México D.F. Miércoles 31 de marzo de 2004
Tashkent, la capital, en virtual estado de sitio
y con retenes militares por doquier
Más de 20 muertos en la segunda jornada de violencia
en Uzbekistán
Powell ofreció ayuda estadunidense para dar con
los responsables de los ataques
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
MOSCU, 30 DE MARZO. Uzbekistán, aliado clave
de Estados Unidos en la región de Asia central, registró
una segunda jornada consecutiva de violencia, con nuevos ataques suicidas
y enfrentamientos armados entre elementos de seguridad y opositores al
gobierno de Islam Karimov, que dejaron este martes un saldo de al menos
23 muertos y un número de heridos sin precisar.
En
estado de sitio virtual, con escasa gente en las calles y retenes militares
por doquier, la capital uzbeka, Tashkent, fue escenario este martes de
una prolongada balacera entre unidades de elite del Ministerio del Interior
y un grupo de 20 "extremistas" de afiliación política no
definida, entre ellos cinco mujeres, aparentemente destinadas a inmolarse
como atacantes suicidas.
Durante más de cinco horas las fuerzas de seguridad
intentaron tomar por asalto el edificio de departamentos en que se parapetó
el grupo, al huir después de un enfrentamiento en un retén
militar en el noreste de Tashkent, que provocó seis heridos entre
los militares. La zona, casualmente cercana a la residencia oficial del
presidente Karimov, fue bloqueada por el ejército y los atacantes
tuvieron que refugiarse en el primer edificio que encontraron.
El Ministerio del Interior uzbeko difundió el martes
por la noche un comunicado que anunciaba la "exitosa conclusión
de un operativo contra un grupo terrorista", en el cual murieron
20 "extremistas" y tres soldados. Según la versión oficial,
varias mujeres hicieron estallar sus cinturones con explosivos para no
caer prisioneras.
El comunicado no detalla el número de heridos ni
hace referencia a los dos atentados suicidas que ocurrieron hoy, de acuerdo
con fuentes independientes. El primero sucedió cuando una patrulla
policial detuvo un vehículo del cual descendieron sus ocupantes
para revisión, momento en el que una mujer accionó la carga
explosiva que llevaba adherida al cuerpo. No hay datos sobre la cifra de
víctimas mortales.
Se desconoce también cuántas personas murieron
en el otro atentado, pero hay testigos que vieron saltar por los aires
una camioneta de ruta, el equivalente uzbeko de los peseros, cerca
de un objetivo estratégico, como es el embalse de Charbak, fuertemente
custodiado para evitar que una explosión pudiera destruir la presa
y, con ello, inundar literalmente Tashkent entero.
Terrorismo y derechos humanos
Dada la insistencia de las autoridades en atribuir los
ataques a "extremistas vinculados con Al Qaeda", Uzbekistán adquirió
de repente un papel protagónico en la lucha contra "el terrorismo
internacional".
Este cambio de imagen, ante las crecientes críticas
foráneas sobre la represión política y las restricciones
religiosas que practica el régimen autoritario de ese país
ex soviético, resulta muy oportuno.
Porque, a más tardar en abril, la administración
de Estados Unidos deberá anunciar si el gobierno de Karimov realizó
el año pasado avances en materia de derechos humanos que lo hagan
merecer el prometido premio de 50 millones de dólares en ayuda financiera.
Para Karimov, deseoso de ser reconocido por la comunidad
mundial como un gobernante democrático, en la medida en que ello
es aplicable a los autócratas centroasiáticos, es una cuestión
más de prestigio que de dinero.
El dinero, finalmente, lo obtiene por otros conceptos,
como los 109 millones de dólares que Estados Unidos facilitó
los últimos dos años tan sólo para "fortalecer el
aparato de seguridad" uzbeko, el mismo que paradójicamente se encarga,
además de perseguir a terroristas, de reprimir a disconformes.
Aun si Estados Unidos, dentro del juego de crear apariencias
de apego a una pretendida vocación democrática pero sin romper
nunca las alianzas que le convienen, no concede este año a Uzbekistán
una calificación aprobatoria en el capítulo de derechos humanos,
puede darse por descontado que encontrará la forma de compensar
el disgusto de Karimov.
Para ello existe una razón que siempre termina
por inclinar la balanza hacia el aspecto amable de la alianza entre Estados
Unidos y Uzbekistán: "los esfuerzos conjuntos de lucha contra el
terrorismo internacional", que tienen su máxima expresión
de afinidad en la base aérea de Hanabad.
Ocupada por las fuerzas armadas estadunidenses, esta base
de ubicación estratégica en el corazón de Asia seguirá
siendo pieza vital -¿ad infinitum?- para consolidar la presencia
militar de Washington en la región, cumplido hace tiempo el motivo
que se esgrimió para justificar el ingreso de aviones y soldados
extranjeros a territorio uzbeko (la operación bélica contra
el régimen talibán en el vecino Afganistán).
El respectivo acuerdo para extender el uso estadunidense
de la base de Hanabad, según ha trascendido, se alcanzó durante
la visita que realizó a Tashkent el secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, en febrero pasado, cuando a modo de balance de los nexos entre
ambos países asentó: "La relación es cada vez más
fuerte".
En esta coyuntura, la ola de atentados terroristas en
Uzbekistán vuelve a situar en primer plano la "determinación
compartida de combatir a Al Qaeda", fórmula que para Estados Unidos
al parecer limpia la reputación de cualquier aliado suyo,
incluso si se le tienen que hacer, para guardar las formas, algunas críticas
y recomendaciones en el tema de los derechos humanos.
Por lo pronto, Tashkent aceptó con gran satisfacción
el ofrecimiento de asistencia por parte de Washington en la investigación
de los hechos violentos que suman ya 42 víctimas mortales reconocidas
oficialmente en dos días, que transmitió hoy el secretario
de Estado estadunidense, Collin Powell, en conversación telefónica
con su homólogo uzbeko, Soquid Safayev.
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