México D.F. Domingo 7 de marzo de 2004
MAR DE HISTORIAS
Hoteles de lujo
Cristina Pacheco
Fabián interrumpe la lectura del periódico y lanza un reto a sus compañeros de mesa:
-ƑQuién sabe cuánto vale un euro?
-Hay que preguntarle al Pitufo -sugiere Nicolás. Enseguida emite uno de los potentes silbidos que lo han hecho famoso en la comunidad de trabajadores. -Hey, Pitufo, acércate.
Un joven rengo, de facciones afiladas y piel grisácea, llega hasta la mesa:
-ƑPara qué soy bueno?
-ƑCuánto cuesta un euro? -exige Nicolás. -No te hagas: ya sabemos que el patrón te mandó comprarle 10 mil porque su hijita se va a París. Me imagino que la niña aparte llevará sus tarjetas.
-ƑA poco a mí también me videograbaron? -satisfecho de que sus amigos celebren su ocurrencia, el Pitufo continúa: -El lunes cuando fui al banco el euro estaba a 13 pesos y feria.
Se oyen exclamaciones de asombro. Fabián arroja el periódico a la mesa:
-No es nada, en comparación a lo que ese tipo pagó por un cuarto de hotel. Imagínense: 4 mil euros por día -Fabián recupera el periódico y con el índice señala un párrafo: -Aquí lo dice claramente. Saquen cuentas y verán que es un chingo de dinero.
Mauricio toma una servilleta y le pide su bolígrafo a la mesera. Jaina se lo presta y se queda mirando a su cliente mientras él hace la operación aritmética.
La expectación de sus compañeros estimula a Mauricio. Tras rectificarlo varias veces grita el resultado:
-58 mil 500 varos por día. Chéquenle mientras voy a echar una firma. -Mauricio se dirige al baño. A los pocos minutos sale enjugándose la cara con una toalla de papel. Al pasar frente a Lucía, la propietaria de la fonda, le pide que le mande a su mesa otra agua de jamaica.
-Mau: Ƒte la apunto? -Lucía escribe y le muestra la libreta a Mauricio: -Tu cuenta ya está larguita.
-Te pago en la quincena -responde Mauricio con desenfado.
-Hoy es quincena.
-La que viene también será. Espéreme, no sea gacha. -Mauricio guiña un ojo y vuelve a la mesa donde se encuentran reunidos sus amigos: -ƑQué onda o qué?
-Nada, nomás estábamos diciendo lo que haríamos con 58 mil 500 pesos -responde Fabián. -Yo, por lo pronto, de pendejo pagaba tanto dinero por un pinche cuarto. Con eso mejor terminaría la pieza que estoy construyendo desde que nació mi Charly.
-ƑCuántos años tiene el escuinclito? -pregunta Nicolás.
-Un chorro. Con decirte que ya le están saliendo bigotes.
La respuesta de Fabián provoca risas. Suena el teléfono y enseguida se escucha la voz de Lucía:
-Mauricio: te llaman. -En cuanto se acerca su cliente, cubre la bocina y lo pone sobre aviso: -Es tu mujer.
En señal de agradecimiento, Mauricio le hace otro guiño y gira hacia la pared para evitar que Lucía escuche su conversación:
-ƑPasa algo, chaparra?
-Tenso, juega con el cable del teléfono: -Dile a la directora que nos espere a la otra quincena... ƑAntes? Pero si ya te había dicho que las horas extras nos las van a pagar hasta finales de abril. ƑQue le diga al patrón? Lo hice el viernes, pero me salió con que hay crisis de liquidez en la empresa. Si se lo pido ahorita, menos: su hija se va a París. Nos lo acaba de contar el Pitufo. ƑCómo que dónde estoy? En la fonda comiendo... ƑEn la cantina? Sí, claro, como me sobra el dinero... No, no me enojo pero que es que te pones en un plan...
