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México D.F. Domingo 7 de marzo de 2004
Immanuel Wallerstein
Diplomacia de la proliferación de armas: juego de las naciones
En los meses recientes los titulares de los periódicos rezuman diplomacia nuclear. Es difícil mantener una cara seria mientras uno los lee. Libia ya renunció para siempre a fabricar bombas atómicas. El héroe nuclear paquistaní, Abdel Qadeer Khan, confesó que él (y sólo él en Pakistán) ha estado vendiendo secretos nucleares en el mercado negro mundial durante 20 años. El general Pervez Musharraf dice que, por su-puesto, el ejército paquistaní y él mismo no sabían nada del asunto. El gobierno iraní dice que no está interesado, en lo absoluto, en fabricar armas atómicas, nunca lo ha estado, nunca lo estará. Los norcoreanos no han declarado nada nuevo recientemente, pero lo último que se les oyó decir fue que ya eran una potencia nuclear. El jefe de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Mohamed el Baradei, afirma ha-berse sorprendido al descubrir los detalles de un circuito internacional de contrabando de equipo nuclear. La CIA dice que empieza a saber toda suerte de cosas nuevas que nunca había imaginado. Y Malasia afirma que está dispuesta a cooperar en la desarticulación de cualquier actividad que sus ciudadanos o residentes hayan emprendido en dicha red mundial de contrabando.
Francamente no creo casi nada de lo anterior. Todo el mundo sabe todo, o casi todo, y lo sabe hace rato. Casi todos estos países hablan de dientes para fuera. Es el juego de la diplomacia de la proliferación de armas. En la vida real, no hay duda de que Corea del Norte e Irán trabajan intensamente en el desarrollo de armas nucleares. Es probable que otros países también. Los paquistaníes tienen mucho interés en apoyar estos despliegues. Es seguro que el gobierno estadunidense ansía que no haya más proliferación por parte de otros, mientras mejora, sin atosigarse, sus propias armas nucleares. Y los servicios secretos mundiales (tal vez la misma AIEA) saben más o menos lo que ocurre y lo saben hace mucho. Es más, hay muchísima gente, en el mundo occidental y en el resto del globo, que gana mucho dinero impulsando este tráfico y tienen toda la intención de ganar más. Estados Unidos sabe que su poder para frenar esta proliferación es más limitado de lo que quisiera. Por supuesto, Israel es, desde hace más de 30 años, una potencia nuclear no reconocida, y está en condiciones de efectuar lo que esté a su alcance para evitar que otros adquieran estas armas, especialmente los que en la re-gión le son hostiles, como Irán. Pero de nuevo, no puede hacer tanto. Bombardear las instalaciones iraníes sería una maniobra muy peligrosa, aunque claro, pueden arribar a esa decisión como los últimos realmente creyentes en la realpolitik.
No hay por qué hacer gran alharaca del asunto: un buen número de regímenes sa-ben que su posibilidad de sobrevivir depende de contar con amenazas creíbles, especialmente cuando los vecinos también las tienen. Miren Irán. Imaginen que gobiernan ese país. Está rodeado de potencias, muchas de las cuales son mucho menos que amigables, y tienen armas nucleares: India, Pakistán, China, Rusia, Israel y ahora Estados Unidos (con tropas en las fronteras al este y al oeste). Sería uno loco en no desarrollar armas nucleares. Y el régimen iraní puede ser muchas cosas, pero no está loco. Miren Corea del Norte. Si ustedes fueran las autoridades norcoreanas, Ƒconfiarían en que Es-tados Unidos no emprenderá alguna acción militar contra ustedes, algún día? Después de todo, sólo el veloz malabarista Jimmy Carter pudo deshacer el empeño de Bill Clinton en una acción así. Y esta "debilidad" de Clinton es una de las cosas que los acólitos de George W. Bush no le perdonan.
Así que, si así está la situación, Ƒpor qué todo el mundo entra en estos juegos de relaciones públicas? Porque sirven a un propósito. Todo depende de una presión continua, de acelerar o frenar un poco el proceso. Y en ocasiones la presión funciona, hasta cierto punto. Pero el lenguaje público de los jugadores nunca empata con su lenguaje privado. Miren Pakistán. El régimen de Bush ha presionado fuerte a Musharraf en varios frentes -que exhiba a Khan, que permita que la FBI bailotee por el noroeste de Pakistán buscando a Osama Bin Laden, que no apoye el resurgimiento de los talibanes, y que en términos generales se comporte co-mo miembro del equipo mundial de los de-seosos de respaldar a Bush de aquí a la eternidad. Por supuesto, no es esto algo muy popular en Pakistán. Muchos observadores han notado que cada vez que Musharraf hace un discurso que le gustará a Bush, se viste con ropas occidentales y habla en inglés. Y cuando pronuncia un discurso que tal vez sea del gusto del pueblo paquistaní, se viste a la usanza del país (o en uniforme militar) y habla en urdu.
Es un problema de dosis, darle un poco a Estados Unidos pero no demasiado, darle un poco a los islamitas, pero no en exceso. Qué tanto presiona Estados Unidos es también un problema de dosis: continuar sus objetivos jurados y satisfacer su imagen de machos en casa, pero no tanto como para poner en riesgo que Musharraf continúe en el cargo, pues la apuesta de Estados Unidos es que nadie peor lo suceda en el gobierno. El problema con esta clase de juegos es que se cometen errores con facilidad. Musharraf o Bush pudieran ir demasiado lejos y el régimen tropezaría.
Y es un hecho que el régimen paquistaní puede tropezar. Existe también la cuestión de las negociaciones India-Pakistán. El asunto de Cachemira lleva ya más de 50 años. Revisemos lo ocurrido.
En el momento de la independencia había una enorme purificación étnica en ambas partes. Pesaba también la previsión, incluida en los arreglos británicos de transferencia de poderes, de que los principados (de los cuales Cachemira era uno) podían optar por unirse al país que desearan. El único lugar dudoso era Cachemira, regido por un príncipe hindú, pero con población mayoritariamente musulmana, situado en la frontera de las dos naciones. El príncipe optó por India. Estalló una guerra y hubo una partición, de facto, de Cachemira. Desde entonces India reclama la porción paquistaní y Pakistán ha reclamado la porción india. Han ocurrido tres guerras por esta causa.
ƑHay alguna solución que pueda negociarse? El hecho es que hoy India y Pakistán perciben la situación de manera diferente. India estaría dispuesta a aceptar la partición de facto como división permanente, aunque no lo declara públicamente. Pakistán realmente quiere reclamar la parte india, o por lo menos muchos paquistaníes lo de-sean. ƑCuál podría ser el compromiso? In-dia no cederá ni un centímetro. La paz implica que Pakistán acepte las fronteras como permanentes. Musharraf podría comprometerse personalmente a esto, pero sólo si halla alguna forma de salvar la cara. El resto del mundo seguramente aplaudiría. Pero si hace esto mientras pone en desgracia a Khan, mientras permite que los agentes de la FBI deambulen por el país, no le servirá mucho para sobrevivir. India sí quiere que él sobreviva, pues hasta ahora Musharraf representa una oportunidad para terminar con las incursiones fronterizas.
ƑSerá que India presiona a Estados Unidos con el fin de que relaje otras cargas sobre Musharraf y se logre así un buen pacto relativo a Cachemira? ƑHará algo Estados Unidos, pese a que sus propias prioridades no incluyen arreglar la disputa por Cachemira? Regresemos en 50 años cuando se abran los archivos. Entre tanto, no esperemos que la proliferación nuclear afloje el paso. Traducción: Ramón Vera Herrera © Immanuel Wallerstein
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