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México D.F. Miércoles 28 de abril de 2004

Alejandro Nadal

Antimanufacturas

La mayoría de la gente piensa que la industria es importante para una economía. Desde la Revolución Industrial las manufacturas han sido el principal motor del crecimiento y de cambio estructural. Pero para el credo neoliberal, basado en la fantasía de la "nueva economía", las cosas son diferentes. No importa la manufactura: lo importante es el dinero.

En Estados Unidos, Alan Greenspan se ha encargado de difundir el razonamiento siguiente: como todas las cosas se miden por su valor en dinero, Ƒpor qué preocuparse de tener manufacturas? Si una refinería "vale" lo mismo que una cadena de cines y una planta productora de máquinas herramientas vale lo mismo que un parque de diversiones, Ƒpor qué hacer diferencias? El mercado pone precio a todo, y el mercado casi nunca se equivoca.

En este punto los neoliberales se apartan de Adam Smith, para quien la riqueza de las naciones está del lado de la producción y no de la acumulación de dinero o metales preciosos. En su polémica con los mercantilistas, Smith siempre señaló el ejemplo de España: la acumulación de metales preciosos durante el periodo colonial llevó a la decadencia por la incapacidad ibérica para desplegar su industria manufacturera. El oro y la plata de sus colonias americanas terminaron en los Países Bajos y después en Inglaterra, donde alcanzó su apogeo la Revolución Industrial.

Para Smith, el corolario de política económica era claro: la acumulación de dinero no debe ser un objetivo estratégico. Cualquier país que sea deficiente en la producción de manufacturas estará a merced de los que sí tengan esta capacidad. Y en eso los nuevos especuladores de talla mundial se asemejan a los mercantilistas que tanto ridiculizó Smith.

Según los neoliberales, los datos relatan la historia de la declinación de las manufacturas en los tres decenios pasados. Hoy las manufacturas sólo contribuyen con 25 por ciento del PIB y 22 por ciento del empleo mundiales. En contraste, los servicios mantienen una participación altísima en el PIB mundial. Vivimos la era de la "nueva economía" y el fenómeno de la "desindustrialización" no debe preocuparnos.

Sin embargo, todas las ramas del sector servicios dependen de manera fundamental de la industria manufacturera. El transporte, las telecomunicaciones y el comercio no existirían sin industria manufacturera. Los servicios de salud dependen de la industria farmacéutica y de la de equipo médico, de donde salen las unidades de imagenología y resonancia magnética.

El sector manufacturero es la principal fuente de crecimiento de la productividad. La mayor parte del incremento en productividad en los servicios proviene de la utilización de maquinaria producida en el sector industrial. Los ejemplos abundan: las compañías de aviación ganan al usar aviones más eficientes que pueden volar a 38 mil pies de altura, reduciendo el costo de combustible y el tiempo de vuelo.

La utilización de un sistema mundial de reservaciones permite a las aerolíneas ofrecer un servicio más eficiente, pero eso solamente es posible debido a las máquinas que utilizan: las computadoras y sus semiconductores, los satélites de comunicaciones, y hasta los misiles (de la industria espacial) que los colocaron en sus órbitas geoestacionarias.

La importancia de las manufacturas puede apreciarse mejor si se considera que 65 por ciento del comercio internacional proviene de la industria. Por eso, el vertiginoso crecimiento del déficit comercial de Estados Unidos se explica en buena medida porque la desindustrialización redujo la participación de las manufacturas de 28 a 17 por ciento del producto interno bruto nacional entre 1970 y 2000. La dependencia de las importaciones ha crecido rápidamente en muchas industrias estratégicas: en 2000, 47 por ciento de las computadoras y periféricos, 53 por ciento de los automóviles y 55 por ciento de los semiconductores vendidos en ese país eran importados.

En Estados Unidos la desindustrialización ha sido defendida y promovida por una visión centrada en las finanzas y agazapada en los corredores de Wall Street y el Departamento del Tesoro. El futuro de la economía estadunidense estará marcado negativamente por estas tendencias estructurales, a menos que una nueva oleada de cambios técnicos (por ejemplo, las nanotecnologías) permitan destruir la capacidad productiva de los principales países y regiones que compiten por la hegemonía económica. Pero eso no será mañana ni será tan sencillo. La competencia en las potencias industriales, como Europa, Japón, China e India, también está preparándose para esas batallas.

ƑY México? Aquí el credo neoliberal sigue diciendo que hay que seguir el ejemplo de Estados Unidos. ƑPor qué no podemos aprender de la experiencia asiática, incluyendo China? Hasta el rumbo de Brasil es más interesante: exporta menos manufacturas que nuestro país, pero lo que exporta está mejor entrelazado con su tejido industrial que las maquiladoras.

Lástima, desde hace años a nadie en el gobierno de México parece interesarle un pepino las tendencias mundiales de cambio estructural ni las posibilidades de una política industrial independiente y eficaz.

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