México D.F. Jueves 12 de febrero de 2004
Con la antología El placer rebelde,
editada por el FCE, llega a su libro número 20
Luisa Valenzuela sueña cada mañana con
la grafomanía al estilo de Kerouac
Seguí el consejo de Cortázar: uno no debe
depender de la literatura para sobrevivir, porque la escritura se pervierte,
dice El tiempo dedicado a escribir no es de trabajo, sino de vida
CESAR GÜEMES
Luego de escribir sin prisa ni pausa durante 38 años,
la prosista argentina Luisa Valenzuela se ha detenido al llegar a su libro
número 20, la antología general El placer rebelde,
que acaba de entrar en circulación editada por el Fondo de Cultura
Económica (FCE).
De
paso por México, donde vivió considerables temporadas y escribió
parte de su obra, la celebrada autora de novela, cuento y ensayo dice del
silencio escritural en que se encuentra este año y de la antología
que lo acompaña que ''o lo tomo como el final de un trabajo literario
o como el inicio de una cuenta nueva".
Luisa Valenzuela quería ser exploradora, ''viajar
por el mundo, hacer una vida de aventura y dedicarme a muy distintas profesiones,
pero no a la escritura. Sólo que después, en 1966, cuando
publiqué mi primer trabajo, ya no pude parar".
A su libro inicial, Hay que sonreír, siguieron
textos que se han vuelto clásicos contemporáneos, como El
gato eficaz, Como en la guerra, Cambio de armas, Cola de lagartija
y Novela negra con argentinos.
-Su promedio de bateo es de un libro cada dos años,
por lo menos.
-Es un promedio alto, pero siempre se quiere escribir
mucho más. Cada mañana se tiene el sueño de la grafomanía
al estilo de Jack Kerouac. Así que muchas veces uno escribe menos
de lo que quiere.
''Sé que la literatura es una maldición,
pero no por el lugar común que así lo pregona, sino porque
cuando no se escribe uno se siente mal, parece que no cumple con su cometido.''
Viajera, periodista, catedrática, Luisa Valenzuela
ha dedicado al menos igual cantidad de tiempo a la escritura que a distintas
actividades profesionales: ''Como tenía que ganarme la vida seguí
el consejo de Cortázar: uno no puede depender de la literatura para
sobrevivir, porque la escritura se pervierte. Y aclaro: no me parece que
el tiempo dedicado a escribir sea de trabajo, lo es más de vida".
Voluntad de candidez
-En su caso la literatura sí ha sido una profesión.
-La veo como tal, sólo que hay un matiz: no me
resulta una imposición, cuando escribo no rindo cuenta a nadie,
no más jefe que el superego que mencionaba Freud.
-¿Se encuentra a sí misma en sus inicios
ahora que puede verse en El placer rebelde?
-Sí, no hay duda. Al revisar el libro me encontré
de repente con los hilos conductores que como lector se aprecian en los
demás. Encontré mis propias líneas, mis trazos, y
los reconocí.
-¿En el proceso de relectura se encontró
de acuerdo consigo misma o tuvo que perdonarse algunas páginas?
-Con mucho orgullo y con enorme miedo ante mi falta de
autocrítica veo que no tengo que perdonarme nada en la escritura.
Claro, el primer libro es en cierta medida cándido en relación
con los que le siguen, pero luego hay una voluntad de candidez.
''Así que no hay obras que busque esconder. Si
acaso, el más reciente libro me costó entregarlo a la editorial:
mi diario íntimo, que aunque esté hecho con humor no deja
de ser un texto muy personal.''
-¿Ahí viene toda la verdad sobre Luisa Valenzuela?
-Nunca se puede contar todo, por desgracia, aunque se
quiera. Pero hay lo suficiente como para no sentirme nada tranquila.
-¿El placer rebelde cierra un ciclo?
-O lo tomo como el final de un trabajo literario o como
el inicio de una cuenta nueva. Por lo pronto, estoy detenida en la escritura,
pero acepté la idea de iniciar otra vez. La propuesta del cambio
me parece la mejor posible.
(El placer rebelde, de Luisa Valenzuela, se presentará
mañana a las 18:30 horas en la librería Daniel Cosío
Villegas del FCE, ubicada en avenida Universidad 985, colonia Del Valle.)
|