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México D.F. Domingo 2 de mayo de 2004
Rolando Cordera Campos
Se fue el primero de mayo
Un día antes del
primero de mayo, los usufructuarios del poder y la memoria del desaparecido
líder permanente del llamado movimiento organizado se cubrieron de
oprobio y rezaron por enésima vez sus responsos. De la mano de los
machos que hoy encabezan a los empresarios organizados, los inefables
administradores de la CTM pusieron contra la pared al Sindicato Nacional de
Trabajadores del Seguro Social y, de paso, al director del mismo, con quien
inopinadamente los dirigentes gremiales habían decidido cortarlas.
Así empezó, con un día de antelación, la
conmemoración de la gesta de los mártires de Chicago, y una
más de las tristes celebraciones a que se han dado los sindicatos
oficiales en estos años del cambio y de orfandad de las huestes que
Fidel Velázquez dejó encargadas a Carlos Abascal.
El pretexto para esta peculiar muestra de conciencia
obrera y social es el colapso inminente del IMSS, debido, según los
empresarios y sus pares en la empresa de los contratos laborales, al abuso
que se ha hecho del contrato colectivo de trabajo firmado entre ese
instituto y sus trabajadores y, en particular, a la renuencia de sus
dirigentes a revisar el régimen de pensiones y jubilaciones a que
dicho contrato ha dado lugar con el correr del tiempo. Lo que está
en juego, dice el secretario general de la CTM, es la paralización
de las actividades del Seguro Social, que dejaría sin servicios a 12
millones de trabajadores y a cerca de 50 millones de derechohabientes.
De aquí, afirma la otrora poderosa central, la
necesidad de que las 舠autoridades del trabajo actúen como
corresponde para evitar el colapso del Seguro Social en perjuicio de los
trabajadores de México y sus derechohabientes舡 (Reforma, 30/04/04, p.11-A). No
es insólito que la CTM recurra a las 舠autoridades舡 para
que actúen contra obreros y sindicatos, siempre en aras de salvar a
la patria, a la Revolución y, desde luego, su privilegiado lugar en
la administración de los destinos de la clase trabajadora.
Así lo hicieron cuando la Tendencia
Democrática de los electricistas, que encabezaba Rafael
Galván, y más atrás contra los ferrocarrileros de
Demetrio Vallejo. Así lo harán mientras puedan y lo permita
la autoridad, que sin prisa alguna aplica una legislación
antidemocrática y arcaica, que deja en sus manos el poder de
舠tomar nota舡 o no de la formación de un sindicato, de
registrar o no un contrato de trabajo, de inspeccionar o no si en empresas
o regiones enteras se respetan los derechos consagrados en la
Constitución y por su astuto intermedio conculcados en la
legislación secundaria.
Sin duda sorprende la rigidez con que el sindicato del
IMSS ha abordado la revisión del régimen de jubilaciones y
pensiones con una fórmula que no afectaría a sus actuales
agremiados. Sorprende más, sin embargo, que el síncope de la
benemérita institución protectora de los trabajadores quiera
explicarse sin más por el abuso de sus servidores, sin la menor
referencia a otros factores de mayor peso que son los que en realidad
regulan los ritmos del supuesto 舑en parte real舑 desastre de la
seguridad social mexicana.
Entre otros, sería indispensable que en el
diagnóstico, la acusación y el juicio sumarísimo a que
se quiere someter a los sindicalistas del IMSS se mencionara el
pésimo empleo que priva en México desde hace más de 20
años; el predominio del trabajo informal, que resta aportaciones
millonarias a la seguridad social; las mil y una trapacerías a que
se dan muchos empresarios para rebajar cuotas y esconder asegurados,
siempre con cargo a una competitividad que nunca llega.
Podrían también los memoriosos dar
noticia de los orígenes del hoy satanizado régimen de
jubilaciones y pensiones. ¿Lo impusieron con la fuerza de las armas
o de la huelga prolongada los trabajadores del IMSS? ¿Fueron los
temibles populistas de siempre? ¿Quiénes y porqué lo
firmaron y autorizaron? ¿Formaba parte de los secretos de Lourdes?
Más que sorprender, indigna que desde el
sindicalismo antes oficial, hoy simple sonámbulo, se hable de
trabajadores de 舠primera y de segunda舡 aludiendo a los
beneficios superiores que en materia de pensiones disfrutan los
trabajadores del IMSS en comparación con el resto de los
trabajadores mexicanos. Pareciera que para Rodríguez Alcaine, con su
debida excepción por supuesto, todos los asegurados debieran ser de
segunda, dejando el sótano a la mayoría trabajadora que hoy
ni acceso tiene a la seguridad social.
En otro desplegado la CROM apela a la
舠solidaridad proletaria舡 del sindicato indiciado para salir al
paso de la tragedia (La Jornada, 30/04/04, p. 9). Ojalá y tales términos
tuvieran alguna vigencia: podrían llevar a poner la cuestión
de pie y a plantearse en serio la necesidad de una seguridad social
universal, que incluyera el acceso a la salud, en vez de buscar chivos
expiatorios y hacerle el juego a una patronal que también, en modos,
discurso y modales, salvo en ganancias, ha tocado fondo y busca el
subsuelo.
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