México D.F. Domingo 11 de abril de 2004
El Cristo del Santo Entierro protagoniza el
viacrucis
En Tzintzuntzan, la Semana Santa adquiere toques prehispánicos
ERNESTO MARTINEZ ELORRIAGA LA JORNADA MICHOACAN
Tzintzuntzan, Mich., 9 de abril. Al igual que en
la Noche de Muertos, esta comunidad, que fue capital del reino purépecha,
celebra la Semana Santa con un sentido eminentemente religioso, pero sin
abandonar sus rasgos prehipánicos. En tres diferentes escenarios
del ex convento de San Francisco se lleva a cabo el viacrucis y
la penitencia de decenas de hombres encapuchados y semidesnudos que recorren
el atrio.
Los llamados penitentes, con grilletes y lazos entre las
piernas, caminan por el atrio mientras piden limosna. Después de
varias horas llegan al templo del santo patrono: el Cristo del Santo Entierro,
en señal de que la manda se ha cumplido.
El
historiador Enrique Juárez Rendón comentó sobre el
origen de los penitentes: ''en la antigüedad, a los ladrones se les
colocaban grilletes y se les mandaba a pedir limosna para recuperar el
dinero que habían hurtado; el ruido que producía el roce
de los metales era una forma de llamar la atención y avergonzar
a quien hubiese infringido la ley''.
En Tzintzunzan, agregó, la participación
de los penitentes tiene otro sentido, ya que es una forma de agradecimiento
a Dios -por el favor que se recibió o que se pretende pedir- por
medio de un acto vergonzoso.
Cerca de 5 mil personas, de la ribera del lago de Pátzcuaro,
de otras partes del estado y del país, desde temprana hora se concentraron
en el atrio del ex convento, sitio donde Vasco de Quiroga, después
de su arribo a Tzintzuntzan (1537), sembró por lo menos medio centenar
de olivos, algunos de ellos aún ofrecen sombra a los visitantes.
A las 9 horas, a un costado del templo de La Salud, cada
uno de los penitentes sale acompañado de dos auxiliares, quienes
los ayudan para evitar que caigan y los vigilan para que no pronuncien
ninguna palabra.
En tanto, a un lado del templo de San Francisco, se realiza
la representación del juicio en contra de Jesús. Después,
en el mismo atrio del ex convento, se actúan las tres caídas.
El vestuario es sencillo y confeccionado por los integrantes de la comunidad.
Quienes representan a los romanos, en lugar de botas utilizan huaraches.
En el templo de La Salud, como todos los años,
los cargadores son los responsables de sacar de la urna de cristal al Cristo
del Santo Entierro. No lo deben tocar directamente, utilizan trozos de
tela. Mide casi dos metros, y según Julio Aparicio, quien hace dos
años participó en la organización de las actividades
de Semana Santa, a todos los indígenas de esta comunidad les consta
que sigue creciendo, inclusive tuvieron que hacerle una adaptación
a la caja de cristal para que pudiera caber.
Comentó además, que el Santo Entierro, que
tiene una antigüedad de cinco siglos aproximadamente, fue elaborado
con una técnica prehispánica en la que se utiliza la caña,
es por ello que al Cristo, quien permanece todo el tiempo con los brazos
pegados al cuerpo, el Viernes Santo se le extienden los brazos para colocarlo
en la cruz.
La representación del viacrucis concluye
en la tercera caída, posteriormente quien representa a Jesús
se dirige al templo de La Salud y allí concluye su participación.
Los 10 cargadores colocan la imagen en la Cruz, misma que la clavan en
el altar mayor, y en cruces más pequeñas a Dimas y Gestas.
Después de una hora, tres rezos y alabanzas, bajan nuevamente al
Cristo y lo colocan en la caja.
Por la tarde, se realiza una procesión por las
principales calles de Tzintzuntzan, al frente llevan al Santo Entierro,
lo siguen los cristos de los 11 barrios que integran la cabecera municipal.
Durante toda la noche del viernes lo velan.
A las nueve de la noche del viernes salen otros penitentes,
algunos con cruces a cuestas, y tienen que llegar hasta la comunidad de
Ojo de Agua, ubicada a cinco kilómetros de Tzintzuntzan. Son casi
300 los que participan, y hasta que retorna el último de los penitentes
al templo de La Salud, es cuando concluye la velada, que es aproximadamente
a las ocho de la mañana del sábado.
|