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México D.F. Lunes 12 de abril de 2004

No fueron mejores en las bien intencionadas propuestas de Tlalnepantla y Texcoco

Pobres entradas en los festejos taurinos de la ciudad de México y área metropolitana

El público encuentra escasas opciones para emocionarse... y menos para divertirse

LEONARDO PAEZ

el breco (jornada)Son las consecuencias empresariales de haber confundido el compromiso de emocionar con la tontería de divertir, cuando la vida humana supuestamente va de por medio.

Trátese de empresas sólidas, al menos en lo económico, o de audaces románticos de la fiesta, los taurinos en México carecen de una oferta de espectáculo suficientemente atractiva para que el negocio de los toros sea rentable en forma transparente y no como pérdidas calculadas o inversiones sin rigor de resultados.

Si a la ceguera anterior se añade una escasa filosofía de servicio hacia el consumidor que incluya una relación razonable entre lo que se ofrece, lo que se cobra y lo que el espectador recibe, así como nula imaginación para añadir atractivo a la función, fabricar figuras, propiciar rivalidades y construir mitos, se explican las pérdidas sistemáticas de tan variopintos inversionistas.

Una fiesta portátil

Todo indica que el futuro del espectáculo taurino en México, gracias al sospechoso cuanto ineficaz concepto de promoción de la fiesta de toros del duopolio que controla los principales cosos del país, será a nivel de plazas portátiles para dos mil o tres mil espectadores, con medias entradas o menos, así sea en la ciudad más poblada del mundo.

Lo anterior volvió a demostrarse este fin de semana con las diversas propuestas taurinas en las ferias de Tlalnepantla, Texcoco y de la Ciudad de México, donde el público, con su ausencia, reiteró su rechazo al concepto de fiesta brava que hace años le imponen los profesionales de la autorregulación, que no del toreo: encierros terciados, cuando no mansos o en el mejor de los casos dóciles; pobre publicidad, combinaciones sin atractivo, deficiente desempeño de la peonería, y una generosidad pueblerina por parte de los jueces.

En Tlalnepantla, luego de la magnífica tarde inaugural con el bravo y bien presentado encierro de Barralva y los legítimos triunfos de Israel Téllez y El Zapata, el nombre de Jorge Gutiérrez en los dos siguientes festejos no convocó más de media entrada, pero en cambio, en el tercer festejo, el pasado viernes 9, volvió el triunfalismo emergente que tanto satisface a ganaderos, diestros, autoridades y feriantes.

Tlalne, como la México

Esa tarde, el dadivoso juez Eduardo Moreno otorgó nada menos que seis orejas, dos rabos, un arrastre lento y una vuelta, más un indulto que no fue acatado, pues la placita carece de corrales y el dócil -no bravo- astado de San Martín, de nombre Aniversario, no podía ser subido al camión, por lo que su matador, Alfredo Gutiérrez, debió despacharlo de certero volapié. Premiar la docilidad por encima de la bravura es otra de las graves desviaciones taurinas en que se ha incurrido.

Tras esta generosa premiación ¿volvió la gente a la plaza de Tlalnepantla? No sólo no volvió, sino que el sábado debió ser suspendida la absurda encerrona de Fermín Spínola con seis de Marco Garfias, quesque por motivos de salud del mal aconsejado diestro.

Por su parte, el matador en retiro y entusiasta empresario, Javier Tapia El Cala, organizó la feria taurina de Texcoco, también en una plaza portátil, donde en la corrida del sábado sobresalió la interesante combinación de tres heterodoxos del toreo: El Pana, El Breco y El Glison, con un soso encierro de Funtanet.

Ante poco más de media entrada, en un aforo de dos mil localidades, fue evidente la disposición de los maduros alternantes. Al hacer un quite, Rodolfo Rodríguez resultó con un pitonazo en la cabeza; Miguel Cepeda, con la diestra casi inutilizada y cosida con 35 puntadas a consecuencia del pisotón sufrido en la corrida del día anterior, realizó un estrujante quite por fregolinas y enjundiosa faena por el lado izquierdo, para dejar media en lo alto y recibir merecida oreja, mientras que Jorge de Jesús vio cómo un peón estrellaba e inutilizaba a su primero, y con el que cerró plaza, el más hecho y bravo del encierro, realizar templadas series con la derecha, malogradas, raro en él, con el acero.

Lo bueno es que los autorregulados ya encontraron la salida a la crisis taurina: mano a mano entre El Zotoluco y Rafael Ortega, triunfadores de la México, pero ninguneados por la empresa de Madrid.

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