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México D.F. Domingo 11 de abril de 2004
Guillermo Almeyra
Los votos de Bush y el genocidio
No es la primera vez que una guerra de conquista se hace por motivos de política interna del invasor. A comienzos del siglo XX Italia conquistó Libia y Etiopía para evitar una rebelión campesina; Francia, ante la crisis de la filoxera que a mediado del siglo XIX hundió a los pequeños viticultores, hizo lo mismo con Argelia, Argentina y, poco después, destrozó Paraguay por las mismas razones, así como para cortar las raíces al federalismo que encontraba modelo y apoyo en el país más avanzado de Latinoamérica en ese entonces.
Pero esta es la primera vez que la primera potencia mundial combina en Irak los métodos de Gengis Khan con los de Hitler para obtener un puñado de votos, bañados en sangre de niños, mujeres y viejos, para el representante de las grandes empresas petroleras y armamentistas y del grupo de mentirosos, sicofantes, promotores de guerras y corruptos que está siendo paulatinamente desenmascarado ante la población estadunidense. Los asesinatos masivos a la población civil -deberían enseñarlo los ejemplos de la guerra de Argelia, que tuvo un millón de muertos sobre 11 millones de habitantes, pero conquistó su independencia, o la derrota estadunidense en Vietnam ante un pueblo de campesinos- no pueden resolver un problema que es político ni una batalla que se libra en las mentes de los estadunidenses.
Estados Unidos declaró -para justificar una guerra planeada desde mucho antes de los atentados del 11 de septiembre- que iba a Irak como liberador del pueblo y que sus tropas así serían recibidas. Sostuvo que éstas permanecerían poco tiempo en ese país martirizado, cuya ocupación respondía sólo al deseo de reconstruir los servicios públicos (por otra parte destrozados por la invasión) y de dar seguridad a los iraquíes. Aseguró a sus boys (buena parte de los cuales son viles mercenarios) que estarían poco tiempo en Irak, gozando prácticamente de las Mil y una noches en Bagdad, porque Saddam Hussein era el único problema y, además, era odiado. Vociferó que los chiítas eran aliados fieles y beneficiarios de la invasión angloestadunidense.
Hussein está ahora secuestrado en Qatar (una de las monarquías árabes más corruptas) y la resistencia armada es cada día mayor. La población baila en la calles cuando muere un pobre soldado enviado por Bush a la carnicería. Los chiítas son ahora el principal enemigo porque la estupidez de los ocupantes, quienes consideran que musulmán es sinónimo forzado de árabe y son profundamente racistas frente a los árabes en general, ha unido a toda la población de este tipo (sunita o chiíta, o caldeo-asiria o cristiana de múltiples ritos) en contra suya. La operación destinada a aplastar de paso el nacionalismo sirio ha reforzado el nacionalismo panárabe y pronto las monarquías lacayas y hasta el régimen egipcio harán notar a sus amos que no pueden tolerar el bombardeo de mezquitas ni el asesinato de religiosos porque les puede costar el poder. Y la invasión que pretendía también amenazar a los ayatolas iraníes ha reforzado a éstos, quienes han extendido su influencia en Irak. Estados Unidos tiene que presentar como un éxito de su política árabe un acuerdo con Muammar Gaddafi, que él sí reconoció su terrorismo, y que Estados Unidos no se cansó jamás de acusar de formar parte del eje del mal.
Poco a poco empieza a abrirse paso en un pueblo como el estadunidense, muy ignorante, pero con una formación religiosa y el dogma de la democracia, la idea de que una religión no se combate matando a sus fieles, porque éstos irán a las catacumbas y resistirán, y que un pueblo no desaparece con un holocausto, que no es cristiano matar viejos y niños en masa, como si fueran cucarachas. Y cada soldadito que llegue en su bolsa de plástico a su pueblo desconocido, a una familia negra o latina, hará que se plantee nuevamente la pregunta, Ƒpor qué nos odian tanto?, seguida de otra: Ƒqué hacemos allí?
Un alto funcionario del Pentágono se preguntó una vez: Ƒqué hace nuestro petróleo debajo de la arena de ellos? La pregunta tenía la sinceridad del cinismo. Ahora, en cambio, el Pentágono ni siquiera puede decir "tenemos que matar masivamente y lo antes posible para llegar a las elecciones de noviembre con imagen de vencedores". Al crimen de haber inventado una guerra para robar el petróleo iraquí y cambiar el mapa de Medio Oriente, Bush le agrega ahora el asesinato de miles de iraquíes y la muerte de cientos de soldados de Estados Unidos para ganar con votos fascistas o engañados una presidencia que logró con el fraude descarado y con menos sufragios de su opositor, que hasta ahora ha tratado de apuntalar y mantener con mentiras y atentados de la CIA, violando abiertamente la legalidad internacional, declarando la guerra al mundo.
La insania de este ignorante ex alcohólico, borracho ahora de fundamentalismo cristiano, es, sin embargo, menor a la de su entorno de "asesores" y expertos que no conocen otra ley que la del revólver. Pero agitándolo sin ton ni son y disparando contra todo lo que se mueve podrían terminar, como muchos bravucones, por pegarse un balazo en una zona que generalmente no se menciona por respeto a las buenas costumbres...
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