México D.F. Miércoles 31 de marzo de 2004
El jefe de la Casa Blanca y Cheney se presentarán,
en privado, ante los 10 legisladores
Cede Bush; Condoleezza Rice comparecerá públicamente
ante la comisión del 11-S
La mayoría en EU cree que el gobierno oculta
información sobre los atentados: encuesta
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 30 de marzo. "Houston,
tenemos un problema..." es la famosa frase utilizada cuando una misión
espacial está en apuros (ciudad texana donde se encuentra el centro
de control de las misiones), pero esta vez la frase está en boca
de la Casa Blanca, y el problema no es una falla mecánica o un asteroide,
sino un ex asesor llamado Richard (Dick) Clarke.
Ese
problema provocó hoy que el propio presidente George W. Bush tuviera
que revertir su posición y ceder ante la presión política
generada por Clarke, al anunciar que su asesora de Seguridad Nacional,
Condoleezza Rice, se presentará ante la llamada comisión
del 11 de septiembre en público y bajo juramento.
No sólo eso, sino que finalmente se aceptó
que Bush y su vicepresidente Dick Cheney se presenten juntos, aunque en
sesión a puerta cerrada, ante los 10 comisionados, y no sólo
ante dos, como insistía la Casa Blanca.
Bush anunció la decisión en brevísima
declaración a los medios en la que no respondió preguntas.
Simplemente dijo que aceptó la solicitud para que se presentara
Rice -a lo que había rehusado con base en el "principio" de que
una asesora presidencial no estaba sujeta a acudir ante una investigación
de esta índole- porque los hechos del 11 de septiembre eran un evento
"único".
Pero nadie duda que fue una grave derrota política
para la Casa Blanca. Bush se había opuesto a la creación
de la comisión que ahora se encarga de evaluar las decisiones que
fueron tomadas antes y después de los atentados del 11 de septiembre
de 2001, después trató de evitar entregar ciertos documentos
oficiales solicitados por la comisión, y en las semanas recientes
había negado la petición de que Rice se presentara públicamente
y bajo juramento ante los comisionados. Pero después del testimonio
de Clarke la semana pasada, la presión política llegó
a tal nivel que la Casa Blanca tuvo que retroceder y cambiar su posición.
Todo empezó hace una semana. A pesar de que se
realizaron audiencias públicas de la comisión 11/S
con figuras del más alto nivel (los secretarios de Estado y Defensa,
y el director de la CIA) y mientras hubo actos de alto perfil del presidente
George W. Bush y su contrincante electoral, John Kerry, el hombre que dominó
el escenario político nacional fue el hasta hace poco conocido Clarke,
el ex zar antiterrorista de esta y la anterior presidencia.
El debate que detonó Clarke al criticar el manejo
de la política antiterrorista del gobierno de Bush fue de tal nivel
que se ha vuelto el eje de una gran batalla política. La Casa Blanca
no logró minimizar el daño ni el tono de Clarke.
Una encuesta del Pew Research Center mostró que
89 por ciento de los encuestados estaba enterado de las críticas
y acusaciones de Clarke contra el gobierno de Bush. Otra encuesta de CNN
registró que la mayoría de estadunidenses cree que la Casa
Blanca está ocultando la información de inteligencia que
tenía antes del 11 de septiembre.
Clarke,
en su nuevo libro y en sus declaraciones a los medios de comunicación
y la comisión 11-S, logró provocar una tormenta política
de tal proporción que la Casa Blanca está temblando. En estos
días el gobierno de Bush ha desatado una batalla frontal contra
su nuevo enemigo, con los secretarios de Defensa, Donald Rumsfeld; de Estado,
Colin Powell, y Condoleezza Rice encabezando personalmente el contrataque.
El líder de la mayoría republicana del Senado acusó
a Clarke de perjurio ante el pleno de la Cámara alta.
Todo porque Clarke reveló lo que gran parte del
mundo ya sabía: la obsesión con Irak de este gobierno resultó
en poca atención a las amenazas "terroristas" contra este país
en los meses anteriores a los atentados del 11 de septiembre de 2001, y
la respuesta a ese hecho, la invasión de Irak, ha creado un mundo
menos estable y más peligroso que antes.
Clarke fue el primer alto funcionario en ofrecer disculpas
a las familias de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre,
declarando ante las audiencias de la comisión que investiga los
atentados y su respuesta política que "les fallamos, yo les fallé".
Poco después, las familias presentes en el salón abrazaron
a Clarke y otros expresaron su satisfacción de que haya sido el
primer funcionario en pedirles perdón, una escena que seguramente
preocupó a la Casa Blanca.
Su libro, Against all enemies, es lectura obligada
en Washington, y desde su puesta en librerías el lunes pasado ha
sido el más vendido según amazon.com, rebasando a
libros como la Dieta de South Beach, indicó el New York
Times. El libro ya está en la quinta edición, y es difícil
encontrar copias en las librerías; es un relato de las fallas y
fracasos antiterroristas del gobierno de Bush, y en particular su supuesta
falta de respuesta a advertencias explícitas expresadas a principios
de 2001 de la probabilidad de un atentado terrorista en territorio estadunidense.
Con su alto perfil público en los principales medios
de comunicación nacionales, Clarke amenaza no sólo la posición
de la Casa Blanca, sino la relección de Bush al minar la carta más
fuerte de su campaña política: su imagen como comandante
en jefe en la guerra contra el "terrorismo".
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