México D.F. Jueves 12 de febrero de 2004
El Nobel portugués
recibió la medalla Isidro Fabela en la Facultad de Derecho de la
UNAM
Ante la justicia corrupta, queda un arma: la desobediencia
civil, afirma Saramago
El mundo, dominado por las plutocracias; el ciudadano
debe aprender a exigir al poder, recomienda
KARINA AVILES Y ARTURO JIMENEZ
Frente a leyes ''terribles'' y una justicia ''corrupta'',
en un mundo en el que la disyuntiva es morir ''resignados'' o con ''dignidad'',
sólo queda un arma: la desobediencia civil.
Así habló en Ciudad Universitaria el escritor
portugués José Saramago, quien llamó comisiones ''fantasma''
a las instancias creadas por Estados Unidos y Gran Bretaña para
investigar el desempeño que los servicios de inteligencia tuvieron
antes de la invasión a Irak.
En el caso de Estados Unidos, precisó, esa comisión
contiene la trampa de que los resultados se darán a conocer después
de las elecciones presidenciales en ese país.
El
Nobel de Literatura también calificó de ''mentira universal''
las supuestas razones para la guerra creadas por la triada Bush-Blair-Aznar.
''La mentira se ha convertido en un instrumento político. Pero no
la mentira sutil e inteligente, sino la más burda y obscena''.
Saramago recibió ayer la medalla de oro Isidro
Fabela de la Facultad de Derecho de la UNAM por su capacidad ''para crear
universos y construir sujetos humanos que transitan de la angustia a la
esperanza''.
En el Aula Magna Jacinto Pallares, el novelista tildó
de ''monstruoso'' que exista un mandatario como George W. Bush, quien se
define como un ''presidente de la guerra''.
Y alertó a los cientos de jóvenes universitarios
que acudieron a verle y escucharle: ''Lo que vivimos no es democracia,
sino una plutocracia de señores como Soros y Cisneros". Los gobiernos
del mundo, añadió, no son más que ''los comisarios
políticos del poder económico''.
Cuestionó varios temas: la "democracia que no es
democracia", el sistema capitalista, el no respeto por los derechos humanos,
el excesivo interés por el cosmos en detrimento del interés
por los asuntos de la Tierra y hasta la llamada ''transición democrática''
en México:
"De la revolución de los claveles, en Portugal,
hace 30 años, no quedó nada. Y en México puede ocurrir
que tampoco quede mucho de lo que llaman transición democrática,
si los mexicanos no toman en sus manos esos cambios. Si no lo hacen, esa
transición sería algo más que ha fracasado''.
De la relación entre los presidentes Fox y Bush,
el autor de El hombre duplicado creó dos escenarios:
''Imaginemos que el presidente Fox un día se encuentre
con el señor Bush y le diga: 'mire, usted, en México nos
gustaría mucho contar con una pequeña base militar en Estados
Unidos -algo insignificante, en Alaska o algo así-, sólo
para poner ahí la bandera mexicana, que es muy bonita."
Y el otro: ''Imaginemos también qué diría
por su parte el señor Bush al presidente Fox: '¡Vamos a poner
ahí una base militar. Prepárame una escolta!'".
¿Una historia medieval?
Con la humildad que lo caracteriza, Saramago habló
ante los futuros abogados acerca de la justicia, la ley, el derecho, las
garantías individuales y la mayoría marginada del mundo.
"Lo obsceno no es la pornografía, sino que una persona pueda morir
de hambre".
Saramago estuvo acompañado por el embajador de
Portugal en México, Manuel Marcelo Monteiro, y autoridades de la
facultad, encabezadas por el director Fernando Serrano Migallón,
quien le impuso la presea que el escritor guardará al lado de los
reconocimientos que representan "momentos clave de mi vida".
Con un público que lo recibió y despidió
de pie, en un auditorio en el que faltaron lugares para las decenas de
alumnos que se quedaron afuera, aunque con la consolación de ver
al escritor en monitores, Saramago comenzó su charla con una historia
"sin datos ficticios", ocurrida en un pueblo medieval cercano a Florencia,
Italia.
En ella hay dos personajes principales, un campesino y
un noble que, no satisfecho con su riqueza, arrebató a aquél
su pequeña parcela. Un día las campanas de la iglesia del
pueblo llamaron "a muertos". El campesino acudió al templo y ahí
alguien le preguntó quién había fallecido. Y la respuesta:
'Nadie. Lo que ha muerto es el derecho'".
De esa forma el novelista introdujo a sus oyentes al mundo
de las leyes, el derecho y la justicia, el cual, consideró, "no
sirve para nada si no se pone al servicio del hombre". En tal sentido,
enfatizó que puede haber leyes ''injustas'' y una justicia ''corrupta''.
Recordó que en Portugal vivieron 48 años
bajo una dictadura en la que no faltaban leyes, el derecho, abogados ni
tribunales. ''Lo teníamos todo, pero no teníamos nada'',
reflexionó.
Entonces, dijo, hay que acatar la ley con la condición
de que merezca respeto. ''Y si no lo merece, existe un arma: la desobediencia
civil''. Muchos ciudadanos del mundo, agregó, son víctimas
de un sistema injusto, y "el truco de ese sistema ha consistido en convertir
a las víctimas en cómplices".
Democracia con límites
Posteriormente se refirió al tema de la democracia.
Todos hablan de ella, pero nadie cuestiona lo que representa, dijo, y completó:
"La democracia es una fachada en la que detrás no hay mucho que
ver".
Con el argumento de que la democracia es considerada ''lo
menos malo que ha construido la humanidad, no se nos permite conocer algo
mejor". Así, los ciudadanos se encuentran en un sistema de cuyos
límites no pueden salir, porque es ''políticamente incorrecto''.
Saramago precisó: "No estoy contra la democracia.
Lo que pasa es que esto que vivimos no es democracia, sino una plutocracia".
Más adelante resaltó: "Si es cierto que sin democracia no
hay derechos humanos, es igual de cierto que sin derechos humanos no hay
democracia".
Acerca de los derechos humanos, el autor de El evangelio
según Jesucristo manifestó su temor de que en este siglo
se pierdan "definitivamente" esas garantías.
También cuestionó la "idea reciente" de
querer "privatizarlo todo". De suerte que, si todo es vendido, entonces
"para qué sirve el Estado". Por lo anterior, llamó a "tomar
la vida en serio, pues de lo contrario esto acabará mal".
Sin embargo, dijo que ante un contexto planetario actual
de una "guerra tan estúpida, iniciada por un imbécil llamado
Bush", existe una gran potencia que está por despertar, ponerse
de pie y empezar a andar: la opinión pública mundial.
El ciudadano, consideró, debe aprender a exigir
y a preguntar al poder. "Tenemos que recuperar el sentido y el espíritu
de ciudadanía", así como el sentido de dignidad y el respeto,
pues documentos como la Declaración de los derechos del hombre
y del ciudadano sólo son "papel mojado" y nadie exige su cumplimiento.
Después de la ceremonia de entrega de la medalla
y de una conferencia de prensa, el autor de Ensayo sobre la ceguera
accedió a firmar libros de una larga fila formada, sobre todo, por
estudiantes.
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