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México D.F. Lunes 5 de abril de 2004
Teresa Pecanins estudia organizar un homenaje
a su madre, fallecida anteayer
La pintura de Aleix, fusión de dos culturas
Revisar la obra de la artista catalana, propone el crítico
Luis Carlos Emerich
MERRY MAC MASTERS
Teresa Pecanins manifestó la intención de
organizar un homenaje a su madre, la pintora naïf Montserrat
Aleix (Palamós, Cataluña, 1908), quien falleció ayer
en esta ciudad. La última exposición de doña Monse
fue hace un año por estas fechas, en la galería Pecanins,
de sus hijas Ana María y Tere.
En vida expuso en los museos José Luis Cuevas y
de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán (Macay), en Mérida.
Carlos García Ponce, presidente de la Fundación Cultural
Macay, le ofreció una muestra allí si hacía "erotismo
naïf", así que se puso a hacer desnudos, apunta Tere.
''Ahora sí habrá que hacer la revisión final de su
obra'', señala el crítico de arte Luis Carlos Emerich.
Aquejada
por serios problemas de salud desde hace más de un año, Montserrat
Aleix alcanzó a cumplir los 96 años el 1º de abril.
La muerte le sobrevino dos días después, a las 13 horas.
Ayer sus restos fueron incinerados en el Panteón Español.
Más adelante sus cenizas serán llevadas a Cuernavaca, donde
vivió, para ser depositadas en el panteón de esa ciudad,
junto a las de su esposo, Jesús Pecanins.
Contrario a otros artistas naïf y a pesar
del tiempo transcurrido, doña Monse nunca dejó de
ser autodidacta ni cambió su estilo. ''Tengo cuadros desde los años
70 hasta este 2004, y casi no cambian'', anota Tere Pecanins. ''Ella desarrolló
más libertad de pincel, pero siguió con sus ideas, sus imágenes,
porque desde acá pensaba en los paisajes de Cataluña y mezclaba
ranchos de palmeras con nieve''.
Montserrat Aleix fue un caso excepcional dentro del arte
porque empezó a pintar pasados los 60 años. Y todo a raíz
de ayudar a sus nietos a colorear sus tareas. Ya animada, el primer soporte
para sus lápices de colores fueron los cartones de las camisas de
su marido. ''Mi padre la estimuló mucho. Le compró telas,
pincel, y ella solita empezó. Después, ya lo hizo como su
carrera, su obligación. La pintura le dio alegría de vivir
y nos la dio a nosotros, que estábamos alrededor", asegura Tere.
Para Luis Carlos Emerich conservar la frescura, la ingenuidad
y la alegría ''en tiempos posmodernos'' es "lo más valioso
que pudo haber sucedido fuera de toda regla y, sobre todo, fuera de todo
engaño". Ha habido pintores adultos, explica, que quizá en
su juventud estudiaron y quizá a avanzada edad retomaron esto, pero
"ella viene de la nada. Dijo: 'voy a pintar para entretenerme', y recreó
un mundo en apariencia sencillo.
"Otro valor es la armonía universal que de alguna
manera propone su obra. Todo está en paz en la tierra. Ya sea que
la gente esté trabajando o en una fiesta, incluso, en un velorio
o un convento, siempre está en armonía consigo mismo y con
la naturaleza.
''Y, como alguna vez dijo Leonora Carrington de la pintura
de doña Monse, 'tiene que gustarme una pintura donde un burro
es más grande que el árbol cuyas hojas está comiendo'.
No tenía la menor idea de lo que era la escala dimensional. A veces
las personas eran más grandes que las casas en que vivían.
Todo ese encanto, vivacidad, casi de tratamiento con colores primarios,
sobre todo sin ninguna noción de perspectiva, es lo que hace más
encantador esto que se manejaba, como lo haría un niño, a
base de planos. Lo que estaba lejos lo pintaba más arriba y lo que
estaba cercano lo ponía más abajo. Aun así pintó
pueblo, montañas, ríos, selvas, el mar y los barcos".
La pintura de Montserrat Aleix también es la fusión
de dos culturas: la catalana y la mexicana. Gran parte de su obra, apunta
el entrevistado, es el recuerdo de su viaje a México en barco, cuando
la familia llegó a principios de los años 50. Sus tres hijas,
Tere, Ana María y Montserrat eran niñas y aparecen constantemente
en el barco con su perro.
Doña Monse regresó varias veces a
Barcelona. Incluso, en 1994 fue nombrada "hija predilecta de Palamós".
Al parecer, "Palamós se identificaba con lo que pasaba en sus pinturas.
Con la misma extrañeza vemos que es México pero parece español
y viceversa".
Si en los cuadros de Aleix brilla el sol es porque "siempre
pintó en el día más espléndido de la tierra".
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