México D.F. Viernes 20 de febrero de 2004
En el gabinete, emisarios de Soros y de Washington
Comienza la ex oposición georgiana a pagar la factura del apoyo de EU
JUAN CARLOS DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 19 de febrero. La antigua oposición de Georgia, que ahora gobierna en esa ex re-pública soviética del Cáucaso, privilegiada por su ubicación geoestratégica en el cruce de las rutas de tránsito petrolero regional, comienza a pagar la factura del apoyo fi-nanciero que recibió desde el exterior para deponer al presidente Eduard Shevardnadze, al calor de la llamada revolución de las rosas de finales de noviembre pasado.
Al menos la composición del gobierno georgiano, que acaba de aprobar el Parlamento -a propuesta del nuevo mandatario, Mijail Saakashvili, cuyo discurso populista y acentos nacionalistas le dio una victoria abrumadora en las elecciones del 4 de ene-ro pasado-, denota una clara influencia fo-ránea en la asignación de carteras.
En un gabinete que tiene como rasgo determinante la notoria orientación pro estadunidense de todos sus miembros, una cuarta parte de los ministros son nombramientos impuestos por el multimillonario de origen húngaro George Soros, pieza cla-ve en la caída de Shevardnadze.
Soros delegó al gobierno de Georgia al ministro de Economía, Irakli Rejviashvili, el cual durante mucho tiempo trabajó en la sede de su fundación en Budapest; al ministro de Educación, Kaja Lomaya, director de la filial georgiana de dicha fundación; al ministro de Cultura y Deporte, Gueorgui Gabashvili, y al ministro de Justicia, Georgui Papuashvili, ambos directores de sendos programas financiados por Soros en el país caucásico.
No contento con ello, el megaespeculador financiero por antonomasia ofreció al presidente Saakashvili, en la reciente reunión que mantuvieron en Davos, Suiza, asumir el pago de un "salario digno" a cada uno de los integrantes del gobierno, supuestamente para contribuir a que los nuevos ministros no caigan en la tentación de usar sus cargos para enriquecerse, práctica muy extendida en el gobierno de Shevardnadze, corroído por la corrupción.
Los rivales políticos de Saakashvili rechazan la explicación y consideran que se trata de una peculiar forma de soborno encubierto, que otorga a Soros una situación de ventaja para acometer nuevos negocios en Georgia.
Critican también el protagonismo que es-tá adquiriendo el embajador estadunidense, Richard Miles, en el quehacer interno de Georgia; éste, quien brindó el indispensable respaldo político a las protestas callejeras al desconocer los resultados de los comicios parlamentarios, fraude evidente que sirvió de detonante de la crisis terminal del go-bierno de Shevardnadze, está cobrando su propia factura a Saakashvili.
Identificado como el principal impulsor de iniciativas que favorecen los intereses de Estados Unidos en la región, se atribuye a Miles una influencia decisiva en la articulación de la política exterior de Georgia.
Se adivina la mano del representante de Washington, por poner un ejemplo, detrás de la exigencia de Tbilisi al Kremlin de acelerar el desmantelamiento de sus bases militares en Batumi y Ajalkalaki, formulada hace poco por Saakashvili a su colega ruso, Vladimir Putin.
Asimismo, se comenta en Tbilisi que Mi-les no permaneció al margen de la formación del nuevo gobierno georgiano y sugirió a los titulares de carteras importantes, como Política Exterior, Interior y Defensa.
El líder del opositor Partido Laborista, Shaova Natelashvili, va más lejos al denunciar que el gobierno "tiene por lo menos dos agentes de la CIA", y le pone nombres a la grave acusación: "Son Tamara Sulujia, ministra de Infraestructura, y Tamara Lebanidze, ministra de Medio Ambiente".
Algunos ministros, como el canciller Te-do Dzhaparidze, quien fue embajador en Estados Unidos y titular del Consejo de Seguridad con Shevardnadze, están vinculados al depuesto presidente.
Ello de alguna manera confirma que Estados Unidos estimuló el relevo en el liderazgo de Georgia, a partir de una pugna dentro de la elite gobernante que perfiló una alternativa a Shevardnadze, en la persona de Saakashvili, también apoyado financieramente por Soros.
Lejos de forzar un cambio de política en Tbilisi, pues los mil millones de dólares de ayuda concedida en el decenio anterior al gobierno de Shevardnadze hace tiempo que convirtieron a Georgia en fiel aliado regional, Estados Unidos aseguró la continuidad de su proyecto de penetración en el Cáucaso.
Sacrificó a Shevardnadze por Saakashvili, un líder más joven y -a los ojos de sus compatriotas- no marcado por la corrupción, que indigna a la mayoría de los georgianos sumidos en la miseria extrema, antesala de una cada vez más probable insurrección hasta que cedió su lugar a la revolución de las ro-sas manejada desde Washington.
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