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México D.F. Lunes 9 de febrero de 2004

Hermann Bellinghausen

Los demasiado pocos

México no es un país de lectores, nunca lo ha sido, y es una lástima. Pocas actividades da la vida tan gratificantes y enriquecedoras como recorrer un buen libro en el que experimentamos las pasiones e historias humanas, o accedemos a las ideas, las teorías, los descubrimientos y la ironía. La lectura, una de las mejores escuelas posibles, resulta aquí lejana y minoritaria. Y más ahora que los medios audiovisuales crean la ilusión de una ''experiencia'' tras otra, sin esfuerzo. Entretienen, distraen, se olvidan.

Leer implica precisamente lo contrario: concentrarse, prestar atención.

Después de 80 años de educación pública (y ocasionalmente popular), Ƒcuánta gente lee? La epopeya de la educación tiene momentos conmovedores: los cruzados cardenistas, los desorejados (Ƒy quién los desorejaba?: los antepasados de quienes hoy gobiernan), los clásicos en libros de trapo verde (Odisea, Divina comedia, todo) de José Vasconcelos, los millones de volúmenes y las décadas de texto gratuito. La educación es obligatoria, gratuita, laica, libre, y finalmente se conquistó el derecho a hacerla bilingüe para los pueblos indígenas.

ƑY qué? Sin entrar en detalles, las cifras nacionales poseen rangos bajísimos, bananeros casi. Tiraje de diarios: los más difundidos y nacionales arañan los 100 mil, y eso, dos o tres. Los registros varían, pero en lo esencial reflejan eso. Los deportivos, un lunes, tal vez duplican la cifra. En un país de 100 millones de personas, hablamos del punto uno o punto dos por ciento.

Las comparaciones son odiosas, y alarmantes si se hacen con el primer mundo. Aquí, si acaso las revistas de chismes faranduleros llegan a contingentes un poco masivos, y eso como apéndices de la pantalla chica: pocas letras, mal diseño, y muletas para analfabetas funcionales. En Brasil, digamos, un diario alcanza cientos de miles sin tanto esfuerzo. Y también es un país con millones de jodidos.

Los libros: Ƒcuántos ejemplares hacen un best-seller (que con frecuencia no es buena lectura, pero al fin lectura)? Un novelista que agota 3 o 5 mil ejemplares en un año va en caballo de hacienda, y si le va bien, de cinco en cinco, o diez, alcanza 70 mil y lo traducen en Europa. En Brasil, otra vez, un libro de éxito puede alcanzar el millón en corto tiempo.

No se hará aquí vituperio o elogio de Cuba, pero su revolución permitió que la gente leyera. Las herramientas. En Cuba, lo que uno lamenta es que no haya más materia legible. Allí no sobra nada. Aquí, después de tantos sexenios, planes de largo aliento y movilizaciones del espíritu nacional (el vasconcelista y otras versiones más), no he tenido la oportunidad de escuchar, como en La Habana alguna vez, una compleja discusión sobre Las memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, entre el chofer de una guagua descompuesta y el mecánico metido bajo el chasis.

Ahora que el gobierno analfabeta de Fox anuncia millones de pesos para programas que harían de México "un país de lectores", se percibe un tufo a demagogia peor que las ya conocidas. Y para colmo, se presenta como una cosa aburrida.

Que el pueblo no lea ha significado una garantía de control para las clases dominantes. Ni en los años más represivos del PRI se generó algún zamisdat (pasquines underground de gran circulación). Ya ven que la censura tenía (y tiene) escalas. En libro se permite pasar más información que en revista, en revista más que en periódico, en periódico más que en radio, y en radio más que en televisión (que se sigue ganando a pulso el nombre de caja idiota). Las presuntas libertades de Internet no alteran el panorama.

No obstante, en México se ha producido gran material de lectura. Hay tanto que leer en nuestro siglo XX. Y el XIX. Sor Juana es un lujo a escala planetaria. Grupos, generaciones, capillas, lobos esteparios y francotiradores; tuvimos y tenemos poetas, ensayistas, narradores iconoclastas o académicos, alguna vez jóvenes o vanguardia, y muchas veces burócratas al final. ƑDónde están hoy? Accesibles para un grupo minoritario, una población en resistencia, entrañable y estratégica, que defiende la palabra. ƑEl uno por ciento de la población?

Los lectores verdaderos, escasos como son, mantienen encendida una llama que apremia a la esperanza. Que la llama se conserve importa también para el otro 99 por ciento que no se entera, pues seguimos siendo una nación de desigualdades.

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