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México D.F. Lunes 16 de febrero de 2004
Iván Restrepo
Convención de la Diversidad Biológica
En Kuala Lumpur, Malasia, se celebra en estos días la llamada Convención de la Diversidad Biológica, magna reunión a la que asisten cerca de 2 mil personas de 188 países. La mayoría son funcionarios, pero también hay científicos, directivos e integrantes de organizaciones no gubernamentales relacionadas con el tema. En este nuevo encuentro abundan diagnósticos nada alentadores, las contradicciones y las malas noticias.
Por un lado, los especialistas señalan haber dado nombre a casi un millón 800 mil especies diferentes. Alrededor de 52 mil vertebrados han sido clasificados, pero se estima que en el planeta hay 14 millones de especies, incluidas insectos, hongos y plantas. Es decir, apenas se ha enlistado menos de la séptima parte de la riqueza biológica. En contraste no existe suficiente personal capacitado ni recursos para completar la magna tarea y muchas especies desaparecen antes de llegar a ser conocidas ni valoradas. Esto ocurre especialmente en países que sobresalen por su megadiversidad, como Venezuela, Colombia, Perú, Brasil y México, en América Latina.
Ahora mismo unas 12 mil especies de animales y plantas conocidas están a punto de desaparecer por causas bien analizadas. En especial, porque se alteran o destruyen los espacios donde éstas se encuentran, como al arrasar los bosques húmedos y templados y las selvas. Esa destrucción afecta a su vez los flujos de agua y desata una cadena de efectos negativos que llegan finalmente al ser humano. El mejor ejemplo se tiene en Africa con sus hambrunas, la falta de agua y el desierto que avanza incontenible.
Otro motivo es el calentamiento del planeta por la quema de hidrocarburos, la contaminación de la industria y la falta de cubierta vegetal. De continuar el calentamiento, expertos y agencias internacionales calculan que acabará los próximos 50 años con una tercera parte de todas las especies animales y vegetales que hay en el planeta.
México es megapotencia en biodiversidad, pero existen serios obstáculos que impiden conservarla, conocerla y utilizarla en beneficio de la sociedad. La cadena de daños cubre todo el país. Hay, por ejemplo, especies en peligro de extinción, como la vaquita y la totoaba, en el golfo de California, y el águila real -la que fue plasmada en el escudo nacional-, cuyas plumas se venden a precio elevado. En Sinaloa desaparecen loros, pericos y guacamayas, y la misma suerte corren 40 especies del desierto chihuahuense, como la liebre, el borrego, la tortuga del desierto, el perro de las praderas; en Veracruz están en peligro 180 especies, y en muchos sitios ya no existe el jaguar, el mono araña ni el águila arpía. En Tamaulipas son alrededor de 2 mil las que se encuentran amenazadas o en peligro, entre ellas el jaguar, el oso y el puma. En Campeche hay 124 especies de aves en la misma situación, al igual que cinco felinos: el jaguar, el ocelote, la onza, el tigrillo y el puma. Chiapas y Oaxaca, entidades con biodiversidad notable, enfrentan pobreza extrema, especialmente entre la numerosa población indígena, conocedora desde tiempo inmemorial de las propiedades de muchas plantas y animales. Pero esa pobreza alienta la destrucción de ecosistemas y de especies. Mientras, las trasnacionales buscan adueñarse de los recursos genéticos sin dejar beneficios a las poblaciones locales.
En fin, la lista de daños es grande y demuestra las carencias y lagunas en la materia. Aunque existe ya una Comisión Nacional de la Biodiversidad, que trabaja bien, pese a los escasos recursos puestos a su disposición, hace falta más apoyo a los centros de investigación y a la formación de especialistas en la materia a escalas nacional y local; en paralelo, fallan las acciones gubernamentales destinadas a erradicar la pobreza y elevar la calidad de vida de millones de mexicanos, destacadamente de los que viven en el sector rural, los cuales juegan un papel clave, insustituible en la tarea de proteger la biodiversidad. Sin una política de Estado que vaya a la raíz del problema, a lograr la conservación de los recursos naturales y elevar el bienestar de la población, la destrucción será el sello del presente y de futuros sexenios. La defensa de la biodiversidad necesita mucho más que recursos y viajes de funcionarios, improvisados o no, a las reuniones internacionales sobre el tema.
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