LETRA S
Abril 1 de 2004
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Editorial

Con la bandera de la "defensa de la familia", los sectores conservadores han iniciado una campaña mundial para promover sus postulados religiosos e influir en las políticas públicas de los gobiernos. Reunidos esta vez en México en el III Congreso Mundial de Familias, dirigentes de organizaciones civiles, funcionarios del gobierno de Bush, representantes de El Vaticano, funcionarios del gobierno mexicano y obispos católicos se han lanzado contra lo que llaman las amenazas a la familia tradicional. Y en su lista de enemigos mezclan al aborto, a las madres solteras, a los homosexuales, al feminismo, al divorcio, a la infidelidad y hasta a los medios de comunicación, pero sin mencionar una sola palabra del modelo económico neoliberal, como agente desintegrador de las familias.

Sin argumentos científicos de peso, descalifican a todas las formas de convivencia que no se ajustan a su definición de familia. Su proyecto no es sólo excluyente y discriminador a todas luces sino también generador de estigmas. Al hablar de "matrimonios saludables", de la "familia natural", de la "santidad del matrimonio", desvalorizan y descalifican a todas aquellas personas que por diversas circunstancias no se ajustan a esa concepción religiosa de la familia. Y aún más, las declaraciones de Ana Teresa Aranda, directora del DIF nacional, en ese sentido, son un llamado al desacato de las leyes y los tratados y convenciones internacionales firmados por nuestro país contra todo tipo de discrimianción. Algunos expositores las llamaron con desprecio "leyes inicuas".

A este intento de imponer postulados basados más en doctrinas religiosas que en situaciones reales, debemos enarbolar el principio del estado laico como forma fundamental de convivencia social. Y debemos empezar cuestionando al gobierno foxista, y al DIF en particualr, su apoyo con recursos públicos a un evento de carácter eminentemente religioso.