México D.F. Lunes 5 de abril de 2004
Mario González Suárez reunió
la totalidad de los cuentos del autor, fallecido en 1977
Resulta imprescindible reivindicar la narrativa
de Francisco Tario
El narrador, ignorado en la historia de la literatura
por sus críticas a los valores posrevolucionarios, afirma el compilador
Sostiene que los prejuicios han impedido percibir el alcance de su creación
CARLOS PAUL
Aun cuando en su momento fue admirado por Octavio Paz,
Celestino Gorostiza y José Luis Martínez, y pese a la calidad
de su creación, hoy la obra del escritor mexicano Francisco Tario
(1911-1977) sólo es leída "por una secta de devotos".
Quizá la inadvertencia se deba a que el medio literario
posrevolucionario no estaba preparado para digerir sus obras, indicó
Mario González Suárez, quien reunió por vez primera,
en dos tomos, los cuentos del escritor, cuyo nombre verdadero era Francisco
Peláez Vega.
Ambos volúmenes, titulados Francisco Tario.
Cuentos completos (Editorial Lectorum), fueron presentados ayer en
la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes por el propio González
Suárez; Porfirio Romo, director de la editorial; Julio Farell, hijo
del escritor, y Matilde Samperio, quien hizo una lectura dramatizada de
algunos cuentos.
''En aquella época -expresó el antologador
a La Jornada- lo que se escribe y lee es sobre la Revolución
Mexicana, y resultaba poco apropiada una literatura con un humor negro
tan macabro y descabellado, que habla de muertos al tiempo que se burla
de los valores promovidos por la narrativa nacionalista.''
Tario, quien fue entrevistado una única vez, señalaba:
''Y escribiré libros. Libros que paralizarán de terror a
los hombres que tanto me odian, que les menguarán el apetito, que
les espantarán el sueño, que trastornarán sus facultades
y les emponzoñarán la sangre.
''Libros
que expondrán con precisión inigualable lo grotesco de la
muerte, lo execrable de la enfermedad, lo risible de la religión,
lo mugroso de la familia y lo nauseabundo del amor, de la piedad, del patriotismo
y de cualquier otra fe o mito.''
Para González Suárez, "hasta ahora se ha
insistido en calificar a Tairo de autor fantástico, marginal, excéntrico,
de culto.
''Sin embargo, tales apreciaciones constituyen un prejuicio
que dificulta percibir la amplitud de la obra literaria de Tairo.''
Generacionalmente es muy próximo a Juan José
Arreola (1918-2001) y a Juan Rulfo (1918-1986).
''Está hermanado con ellos literariamente. Es preciso
relacionarlos, que no compararlos -apuntó el investigador- para
proponer una imagen menos nebulosa del ámbito literario que le corresponde
a cada cual".
Tairo, Rulfo y Arreola ''tienen en común que se
atrevieron a crear un universo personal y fueron demiurgos de sí
mismos.
"A Rulfo y Arreola le tocó en suerte ser integrados
a la panoplia oficial de las letras nacionales a los pocos años
de haber publicado sus obras. Y al parecer los asuntos de las obras de
Tairo se manifestaron poco susceptibles de ser acogidos por un sistema
de educación pública que los difundiera".
A pesar de su carisma o por eso, el escritor ''fue un
hombre con una vida un tanto aristocrática, reacio a las relaciones
públicas, que supo estar al margen de las exigencias de la vida
literaria.
''Mientras vivió en México, mantuvo su atención
en su familia y en definir la programación de los tres cines que
tenía en Acapulco, hasta que en 1960 se fue a radicar definitivamente
a Madrid, donde murió.
''Nunca tuvo una beca ni recibió premios o reconocimiento
alguno, y tampoco se le veía en las tertulias literarias de entonces.''
Según cuenta el poeta Alí Chumacero, ''Tairo
en su juventud fue portero del equipo Asturias, tocaba muy bien el piano,
se afeitó la cabeza porque era propenso a la calvicie, y jamás
palpaba los metales ni el dinero, además de que estaba casado con
Carmen Farell, la mujer más bella de México''.
La primera época literaria del autor de La puerta
en el muro y Equinoccio, ambos de 1946, destacó González
Suárez, ''está a la altura de la literatura europea de su
tiempo, es universal, hermana del existencialismo, aunque no es nihilista,
ni atea''.
De este periodo ''son las audaces obras del compromiso
con la conciencia, las del poseído que entiende lo que dice, inteligente
y burlón''.
En su segunda época, a principios de los años
50, escribió Yo de amores qué sabía, Breve diario
de un amor perdido, Acapulco en el sueño y Tapioca INN. Mansión
para fantasmas.
En ésta, ''produjo obras divertidas, no tan concentradas,
aunque originales''.
De su tercera, Tairo vio editado sólo Una violeta
de más, ''su famoso libro al cual pertenece el cuento Entre
tus dedos, texto que lo ungió como autor 'fantástico',
lo que ha contribuido a moldear ese halo exótico que nimba su obra
y personalidad''.
Esta última época ''es de alucinación
y melancolía, tan rica y compleja como la primera, pero que se yergue
aligerada por las preocupaciones existenciales".
Esas obras -concluyó Mario González Suárez-
han sido ignoradas durante muchos años. ''Ahora es importante reconocerlo
e integrarlo al panorama de las letras mexicanas, ya que ello redundará
en beneficio de los lectores y en especial para los que quieren ser escritores.''
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