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México D.F. Domingo 18 de abril de 2004

Un torcido afán justiciero animó a Castañeda de la Fuente a preparar el atentado

Vengar la matanza de Tlatelolco, móvil de frustrado ataque contra Díaz Ordaz

GUSTAVO CASTILLO GARCIA /II

Carlos Francisco Castañeda de la Fuente consideró que el principal responsable de las matanzas en el Casco de Santo Tomás y la Plaza de la Tres Culturas, en 1968, "era, en primer lugar, el Presidente de la República, pero también otros funcionarios del régimen".

A partir de entonces comenzó a germinar en su mente la idea de asesinar a Gustavo Díaz Ordaz y, si lograba escapar, continuaría planeando y cometiendo actos iguales contra otros funcionarios, a pesar de que era priísta. Castañeda de la Fuente se registró en el PRI el 19 de mayo de 1961 y se le entregó la credencial 5883 como miembro del sector popular.

Pensaba que el siguiente podría ser Luis Echeverría Alvarez o Alfonso Corona del Rosal, y posteriormente algún diputado o senador, indicó Castañeda de la Fuente a sus interrogadores de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) a las tres de la tarde del 5 de febrero de 1970.

Menos de seis horas bastaron a los elementos de los cuerpos encargados de la seguridad nacional para detener a todos las personas vinculadas con Castañeda de la Fuente, conocer a fondo su historia, obtener documentos personales y saber los motivos que tuvo para atentar contra el presidente el 5 de febrero de 1970.

Avido y lúcido lector de periódicos, frecuentemente Carlos Castañeda confrontaba las declaraciones del presidente Díaz Ordaz y del secretario de Gobernación Luis Echeverría Alvarez, con las profundas contradicciones que observaba en su vida diaria, "por eso me rebelé contra la situación política y económica del país".

Castañeda de la Fuente nació el 2 de mayo de 1941. Formaba parte de una familia integrada por cuatro hermanos. En 1958 murió de leucemia su madre, Carmen de la Fuente, y en 1963 de cáncer su padre, Cástulo Castañeda. Supuestamente su parto se adelantó y "nació en la calle golpeándose la cabeza". Desde niño se le describió como "tímido e introvertido, medroso y evasivo". Desde su infancia y hasta su aprehensión vivió en una vecindad de la colonia San Rafael, conviviendo con sus padres y hermanos hasta antes de 1968.

Por falta de recursos económicos no siguió estudiando, sino que se dedicó a trabajar, primero en una tienda de abarrotes y luego en un taller mecánico.

Con la idea de superarse e ingresar a un seminario para dedicarse a la vida religiosa, decidió estudiar inglés durante dos años en el Instituto Metropolitano, que estaba situado en la calle de Río Tiber, en la colonia Cuauhtémoc. Para 1967, cuando tenía 27 años, se inscribió en la escuela secundaria nocturna número 18.

En 1968 conoció en ese plantel otro estudiante de nombre Manuel Vázquez Montero, quien era dirigente de Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJN). Fue él "quien le ofreció presentarlo con un obispo o arzobispo que iba a llegar a las oficinas de la ACJN, con el próposito de procurar su ingreso a un seminario del estado de Oaxaca.

"A final de cuentas, Castañeda desistió en principio de ingresar al seminario, ya que consideraba que la Iglesia permite matar cuando es en beneficio de ella misma, aunque no lo promueve."

La idea de asesinar al presidente "nació en él cuando leyó el libro denominado Héctor, que le fue regalado por Manuel Vázquez Montero, a efecto de que estudiara los antecedentes de la revolución cristera de 1926", indica la declaración que Castañeda de la Fuente hizo ante la DFS.

El libro original le fue mostrado durante su comparecencia inicial, "aclarando que los párrafos que tiene subrayados y marcados fueron hechos por él".

En su declaración se asentó: "consideró que el principal responsable de las matanzas ocurridas era en primer lugar el señor presidente de la República, pero que también tenían responsabilidad otros funcionarios del régimen. A partir de entonces comenzó a germinar en su mente la idea de asesinar al primer mandatario y, si lograba escapar, continuaría planeando y cometiendo iguales actos contra otros funcionarios, pensando que el siguiente podía ser cualquiera de los licenciados Luis Echeverría Alvarez o Alfonso Corona del Rosal, y posteriormente algún diputado o senador".