-Oye, espérate, lo entiendo: a mí también me preocupa que Joshua pierda clases... Bueno, pues entonces pon algo de tu parte: ve a la escuela de nuevo y habla... Espérate, espérate... Oquei. Si no quieres hacerlo, no lo hagas; nomás no me grites... Uta, šqué nerviosa estás! Bueno, luego hablamos... ƑA qué horas voy a llegar? ƑSabes qué? Mejor cuelgo. Híjole: de haber sabido que me hablabas para chingarme, ni te hubiera contestado. Ahí nos vemos. II
Mauricio encuentra a sus compañeros a punto de tirar un volado para decidir quién pagará la propina.
-šEntrale, hijo! -le dice Fabián.
-No, yo paso -Mauricio se dirige a Fabián: -Ahí dejaste el periódico.
-Si quieres, llévatelo. Con lo que leí ya tuve bastante. No tengo ganas de hacer más corajes.
Mauricio toma el periódico, lo introduce en el bolsillo trasero de su overol y sale de la fonda. Camina de prisa para evitar que sus amigos lo alcancen. No tiene ánimo para bromas. Nunca antes se había sentido tan miserable, quizá porque ni siquiera imaginaba que alguien pudiera pagar por un día en un cuarto de hotel lo que él no ganará en un año.
Mauricio se detiene y arroja el periódico en un basurero repleto. Su gesto le provoca una sonrisa, pero sigue incómodo. Sabe que fue injusto con su mujer al hablar con tanta rudeza. Le gustaría llamarla por teléfono y disculparse, pero no se atreve por temor a que ella mencione otra vez la colegiatura de Joshua. Una dicha súbita lo envuelve al recordar que su hijo, gracias a que asiste a la escuela de educación especial, ya puede pronunciar su nombre:
-Espérame -le grita El Pitufo. Cuando logra igualarse a su paso le sonríe: -ƑTienes mucha prisa?
-Algo -responde Mauricio, contrariado por la interrupción. La forma en que El Pitufo renguea aumenta su disgusto: -Y tú, Ƒcuándo te vas a arreglar esa pierna? Hay zapatos especiales para personas como tú.
-No me gustan, se ven muy feos -responde El Pitufo con naturalidad.
La repentina antipatía que Mauricio siente hacia su amigo se transforma en deseo incontrolable de humillarlo:
-Ni que estuvieras tan guapo.
-Por eso no quiero verme peor. -El Pitufo vuelve a caminar, pero esta vez a paso más acelerado, como si huyera.
-ƑTe molestaste por lo que te dije?
-No. Ya estoy acostumbrado.
Por el tono de la respuesta, Mauricio se da cuenta de que cometió un error y procura enmendarlo. No encuentra la forma y permanece en silencio, escuchando el jadeo y el paso desigual del Pitufo. A lo lejos ve el portón de la fábrica y se detiene:
-Perdóname. -La mirada indiferente del Pitufo lo obliga a la sinceridad: -Ando mal.
-ƑPor mi culpa? -pregunta El Pitufo intentando una sonrisa.
-No. Tengo problemas.
-No eres el único.
-Ya lo sé, pero ahorita no me importa nadie más que mi hijo Joshua. -Hunde las manos en los bolsillos del overol y mira a la distancia: -le prohibieron la entrada a la escuela, porque desde el mes pasado no pagamos la colegiatura.
-ƑEs mucho? -pregunta El Pitufo.
-Quinientos varos. -Hace un cálculo: -Menos de lo que pagan los ricos por dos minutos en un hotel de lujo.
-ƑSigues pensando en eso? -El Pitufo escupe: -Mejor olvídalo.
-Sí, claro, como Joshua no es tu hijo... -Le da la espalda al Pitufo y entra en la fábrica. Pasa frente al reloj checador y sigue rumbo a la nave de ensamblado y ajuste. El estruendo de las máquinas lo paraliza. Aturdido, se queda mirando a los obreros. Siente rabia de pensar que lo que todos juntos ganarán en esa jornada de trabajo no bastaría para pagar una noche en un hotel de lujo. Mauricio emite un alarido. Nadie lo escucha: su protesta animal es apenas un rumor triturado por las máquinas.
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