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México D.F. Martes 27 de abril de 2004
José Blanco
Círculo de hierro
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha elaborado un profundo, vasto y desgarrador informe titulado La democracia en América Latina, que ha estado distribuyendo profusamente. Elaborado por un equipo de expertos latinoamericanos, el estudio fue abordado desde ángulos distintos con diversos instrumentos. Incluye una encuesta a casi 20 mil latinoamericanos y fueron entrevistados 231 líderes de opinión, entre ellos 32 presidentes o ex presidentes de América Latina.
Los datos más escalofriantes: casi la mitad de los latinoamericanos prefieren el desarrollo económico a la democracia; en 2002 apenas 43 por ciento de los encuestados se consideró a sí mismo demócrata; 45 por ciento apoyaría a un gobierno autoritario si resolviera los problemas económicos.
En el ámbito político, la América Latina de hoy nada tiene que ver con la de los años 70 y 80, con gobiernos autoritarios, algunos militares, que como norma practicaban la tortura y las desapariciones de coterráneos. Hace 25 años sólo Venezuela, Colombia y Costa Rica tenían gobiernos producto de reglas democráticas. Hoy los 18 países incluidos en el estudio cumplen con las normas básicas democráticas de conformación de sus gobiernos. Pero la opinión latinoamericana es la que reflejan los índices anotados.
Joaquín Estefanía, asesor del PNUD, advierte que Latinoamérica casi ha desaparecido del mapa geopolítico del mundo y que la atención se centra hoy en el Oriente, próximo, medio o lejano. Del subcontinente, dice, sólo se sabe cuando estalla alguna crisis económica o cuando emergen populismos que amenazan la oferta petrolera. Estefanía (El País, 22/04/04) subraya los siguientes difíciles problemas de la región.
Déficit de ciudadanía social: Todos los países de la región sufren más desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza que el promedio mundial. En efecto, otro estudio, del que nos ocuparemos próximamente, muestra a América Latina como la región con mayor desigualdad; mayor que en Asia, que en los países OCDE y que en los del este europeo. A su vez, México es en varios rubros el más desigual; destaca especialmente la diferencia en años de educación escolarizada entre el 20 por ciento más pobre y el 20 por ciento más rico. En ningún otro país la distancia es mayor y en los años 90 aumentó. Déficit de ciudadanía civil: A pesar de los avances, todavía no están plenamente implantados los derechos para la libertad individual, de expresión, de pensamiento y religión. Déficit de ciudadanía política: La mitad de la población prefiere el desarrollo económico a la democracia. Las reformas económicas no han cumplido las expectativas: En los 90 se instaló un modelo económico de "desarrollo", neoliberal (el Consenso de Washington), del que la mayoría quedó excluida. Mayor debilitamiento del Estado: La institución estatal es una de las caras de la democracia; un Estado sin poder es una democracia sin poder. Ha aumentado la incapacidad de los estados para influir, controlar, regular o beneficiarse de los procesos globalizados o para resistir las tendencias hegemónicas en los planes económicos o políticos. Los nuevos poderes fácticos: Multiplicación de los grupos de interés (en especial empresariales) que funcionan como poderosos lobbies, y la extensión del narcotráfico, que significa un doble desafío: intenta controlar parte de los aparatos estatales y de los territorios. La naturalidad de la corrupción: 44.1 por ciento de los ciudadanos encuestados está de acuerdo con pagar el precio de cierto grado de corrupción con tal que las cosas funcionen.
México participa ampliamente de todo lo anterior, en un círculo vicioso de hierro imposible de romper; sólo sería posible abrirlo con el concurso simultáneo de las fuerzas políticas y sociales en un pacto por la civilización: utopía. La clase política mexicana está dedicada a una estúpida juerga irresponsable, a una bochornosa francachela provinciana de ebrios ignorantes con la mirada nublada y el cerebro perturbado que tropiezan con sus propios pies.
En su inmensa desesperación por el alimento del día, las masas latinoamericanas se equivocan: ya tuvieron dictadores infames, regímenes autoritarios, líderes carismáticos de pacotilla, caudillos de toda laya, populistas como merolicos de plaza, en su inmensa mayoría corruptos como ladrones en despoblado. ƑY qué ocurrió? Las economías nacionales permanecieron en el subdesarrollo y el ingreso se concentró en una franja reducida de la población.
Claras reglas electorales son insuficientes para que la política, la democracia y el Estado funcionen. Y sin estas piezas fundamentales, la economía no funcionará jamás. La economía es subdesarrollada e injusta porque los políticos son subdesarrollados, ignorantes e insensibles, y viceversa. Por eso el populismo autoritario amenaza con renacer desde sus cenizas.
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