Ante sus captores, Castañeda de la Fuente afirmó que acudió a manifestaciones estudiantiles en 1968, que escuchó pedir la libertad de luchadores sociales, como Demetrio Vallejo y José Revueltas, "pero sin tomar parte activa en otros actos".

El detenido dijo "que le calaba muy hondo el problema social que entrañaba el movimiento, lo cual se agudizó cuando intentó de manera infructuosa inscribirse en el Instituto Politécnico Nacional", en la vocacional Wilfrido Massieu.

"Al mutiplicarse su rencor contra el gobierno y las autoridades continuó con la idea del atentado, idea que no ocultaba a sus compañeros, sino que, por el contrario, cada vez que tenía oportunidad lo comentaba, siempre convencido de que al realizar dicho atentado perdería la vida. No le importaba, por estar cierto de que era un acto justo que beneficiaría al pueblo de México.

"Además, con el atentado vengaría a los estudiantes, mujeres y niños inmolados en Tlatelolco. Pensó que se convertiría en un émulo de León Toral", cristero que asesinó el 17 de julio de 1928 al presidente Alvaro Obregón. Castañeda de la Fuente creyó "que su sacrificio lo convertiría en mártir".

Para conseguir la pistola con la que asesinaría a Díaz Ordaz pagó inicialmente 700 pesos, los cuales había ahorrado de su sueldo durante un año. El arma le fue entregada con el acuerdo de pagar 200 pesos más, y así lo hizo en dos quincenas.

"Con la pistola en su poder comenzó a madurar su plan y pensó que sería fácil realizarlo el 5 de febrero, con motivo de los festejos del aniversario de la Constitución, porque, según recordaba Castañeda, en 1969 el señor presidente hizo un recorrido caminando del Hemiciclo a Juárez al Monumento a la Revolución.

"En efecto, desde 1969 comenzó con sus preparativos. Compró timbres postales para depositar la carta que envió a la revista Por qué."

El 4 de febrero de 1970, Castañeda de la Fuente llegó a su casa alrededor de las diez de la noche y se levantó el 5 de febrero como a las ocho de la mañana. Después de desayunar salió a comprar el periódico. En la edición de El Universal encontró una nota con el horario de los diferentes actos a desarrollar por el presidente ese día, con sus respectivos itinerarios.

Después de rasurarse -como a las diez de la mañana-, salió a depositar la carta. Lo hizo en el buzón que se encontraba en las calles de Covarrubias, entre Velázquez de León y Manuel María Contreras.

Luego, caminando, se dirigió al Hemiciclo a Juárez. Llegó 15 minutos antes de las once de la mañana. Esperaba que el presidente acudiera caminando al Monumento a la Revolución, "pero como lo hizo en automóvil, el declarante, con paso apresurado, se dirigió al Monumento a la Revolución con la idea de realizar el atentado" cuando Díaz Ordaz estuviera en la tribuna.

"Al no poder aproximarse al estrado, caminó sobre Gómez Farías hasta Insurgentes, pues en la primera calle se encontraban estacionados los vehículos de la comitiva y ahí se mezcló con un grupo de vendedoras ambulantes, de las marías, llevando la pistola dentro de una maleta pequeña, de plástico, y esperó hasta ver que se aproximaba un automóvil de color negro en el que al principio pensó que iba el Presidente.

"Al darse cuenta de que sólo viajaban puros militares, a través de la misma petaca hizo un disparo contra ese automóvil, con la premeditada intención de privar de la vida a alguno de sus ocupantes."

Fue detenido y posteriormente entregado a elementos del Servicio Secreto y de Guardias Presidenciales, que tras una golpiza lo condujeron a la DFS, donde ratificó "su decisión de cambiar su vida por la del presidente y alguno de sus acompañantes".

Llevaba en su poder un escrito de seis hojas, "en el que asienta su protesta contra el gobierno y la Iglesia de México, a la que culpa por su pasividad en las matanzas de Tlatelolco y Santo Tomás, y en particular porque el cardenal Garibi Rivera, después de estos hechos, hizo pública una felicitación al presidente de la República.

"Situación con la cual se dio a conocer la connivencia que existe entre las autoridades oficiales y las eclesiásticas."

Ante sus interrogadores declaró: "no me arrepiento del acto que cometí y lo único que siento es haber fracasado.

"Estaba dispuesto a morir en el cumplimiento de la justicia divina y terrena. Pues si me hubieran matado el creador me juzgaría para bien o para mal en el cielo. Lamento que se haya encasquillado la pistola después del primer disparo, porque mi intención era agotar los ocho tiros de la carga."

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