.. |
México D.F. Domingo 2 de mayo de 2004
Bárbara Jacobs
Muertos nos quieren
No voy a narrar de nuevo ni siquiera en
síntesis el meollo de El hombre
invisible, de Ralph Ellison, porque no es otro
que el de : 舠Conócete a ti mismo舡, que los antiguos
descubrieron y nuestras abuelas trataron de que sus hijos aprendieran. El
libro es la historia de un maletín y su contenido. El primero de
éstos, un discurso de graduación de secundaria; el
último, recogido muchos años después, la realidad de
que la realidad es la pérdida de la ilusión o no es nada. El
narrador toma las últimas palabras de su abuelo, esclavo liberado en
El-país-de-las-oportunidades-para-todos-por-igual, al pie de la
letra y de ahí que, previsible para los iniciados, uno y todos los
golpes de la vida le cayeran encima antes de que abriera los ojos y
conociera el cinismo, el ingenio, la malicia, necesarios para la
supervivencia.
舠Invisible soy; pero no ciego舡, afirma
finalmente el narrador/ autor en el epílogo de la novela/
autobiografía. Es la búsqueda de la identidad negra en un
mundo blanco, sin perder de vista que 舠el blanco no es color, sino
ausencia de color舡. No se aplica fácilmente a los
países conquistados por cualquier imperialismo, extraños y
extranjeros al fin. Los Estados Unidos importaron/ compraron a ciudadanos
negros del Continente africano para contar con las facilidades que conlleva
la esclavitud. África en un momento dado de la Historia fue lo que
Grecia en otro, sólo que antes. ¿Qué sucedió
que terminaron dominados y exportables? ¿Inducibles a no crecer, a
permanecer en lo que la civilización blanca grecolatina llama
primitivismo?
A principios del siglo XX, mi abuela, de bucles
dorados, era seguida por un esclavo a tres pasos de distancia aquí,
en México, que no la perdía de vista hasta no asegurarse de
que la niña entrara sana y salva al colegio. Ella, inmigrante del
Cercano Oriente; él, directamente de algún país
africano, con características de negro y actitudes de esclavo,
parecen mentira. (¿México importó ciudadanos negros?
¿O los padres de mi abuela lo trajeron de los Estados Unidos, donde
hicieron una escala antes de instalarse aquí? ¿Qué
hizo México con los chinos que llegaron por montones y acabaron
viviendo en un país subterráneo en Mexicali?)
¿Hay alguien en la Historia que se haya
conocido enteramente a sí mismo? Sólo un tonto. Los
inteligentes no se detienen nunca en su autobúsqueda, pues saben de
sobra que el punto final equivaldría a la muerte del pensamiento.
¿Y quién está dispuesto a dejar de pensar? Un tonto:
porque los esclavos piensan y saben que para sobrevivir sólo tienen
dos caminos; el cinismo, que los hace parecer tontos, o seres no pensantes;
o la liberación, que implica despertar, organizarse, actuar.
舠¡Sh, sh, sh!舡, amonestan los señores; 舠Que
nadie te oiga; que nadie se entere.舡
No ser visto no es lo mismo que no existir. Ser
invisible es existir sin ser visto. ¿Lo crees condena de las
minorías? Estás en lo falso. Las mayorías
también son invisibles, sólo que no lo saben; manipulables
sin que se enteren. Se las podría definir como tontas sin correr el
riesgo de equivocarse. Dos veces he poseído una pulsera llamada
舠esclava舡, un eslabón de plata entretejido con otro, y
ambas se me han salido de la muñeca porque se han liberado de
mí. ¡Las encontró alguien que se sentirá su
dueño en tanto ellas no se le zafen? ¿Me adelgazó la
muñeca súbitamente, o retuve el aliento para dejarlas ir? Las
extraño; pero las admiro. Llevé mi mano hacia el espejo y la
ausencia de la esclava me hizo sentir vacía y abandonada.
Desprotegida. Presa fácil del salvajismo. No tengo esclavos. No
tengo animales domesticados, y la asociación de ideas no es
gratuita. Amo a los perros de la calle y a veces me he soñado
formando parte de ellos. Entre ellos, son gregarios y parecen entretenidos.
Fingen ser fieros o enfermos para causar temor y ser dejados en paz. Son
celosos de su calidad de libres, y no admiten a libres falsos.
舠No nos quieren indios 舑dicen los
Zapatistas舑; muertos nos quieren.舡 De niño, mi sobrino
se zafó de la mano de su abuela en pleno Manhattan y, al correr de
las horas sin ser encontrado, se vio a sí mismo 舠Como una de
esas gentes sin hogar舡 que deambulan por las calles. Sufrió
solo y en silencio. Esperó a ser encontrado (y no fue la
única vez en que, al no encontrarse con sus padres, o la
dirección de la casa nueva a la que la familia acababa de mudarse,
sufrió solo, y en silencio. Se sentó en una banca con vista
al mar a esperar su destino).
Cuando el narrador/ autor de El hombre invisible de Ellison
abrió finalmente los ojos, se supo con identidad y sin ella, y
llegó a la conclusión de que la división era lo que
habría de mantenerlo vivo. No tenía a dónde regresar.
Se metió en un hoyo y se tomó su tiempo para recuperarse y
saberse libre en la oscuridad; es decir, en la invisibilidad.
|