló que el presidente Vicente Fox
había impuesto condiciones a su asistencia a la cumbre de Monterrey
sobre Financiación para el Desarrollo convocada por Naciones Unidas,
a fin de no causar un disgusto al presidente estadunidense, George W. Bush.
Aquella petición de Fox a Castro, comes y te vas, sintetizó
el servilismo del grupo en el poder ante el jefe de la Casa Blanca.
En su discurso de ayer, el gobernante cubano se refirió
también a que las decisiones que ha tomado el gobierno de Vicente
Fox con relación a Cuba no cuentan con el aval del Poder Legislativo,
y no le falta razón. La senadora Dulce María Sauri Riancho,
junto con otros legisladores, ha rechazado la posición de Tlatelolco,
y ha demandado al Ejecutivo que deje de deteriorar la relación con
La Habana y se apegue a los principios de autodeterminación y respeto
a la soberanía de los pueblos que han regido la política
exterior mexicana, que, ciertamente, le han valido prestigio y respeto
entre la comunidad internacional.
La crisis diplomática actual es, en suma, reflejo
y consecuencia del desgobierno en materia de política exterior,
en general, del sexenio foxista, en el cual las políticas
de Estado han sido remplazadas por los intereses de una facción
que ha demostrado en los hechos su decisión de plegarse a los mandatos
de Washington, haciendo a un lado la soberanía y sin detenerse a
considerar los intereses nacionales.
El secretario de Gobernación, Santiago Creel, aseguró
que se dará al gobierno cubano una respuesta puntual, completa
y a plena satisfacción de los mexicanos. De ser así, la
respuesta gubernamental tendría que partir de una profunda autocrítica
de la conducción de la diplomacia mexicana, retomar la vocación
histórica de México de establecer y mantener relaciones de
amistad y respeto con todos los países, en especial los de América
Latina y el Caribe, y dar prioridad a la reconstrucción de los víncu?los
oficiales con Cuba. En definitiva, no será suficiente con mantener
abierta la embajada en La Habana, como lo señaló el canciller
Derbez, para hablar de normalidad en la relación. Los vínculos
bilaterales gubernamentales deben volver a reflejar el afecto, la cercanía
y la hermandad que han unido desde siempre a cubanos y mexicanos.
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