.. |
México D.F. Domingo 25 de abril de 2004
TOROS
Gastón Ramírez Cuevas
El maestro César Rincón nos devuelve la
afición
Ganaderia Jandilla. Seis toros bien presentados
que dieron juego. Sobresalieron el tercero, el cuarto y el quinto. Hubo
emoción por la bravura y la nobleza de los astados. El cuarto toro
de nombre Violinista mereció el honor de una vuelta al ruedo. Toreros:
Cesar Rincón. En su primero pinchó una vez al intentar
la suerte de recibir. En su segundo mató recibiendo y cobró
una excelente estocada cortando dos orejas. Al finalizar el festejo dio
una vuelta en hombros y salió así de la plaza. Juan Serrano
Finito de Córdoba. Regular en el segundo, matando de
dos pinchazos y uno hondo que bastó. En el quinto demostró
voluntad y clase; de no haber fallado con el estoque -pinchazo, una media
y dos golpes de descabello- hubiera podido pasear una oreja. Julian
Lopez El Juli. Faena con momentos interesantes en el tercero,
al que pinchó en cuatro ocasiones antes de descabellar para recibir
un aviso. En el que cerró plaza, que se estropeó al dar una
vuelta de campana después del primer puyazo, fue pitado por el respetable.
Mató de dos pinchazos y estocada.
HOY
SE HA visto una tarde de toros que no se olvidará por cuatro
buenas razones. La primera que hubo toros hermosos de estampa y aptos para
que los toreros pudieran -si eso deseaban- lucirse. El toro Violinista
fue bravo y noble a la vez. Peleó adecuadamente con los caballos
y se arrancaba de largo, galopando como cuentan los libros. Hubo además
un toro de calidad que hizo quinto y otro muy potable que lidió
El Juli en tercer lugar.
LA SEGUNDA, ES que vimos a subalternos de lujo
demostrando una torería poco común. Tan es así, que
en el segundo toro de Finito, a Curro Molina le tocaron música
después de cerrar el tercio de banderillas por haber colocado dos
pares que ya quisieran muchos de esos matadores que se dicen banderilleros.
José Antonio Carretero, de la cuadrilla de El Juli, lució
también en las banderillas al sexto y tuvo que desmonterarse para
agradecer la ovación. Juan Montiel (otro de los peones de Finito,
que tiene la fortuna de contar con esos hombres de plata) bregó
y banderilleó como pocos. Para mayor gozo de los aficionados, vimos
correr a los toros a una mano, cosa también de historia antigua
y de sabor colosal.
LA TERCERA PUEDE ser la que permanezca para siempre
en la memoria. El gran maestro colombiano César Rincón estuvo
enorme. Al multicitado toro Violinista lo recibió con lances
a pies juntos en donde hubo clase y aguante. Ya ahí se despertaba
la esperanza de quienes se preguntaban dónde habían ido a
parar los toreros de entrega, poderío y corazón. Para iniciar
el último tercio pegó cuatro muletazos por alto sin enmendar,
mandando con valentía. A continuación hizo lucir al toro
citándolo de largo para pegarle tres tandas de derechazos y una
de naturales. Allí se vió el toreo de antes, de ahora y de
siempre. El toro iba embarcado, humillado y aquello no se acababa después
de dos pases: no, eran cuatro por lo menos, ligados sin reponer el terreno.
Cuando el toro protestó un poco por el pitón izquierdo vimos
recursos y elegancia, oficio y variedad, especialmente en un molinete invertido.
La estocada fue lo que debe ser, pues Rincón citó a recibir
y se tiró sobre el morrillo con una decisión increíble.
Algunos aficionados comentaban que si bien conceder un rabo al torero hubiera
sido excesivo, aquello no había valido dos orejas sino tres.
CUARTA Y ULTIMA. Cuando en los tendidos la gente
se despedía con el habitual ¡hasta mañana!, se respiraba
esperanza y gratitud, ya que una tarde como ésta en la Plaza de
la Maestranza -la reina de todas las plazas de toros- le recuerda al más
pesimista de los aficionados el por qué es un tesoro el gusto de
ver toros y a un torero digno de ese nombre.
|