México D.F. Miércoles 31 de marzo de 2004
"Nos despojaron de nuestros derechos humanos
y los destruyeron", acusan
Sólo reciben humillaciones de las tropas de
EU y GB, aseguran estudiantes iraquíes
La ocupación no es buena para Occidente ni para
Irak, clamor de jóvenes universitarios
ROBERT FISK THE INDEPENDENT
Bagdad, 30 de marzo. Los negros festones del Muharram,
el mes del duelo, cuelgan de la fachada de la Escuela de Artes; los chiítas
colocaron muchos en el vasto campus de la Universidad de Bagdad. Las palabras
ensalzan la revolución del imán Hussein contra los omeyas
y buscan atraer a todos los estudiantes -cristianos y sunitas también-
hacia el llanto por el martirio.
"Sí, por el ejército de Mehdi", dice uno.
En los muros se despliegan otras emociones, de índole más
política, carteles del jeque Ahmed Yassin, el líder de Hamas
asesinado por Israel, en los que se desea a su alma un rápido tránsito
al paraíso, y se condena la matanza de civiles perpetrada por estadunidenses
en la ciudad sunita de Fallujah.
En estos días la religión sienta sus reales
en el campus. Antes de la invasión estadunidense, alrededor de la
mitad de las alumnas llevaban velo.
Hoy
casi 75 por ciento se ponen pañoleta en la cabeza, lo cual no necesariamente
está mal si es su elección, pero los catedráticos
informan de un fenómeno desafortunado: estudiantes que exigen salir
de clase para tomar parte en manifestaciones, sugerencias de que los académicos
no muestran la simpatía suficiente hacia los estudiantes religiosos,
afirmaciones de que Dios merece tener una parte importante en la clase.
Otro cartel señala en tono plañidero: "Cuando el peligro
pasa, nos olvidamos de Dios".
En el otro lado de la ciudad, en la vetusta Universidad
de Mustanseriyah, el director, Abdul Samia al Janabi, retiró de
los muros del Colegio de Ciencias retratos del ayatola Alí Sistani
y otros líderes chiítas iraquíes.
Estudiantes chiítas cerraron la universidad por
dos días en protesta contra el director, impidiendo que miembros
de otras religiones pudieran entrar al edificio. El doctor Al Janabi, hay
que añadir, es sunita. Algunos dicen que entre los manifestantes
había personas ajenas a la universidad.
Podría pensarse que hay problemas más acuciantes.
La biblioteca de la Universidad de Bagdad fue destruida por incendiarios
hace un año -sus retorcidos anaqueles de metal yacen entre montones
de ladrillos y cenizas hasta el día de hoy, aunque un donador japonés
ha ofrecido reconstruirla-, e inclusive el Departamento de Inglés
tiene pocos libros.
El movimiento antibelicista Voces en Despoblado ha estado
enviado volúmenes al Colegio de las Artes, y un académico
hi-zo la notable -y sospecho que acertada- observación de que la
ocupación estadunidense, aunque odiada por la mayoría de
los estudiantes, ha encendido el interés por el teatro del país
invasor.
Invasión cultural
Los libros de Tennesee Williams, Eugene O'Neill y Arthur
Miller son ahora de rigor. ¿Quién habría pensado que
los tanques estadunidenses iban a promover La muerte de un viajante?
Así, fue casi milagroso cuando un maestro me invitó
una mañana de éstas a su clase de teatro y me dijo que les
preguntara a sus alumnos lo que quisiera: repito, lo que quisiera. De las
19 mujeres, 15 llevaban velo. Una de ellas fue la primera en hablar, pero
no con las palabras preparadas de la era de Saddam Saddam.
"Quiero decirle que estamos sufriendo y que deberían
preocuparse más por nosotros", dijo. "No tenemos libros suficientes,
vivimos en la inseguridad y tenemos miedo de que nos rapten, además
de que como personas recibimos humillaciones de sus fuerzas de ocupación
estadunidenses y británicas".
Me miró para ver si me sentía ofendido.
Luego sonrió con tristeza, y añadió: "A us-tedes no
les importamos". Todas las chicas y unos 10 muchachos asintieron.
"Necesitamos protección", agregó otra joven.
"Antes no era así", aseguró.
Pero "sin duda", interrumpí -esta se ha vuelto
en estos días la frase de cajón para escapar de todos los
predicamentos en Irak-, "ahora pueden hablar con libertad".
Hace apenas un año, dije, "hubiera habido dos policías
secretos iraquíes escuchando nuestra conversación, la cual
no habría sido una conversación en absoluto".
Hubo risas. "Sí, hay más libertad de esa",
dijo la segunda chica. "Pero ahora tenemos libertad sin ley".
Les pregunté por Saddam. ¿Hablaban de él
entre ellos? Y en este punto algo casi palpable se fue esparciendo oscuramente
por el salón, algo frío y perturbador, un silencio tan agudo
que casi podíamos oír la voz del maestro que hablaba en el
salón de al lado. Mi anfitrión se inclinó hacia mí.
"Ese es un tabú que no creo que hayan superado todavía",
susurró.
Entonces una joven de abaya negra alzó la
mano. "Soy de Kerbala", dijo, "y en tiempos de Saddam nos trataron con
mucha crueldad y nos sacaron de nuestras casas, incluso a mi padre, sólo
porque teníamos nuestros cultos en las capillas, y a muchos de nosotros
los mataron en 1991; eso fue algo terrible".
Kerbala es una ciudad chiíta; frente a la chica
un muchacho de Fallujah, ciudad sunita, se volvió hacia ella, sonrió
y movió la cabeza en señal de asentimiento. Otra muchacha
que llevaba su cabello rubio al descubierto y vestía una blusa de
un blanco reluciente dijo que quería hablar.
"Quiero que alguien establezca aquí una beca en
derechos humanos. Nos despojaron de nuestros derechos humanos y los destruyeron.
Eso es ahora lo más importante en mi país. Debemos tener
derechos humanos."
Pregunté cuántos estudiantes en la clase
habían perdido familiares o amigos durante la invasión del
año pasado. Poco a poco, seis de los 29 estudiantes alzaron la diestra.
Un chico casi lloraba. "Seis de mis mejores amigos, todos muertos", dijo.
Y así describimos un círculo completo, la
muerte, los derechos humanos y todavía ese miedo que acosa aun a
las más iluminadas de las mentes iraquíes.
"Por favor, pongan fin a la ocupación", dijo otro
joven. "No es buena para nosotros ni para ustedes. Nos tratan peor que
a los gatos. Y sin embargo sentimos simpatía por ustedes. Somos
un pueblo inteligente y culto, igual que ustedes".
De alguna forma pensé que tal vez la Universidad
de Bagdad saldrá adelante, que con estas voces -una crisálida
de libertad- tanto los Saddam de este mundo como los ocupantes estadunidenses
la van a tener muy difícil.
© The Indepedent Traducción: Jorge
Anaya
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