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México D.F. Viernes 26 de marzo de 2004
LOS DESAFIOS DEL PRD
El
Partido de la Revolución Democrática (PRD) llega hoy a su
octavo Congreso sumido en la peor crisis de su historia y sin haber logrado
superar, en tres lustros de existencia, el tribalismo, el caudillismo y
los rescoldos corporativos que constituyen su vicio de origen.
El aspecto más visible de esta crisis es, sin duda,
el conjunto de expresiones de corrupción y prácticas indebidas
que salió a la luz pública en este mes y que podría
ser sólo una parte de la podredumbre existente en el instituto político.
La exhibición mediática de cuadros destacados del partido
en el momento de recibir dinero sospechoso pudo ser producto de una conspiración
para desacreditar al perredismo y a su más importante posición
de poder, el Gobierno del Distrito Federal.
Pero, para los intereses del partido, lo fundamental y
sustancial es que, con conjura o sin ella, la corrupción encontró
condiciones para instalarse en las filas perredistas y personas dispuestas
a dejarse corromper. Ante este fenómeno, el desafío de los
militantes de la Revolución Democrática no sólo reside
en detectar y denunciar los alcances de las redes de complicidad que aún
puedan permanecer ocultas en las filas partidarias, sino también
establecer mecanismos confiables de fiscalización, transparencia
y control que impidan la proliferación de prácticas irregulares,
ilegales o, simplemente, contrarias a la ética política y
a los principios fundadores del partido.
No puede dejar de señalarse la injusta asimetría
con que los aparatos de opinión pública han abordado las
acciones indebidas de perredistas y el contraste entre el devastador descrédito
que han acarreado a su partido y la impunidad mediática de que disfrutan
el Revolucionario Institucional y Acción Nacional, cuyos representantes
legalizaron y encubrieron los multimillonarios fraudes perpetrados al amparo
del Fobaproa, y cuyos aparatos directivos resultaron posteriormente involucrados
en actos de financiamiento ilícito como el Pemexgate o los
dineros sucios de Amigos de Fox.
La enseñanza que se puede extraer de este episodio
es brutal y simple: la sociedad no perdona a las izquierdas que contradigan
en los hechos sus propias prédicas de honestidad, por más
que las corporaciones mediáticas juzguen con benevolencia la corrupción
estructural de las derechas.
Más allá de esta descorazonadora coyuntura,
y en una perspectiva estratégica, el PRD tiene ante sí los
enormes desafíos de refundarse sobre las bases de una institucionalidad
sólida que permita superar los siempre endebles acuerdos intertribales;
de revertir la nefasta suplantación del partido por su burocracia;
de desarticular las corrientes -y las mafias- que mantienen secuestrada
la vida partidista, y de concebir y poner en práctica una organización
ciudadana regida por una estricta democracia interna, que se articule de
manera efectiva con los movimientos sociales que resisten la integración
oligárquica del país en la globalidad neoliberal y que cuentan,
ellos sí, con propuestas alternativas de nación.
En la circunstancia actual México no puede prescindir
de una alternativa electoral de izquierda, con visión social y perspectiva
de mundo y de futuro: un partido político fuerte, coherente y democrático
que represente, en las instituciones, propuestas económicas para
los pobres que conforman la gran mayoría de la población,
así como principios de justicia social, defensa de la soberanía
nacional, inclusión y respeto a todas las minorías y los
grupos sociales desfavorecidos, vigencia de los derechos humanos y las
garantías individuales, paz y solidaridad internacional.
En este sentido, es pertinente considerar que el PRD no
es propiedad de sus dirigentes, de sus cúpulas tribales, de
sus funcionarios y de sus militantes, sino patrimonio de todos los sectores
sociales interesados en la democracia, la equidad y la construcción
de un país habitable y comprometido con sus ciudadanos. Cabe hacer
votos por que los perredistas logren avanzar, en su octavo Congreso, hacia
esos objetivos. De otra manera, si el partido del sol azteca no es capaz
de erradicar sus peores vicios, tarde o temprano terminará, en un
escenario nefasto para México, como una franquicia electoral desprovista
de sentido y contenido.
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