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México D.F. Miércoles 18 de febrero de 2004

Luis Linares Zapata

Camuflajes

Cobijados por una enorme avalancha de información y crítica en los medios de comunicación, asuntos de relevancia para la vida nacional pasan, si no desapercibidos, sí con insuficiente discusión y escrutinio público. La compra por los españoles de BBVA del remanente mexicano de Bancomer es un tópico de la máxima prioridad que, sin embargo, no ha sido procesado a cabalidad por los organismos sociales que deberían ocuparse de ello. Una de cuyas derivadas, para nada despreciable, son los 50 mil millones de pesos que se le escabullirán, una vez más en este tipo de generosas operaciones, al erario nacional. Si se añaden a los 60 mil millones extraviados en la venta de Banamex la suma aparece estratosférica, pero muy verídica y tangible.

Para los talibanes del neoliberalismo, donde el mercado es una ley inapelable y el origen de los capitales poco importa a la hora de saber quién manda en una empresa, la operación de compra del primer banco del país es un hecho digno de toda celebración. Para los sumisos ante la globalidad, esta adquisición será vista como oportunidad para pensar que ellos también nadan en ese inmenso flujo de recursos, deseables por su positiva influencia y, según idílica versión, sin mácula en sus intenciones de control para soportar, a sus anchas, variados y hasta ocultos intereses.

Poco se menciona del sostén de esos bancos por pagarés extendidos por el Fobaproa, que serán cambiados por otros con mejor respaldo (IPAB). Desproporcionados flujos fiscales que les asegurarán márgenes de utilidades no alcanzables en ninguna de sus otras operaciones en el amplio mundo donde operan. Si las buscadas auditorías, ya de por sí negociadas hasta hacerlas innecesarias por Hacienda, fueron detenidas por sus anteriores dueños nacionales, menos aún se logrará ahora que se pretendan imponer a los actuales propietarios españoles, canadienses, ingleses o estadunidenses. Un conjunto nada tranquilizante de socios con ganada fama de defender sus privilegios con todo tipo de armas, triquiñuelas y amenazas. Si alguna duda cabe de ello, habría que preguntar a los ahorradores y al actual gobierno de Argentina, que confiaron, con certezas increíbles, en los respaldos internacionales y en la responsabilidad de esos accionistas que nunca se pusieron sobre la mesa a la hora de los quiebres.

Ese mismo banco (BBVA) en España, producto de la fusión de dos instituciones (Bilbao y Vizcaya) con sede en el País Vasco, hizo lo imposible por eliminar todo vestigio de una injerencia indeseable de extranjeros (kuwaitíes) que llegaron a poseer hasta 5 por ciento de sus acciones. La orden del Banco de España a los vascos de Negruri fue tajante: recompren, por los medios necesarios, ese pedazo de suelo en poder de extraños. Y así lo hicieron, aunque, al final del episodio de trampas y fideicomisos en paraísos fiscales empleados para cumplir con el mandato de mantener pleno control, perdieran, a manos de los anteriores empleados de Argentaria con quien se habían fusionado, el manejo de la empresa. Pero aquí no hay requiebros: se les da cabida con regocijo y sin restricciones, šfaltaba más! Ni que las autoridades fueran sospechosas de pintarse, aunque fuera un pedazo de la oreja, con los sucios colores populistas.

Pero, además de ir asestando tales epítetos, pueden encontrarse realidades económicas insoslayables que pasarán, para infortunio de la futura soberanía de la nación y marcha de los negocios, casi desapercibidas. Habrá tiempo suficiente para sufrir las consecuencias. Algunas ya apuntadas por el director del Banco de México. Otras, de mayor trascendencia acaso, han quedado ocultas en el barullo que ha levantado la insana pretensión de una pareja, instalada en Los Pinos, que desea prorrogar su estancia en tan agradable lugar de residencia.

A camuflar lo importante ha colaborado también la resurrección de un caso que nada aporta a la sanidad de la República y sí enreda y distrae la escasa energía colectiva disponible o da pábulo a la buscada estelaridad de personajes (Salinas) de reconocida fama de indeseables: el asesinato de Colosio. Un trágico muerto que bien se haría en enterrar para intentar reciclar aquello que pudo haber dejado en su trayectoria de funcionario y político.

La lección siguiente se podrá leer en Banorte, la única institución de crédito que todavía permanece en manos de mexicanos, pues no tardará en ceder ante la presión externa. Las ofertas de compra, hostiles o concertadas, serán irresistibles ante los accionistas actuales. De las autoridades nada distinto, creativo, patriótico puede esperarse, además de su ratonera y entreguista actitud hasta hoy mostrada.

Del Congreso, y los partidos ahí representados, con las notables excepciones ya expuestas y sabidas, pero que no cambiarán la ruta ya trazada y convenida de antemano entre el gobierno y las empresas trasnacionales, poco es lo que pueda esperarse. Un grito aquí, un retobo por allá, ciertos datos aterradores que podrán ser difundidos sobre la penetración foránea de capitales en el vital sistema de pagos. Los descarados respaldos de los organismos multilaterales para que tan vital sector de la economía sea entregado a los ávidos postores, los acosos de los centros de poder externo sobre un tambaleante gobierno serán la constante a observar en los días por venir. Lo único que podría condicionar lo inevitable es el voto de los ciudadanos, usuarios de la banca, para elegir a un candidato y a un partido que ofrezcan una salida digna a las aspiraciones de muchos mexicanos que, aunque cueste trabajo creer, podrían llegar a ser banqueros ejemplares. Oportunidad que preservan otros gobiernos para sus electores, celosos al extremo de la soberbia o la xenofobia.

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